viernes, 13 de junio de 2014

Iraq antes del embargo

Arqueólogos españoles excavaron en Iraq en los años ochenta y vivieron en Bagdad, así como en los años noventa antes de la segunda guerra del golfo, se contaba ayer noche en una reunión del ICAANE en Basilea.
La descripción de la vida en Iraq antes del embargo dibuja un panorama que nada tiene que ver con el actual. El dinar iraquí era mucho más fuerte que el dólar. Enseñanza y educación, primaria, secundaria y universitaria, eran gratuitas para todos los iraquíes. La universidad de Bagdad contaba con más medios y estudiantes que cualquier universidad española. La gasolina era muy económica. Algunos alimentos estaban subvencionados. Se trataba de un gobierno de corte soviético, dictatorial y asistencial, en el que el nivel cultural era muy elevado.
Sadam Husein cometió un error. Anunció que iba a invadir Kuwait, porque consideraba que este pais formaba parte de Iraq y extraía petróleo que pertenecía al país a cuyo cabeza  había llegado con un golpe de estado. Todos los países le dieron la aprobación, incluso de manera entusiasta, como la embajadora de los Estados Unidos que poco después abandonaría  Bagdad. Se piensa que se tendió una trampa a Sadam Husein. Si así fuera ¿por qué razón? Se especula para echar mano del petróleo de Iraq.
El embargo empobreció hasta niveles de degradación inimaginables al país, aunque no al presidente  y Sadam Husein. Las familias vendían hasta las puertas de las casas. Se declararon epidemias hambrunas. En 1997, la ruina de las familias era absoluta. No había nada que comer. Salvo melocotones en almíbar, extrañamente. El dinar se deprecio hasta valer centenares de veces menos que el dólar.
La guerra civil que se ha desatado estos dos últimos días ha vuelto a avivar estas imágenes.  

jueves, 12 de junio de 2014

Siria e Iraq

El noveno congreso del ICAANE, que tiene lugar en Basilea, dedicado a la arqueología en el Próximo Oriente antiguo, ha virado hacia la actualidad. 
La situación en Siria ha ocupado los debates de los primeros días, en los que participan tanto funcionarios sirios cuanto miembros del gobierno en el exilio ubicado en la ciudad fronteriza de Gaziantep en Turquía. Se comentaba que el gobierno sirio está recuperando el control del país incluso en el este. La solución, pero la afirmación es in demostrable, habría consistido en liberar a todos los prisioneros políticos, muchos de grupos islámicos extremistas,  quienes se habrían enfrentado pronto a los rebeldes democráticos, provocando una guerra civil entre la oposición, aprovechada por el gobierno que recoge así lentamente lo que queda tras estos violentos enfrentamientos internos. Por otra parte, los daños al patrimonio son muy graves si bien la respetada por la oposición incluso Dirección General de Antigüedades y Patrimonio del gobierno sirio ha logrado en ocasiones salvar o proteger monumentos y yacimientos, destruidos cuando caen bajo el ISIL, con la ayuda de colectivos locales.
Se preve ya el final de la guerra civil y ya se organiza la ayuda internacional para la reconstrucción del país. Se calcula que en cinco años el país debería estar parcialmente rehecho, aunque durante veinte años una generación entera quedara destrozada por la guerra. El zoco de Alepo podría ser rehabilitado, y la mezquita reconstruida. 
Ciudades como Deir es Zor, en el Éufrates,que vuelven a estar en manos gubernamentales, si bien sufren violentos ataques del ISIL, están destrozadas.
Lo que al parecer mantiene el país ha sido y es el control que la adminidtracion ha logrado mantener pagando a los funcionarios. La adminidtracion Siria no se  ha desmoronado. Incluso, ahora, jueces, al parecer imparciales, deciden sobre el trabajo de funcionarios en tiempos de la guerra que recuperan así sus puestos y trabajos, restableciendo la adminidtracion allí donde había quebrado.
Incluso ciudades tan devastadas como Idlib y Homs han logrado salvar en parte su patrimonio museístico.
Se teme que durante años se imponga un nacionalismo laico -de origen fascista, según el cual Siria no necesitaría ayuda externa-,,o un islamismo extremo, contribuyendo a la pérdida de una generación, mental y físicamente destrozada por la guerra civil.

