San Sebastián: Museo Nacional de Arte de Cataluña & Museo Marés, Barcelona
Convento de san Sebastián, Barcelona
Estamos en 1506. Barcelona acaba de pasar por una espantosa epidemia de peste -que no parece sino la continuación de la peste negra que se desató a mitad del siglo XIV, y apenas ofrecía breves periodos de recesión.
La ciudad parecía haber sobrevivido, sin embargo. Era necesario dar gracias a lo que la había aliviado, incluso curado, un gesto de agradecimiento que deberá repetirse innumerables veces a lo largo de los siglos, hasta finales del siglo XVIII.
El remedio era milagroso. Se trataba de invocar a San Sebastián. Este santo fue un soldado romano, real o imaginario, quien, en el siglo III dC, se enfrentó al emperador Diocleciano proclamando la divinidad de Cristo en detrimento de la del emperador. Fue condenado a una lenta, agónica muerte. Atado a un árbol, desnudado, los soldados que debían ajusticiarlo recibieron la orden de lanzarse flechas que evitaran órganos vitales, para que se fuera desangrando.
La actitud estoica del santo, con su cuerpo expuesto a las flechas, marcado por las profundas y negras llagas, y sin embargo, de pie con entereza, se convirtió en un ejemplo. El cuerpo de los apestados presentaba heridas parecidas. Pero lejos de quejarse o rebelarse, Sebastián se mantuvo incólume.
Barcelona posee numerosas efigies del santo. En 1506, se se dedicó una capilla en lo que hoy es el solar de Correos, en agradecimiento por haber puesto (temporalmente) fin a la peste. En el siglo XVIII, dicha iglesia se convirtió en un monasterio. Éste acogería la Escuela de Ingenieros Industriales en la segunda mitad del siglo XIX: de la fe a la ciencia, con o sin razón.
Lecturas modernas de la iconografía del santo, como la de María Madalena, ambos desnudos y mostrando su cuerpo joven sometido a toda clase de torturas, reflejaba el gusto de los comanditarios. Estas lecturas posiblemente digan más de los intereses de los intérpretes, porque la difusión de las efigies de Sebastián y de sus lugares de culto, revela más bien el terror ante la peste negra que asoló Europa entre los siglos XIV y XIX, y su impotencia ante ella. Barcelona no se libró del mal ni de la fe en la intervención milagrosa del santo.
Hoy, la quinta ola avanza....
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