Consejo sobre cómo proceder cuando un tema arde:
En 1451, el Consejo de Ciento del Ayuntamiento de Barcelona accedió finalmente a fundar unos Estudios Generales (una Universidad), fundación que hasta entonces había sido imposible por la negativa de dicho Consejo a aceptar una orden real -las universidades europeas, que convalidaban títulos y permitían la movilidad de estudiantes y docentes entre ellas, eran prerrogativas reales o papales, y siempre necesitaban una bula papal.
El rey Alfonso V el Magnánimo, cansado, sugirió -no ordenó- la fundación de una universidad, en 1453, confiada al Consejo de Ciento.
Éste aceptó. Mas, ¿quien iba a financiar la universidad? El rey no lo haría: no era una fundación suya. El ayuntamiento (el Consejo de Ciento) trató que fuera la Tabla de Cambio, es decir, la Banca Municipal, la que asumiera el coste. Sin éxito.
El Consejo nombró entonces una Comisión deliberativa pero no ejecutiva, confiándole el problema. Sabía que cuando existe un problema, el poder público forma una comisión, y el problema se eterniza y no se resuelve nunca.
Como así fue.
Habrá que esperar al rey Fernando II (el Católico) para que la Corona de Aragon volviera a imponerse, logrando la creación de la Universidad de Barcelona, aunque habría que esperar hasta Carlos V para que aquélla se consolidara y dispusiera al fin de una sede en la Rambla de los Estudios.
El control del Consejo de Ciento era tal que un siglo más tarde el Estudio General se puso bajo la advocation de la Inmaculada Concepción que reemplazaría al Consejo de Ciento.
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