Desde ayer Iraq ocupa las conversaciones. El ISIL trata de crear un gran estado islámico con partes de Iraq, Siria y Turquía. Cuenta con el apoyo de algunos países del golfo y de Arabia Saudí. La frontera entre Siria e Iraq es porosa. Hay conflictos en la frontera entre Turquía y Siria donde se han producido ataques y asesinatos. 
Ya no se puede salir y entrar de una ciudad tan segura como Erbil -donde estábamos hace quince días- en el Kurdistán iraquí: Mosul está a treinta quilómetros. Se cierran algunas misiones arqueológicas extranjeras.
En Bagdad reina el pánico. Los habitantes hscen acopio de víveres.
Las políticas de los presidentes Bush, padre e hijo, pese a una actitud más prudente y atenta a la realidad de Iraq del presidente Clinton, han contribuido a la desintegración del país  y a la creación de la imagen de un concepto o la imagen de un enemigo: Occidente. Las consecuencias de la ocupación colonial, por el contrario, estarían parcialmente olvidadas por las generaciones más jóvenes. No así las devastadoras políticas norteamericanas republicanas. Eso, al menos, es lo que se narra en Basilea.

La arqueología, que se ocupa de recuperar la memoria de los pueblos, restaurando y estudiando restos y relatos del pasado, sabe de destrucciones, y que junto con las pérdidas humanas y las generaciones perdidas, la destrucción del pasado convierte a los hombres en seres sin arraigo, desubicados, desorientados, perdidos para siempre .

martes, 10 de junio de 2014

El patrimonio de Siria



Seminario sobre el patrimonio de Siria en el noveno congreso del ICAANE (congreso internacional de arqueología del Próximo Oriente Antiguo) en Basilea esta mañana.
Ayer el Museo de Alepo fue alcanzado por una bomba por tercera vez. Un primer ataque hizo saltar parte del techo de la planta primera que acoge las piezas más valiosas. Una segunda de insurgentes provocó el desvalijo de reservas. Hoy la entrada del museo y las piezas de mayor tamaño que no pueden ser desplazadas se hallan protegidas por sacos de arena. El resto escondidas en sótanos.
Los yacimientos de Mari, Dura Europos, San Simeón, Apamea, el Castiillo del Crac de los Caballeros y Resafe entre otros están dañados por excavaciones ilegales -que en Apamea ya se daban desde hace quince años, por lo que se venden mosaicos enteros en galerías de Barcelona-, y ataques voluntarios e involuntarios, algunos de los yacimientos habiendo sido convertidos en bases militares por donde campan tanques. En Resafe, acampan rebeldes que excavan ilegalmente y utilizan la muralla como campo de tiro. 
El guardia de Resafe ha escondido todo lo que ha podido. El alcool también se esconde. Los rebeldes han asesinado recientemente a un guardián acusado de haber tomado un caso de arak -bebida anidada-.
La ciudad más oriental, Deir es Zor, en el Éufrates, vuelve a estar en manos del gobierno, por lo que el ISIL toma a los habitantes como rehenes que ejecuta.

Discusión en el congreso. ¿Es una postura colonialista tratar de salvar el patrimonio sirio desde Europa y los Estados Unidos cuando la dirección general de antigüedades Siria, aceptada, pese a depender del gobierno, incluso por facciones rebeldes, trata lo imposible por proteger un sin número de yacimientos fuera de control?

Véase esta página web de una de las ONG (Heritage for Peace), ubicada en Gerona (España), que trabaja en la documentación sobre el patrimonio arqueológico sirio destruido o amenazado.





domingo, 8 de junio de 2014

RINO STEFANO TAGLIAFIERRO (1980): BEAUTY (BELLEZA, 2014)


B E A U T Y - dir. Rino Stefano Tagliafierro from Rino Stefano Tagliafierro on Vimeo.

Sobre este animador italiano, cuyo último cortometraje de animación, Beauty -presentado aquí en una versión ligeramente abreviada-, se estrena en el próximo Festival de Cine de Animación de Annecy (Francia), véase su página web.

¿Qué es la belleza?


