lunes, 12 de julio de 2021

Pandemia y política

 "Pro Studio medicine.

Lo rey"


El 9 de abril de 1402, el rey de la Corona de Aragón Martín I el Humano, envió, desde la ciudad de Valencia, una carta al Consejo de Ciento, el gobierno municipal que mandaba en la ciudad de Barcelona, pidiéndole de aceptara una propuesta real -cuya autorización el rey ya había solicitado al Papa Benedicto XIII: la fundación de unos Estudios superiores de medicina -lo que posteriormente se convertiría en la facultad de medicina-, a imitación de los estudios de Montpellier, los mejores de Europa por el aquel entonces. El rey argumentaba que dicha institución sería muy beneficiosa para la población de la ciudad.

El Consejo de Ciento, sin embargo, rechazó la petición. Veía con malos ojos la petición real que consideraba que se oponía a los poderes del Consejo. Barcelona contaba con estudios de Medicina. Pero no estaban reglados, Y, sobre todo, carecían del estatuto universitario (que, en Europa, eran una prerrogativa real o imperial y papal): es decir, ningún estudiante europeo no podía matricularse libremente en dichos estudios, y el título que Barcelona ofrecía no estaba reconocido en otros países, por lo que un médico formado en Barcelona solo podía ejercer en dicha ciudad. La propuesta real elevaba el nivel de los estudios médicos barceloneses que hubieran podido contratar a los mejores profesionales europeos. Sin éxito. El Consejo no quiso tener en cuenta que la ciudad estaba azotada por la peste, como escribía Martín I: "és ara per divinal juhí de pestilència epidemial vexada"


(Archivo de la Corona de Aragón, reg. 2175, 89)

   

2 comentarios:

  1. Asombrado quedo. Es decir, que la soberbia de hoy día en las instituciones de ciudades catalanas ¿ya venía desde o tenía lugar hace siglos? Tal vez hago una interpretación sesgada. Entonces Reino de Aragón, por supuesto, si aludimos a un Estado.

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    1. El rechazo del Consejo de Ciento al establecimiento de una universidad en barcelona por indicación real, por miedo a perder el control y manejo de la institución, es uno de los asuntos más sombríos y vergonzosos de la vida municipal barcelonesa.
      Finalmente el rey Alfonso V sugirió la creación dejándola enteramente en manos del Consejo de Ciento municipal, lo que hizo que éste cambiara de opinión, aunque decidiera no hacer nada, y tuvo que ser la imposición de Fernando II quien lograra que, tras más de un siglo de rechazos, y dos siglos después de Lérida -donde se ubicó la primera universidad de la Corona de Aragon, tras unos breves años durante los cuales la universidad de Montpellier, la tercera de Europa tras Bolonia y Paris, pasó a manos de la Corona Aragonesa- Barcelona dispusiera de unos Estudios Generales (o Universidad, aún sin local propio).
      En fin, un caso patético de lucha de poder -so es que alguno no es patético.

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