Versión de un texto sobre el concepto de belleza para el diario ARA.
El artículo se publicará en catalán el domingo 13 de Junio de 2014

La belleza es una cualidad de las cosas, naturales o manufacturadas –desde la artesanía y la magia hasta las obras de arte-  que nos hacen sentir bien. Esta cualidad les es propia, o la concedemos a lo que nos satisface emocionalmente: lo que nos gratifica, colma y tranquiliza, lo que da sentido a nuestra presencia en el mundo. Está en el objeto, o en nuestro ojo. La relación casi necesaria entre el arte y la belleza -siendo el arte el desvelador o el poseedor de la misma-, se estableció en Europa a mediados del siglo XVIII. Anteriormente, la obra de arte pudo ser bella –aunque ser el receptáculo de esta cualidad no era el fin perseguido-, pero no tuvo que serlo necesariamente. Duró poco más de un siglo. La fealdad la reemplazó, antes de la indiferencia o neutralidad proseguida por algunas corrientes artísticas del siglo XX.
Esta cualidad es propia de la cultura clásica occidental. Sin duda existían objetos en Egipto y en Mesopotamia que colmaban de gozo y llenaban el espíritu, pero las calificaciones que recibían insistían en el esplendor, la irradiación, casi la fuerza que emanaba de éstos, y no en su tranquila y serena presencia. Eran objetos de otro mundo, que no estaban al alcance de todos los mortales.
La belleza no está separada del bien, no tanto porque los objetos bellos estén bien hechos –la imperfección técnica o formal no impide que un objeto pueda ser seductor-, sino porque elevan el espíritu. Placen y hacen pensar. Evocan ideas de plenitud.
La belleza reside en la forma, la luz y las buenas maneras: proporciones, colores y tonos, y una elaboración adecuada –a los fines, a las formas perseguidas-, son causas de esta cualidad, pero ésta sobre todo es consecuencia de la capacidad de las cosas de ayudarnos a percibir el mundo y a estar “a buenas” con éste. No existe ninguna fórmula para producir belleza. No es consecuencia de ningún procedimiento. La belleza es elusiva, difícilmente definible. Desde luego, depende de nosotros. En todos los sentidos de la palabra: existe para nosotros, para hacernos humanos, y existe porque calificamos de bellos lo que nos guía, nos eleva. La belleza solo existe para el ser humano; está en su origen: nos hace humanos. Es decir, nos invita a pensar en quiénes somos, nos muestra lo que somos, sin adoctrinarnos ni denunciarnos. La belleza se ha asociado con el cielo; es cierto, pero solo aparece cuando el cielo se encarna, se materializa. Los dioses que no tienen forma humana, que no hay “forma” de imaginar, visualizar, no son bellos; no son nada. La belleza es carnal, sensible; pero solo despunta cuando la carne gira el rostro hacia la luz. Pone en contacto a lo alto y lo bajo; nace cuando estos dos mundos se encuentran, cuando las ideas hallan la manera de mostrarse, de dirigirse hacia nosotros. La belleza apela a los sentidos y a la inteligencia. Nos hace “sentir” inteligentes, vivos, razonables, partícipes del mundo, actores en éste.
Se trata de la cualidad de las cosas en armonía consigo mismas y con nosotros. La belleza no tiene como finalidad despertar buenos sentimientos; no tiene ninguna finalidad, salvo la de estar presentes ante nosotros, aguantando nuestra presencia; la plenitud que las cosas bellas  aportan no es buscada;  es lograda. Es una consecuencia, no un fin. Por eso son bellas. No buscan, no pretenden nada. No dan lecciones; no existen para cumplir una función determinada, cayendo en el olvido tras haber cumplido. Las cosas bellas tienen una razón de ser, mas ésta no es evidente, ni tiene que serlo. Pero se agradece su presencia, aunque no tienen por qué ser agradables. Pueden ponernos en jaque, apelarnos, intranquilizarnos. Pueden obligarnos a pensar en el mundo, en nosotros, y en nuestro lugar en aquél.  Son, en ocasiones, molestas. Quizá querríamos que no existieran. Son un espejo que el mundo nos tiende, exponiéndonos verdades –sobre el mundo o nosotros mismos- con las que no querríamos encararnos, que no querríamos afrontar. Y, sin embargo, tras el trance –en todos los sentidos de la palabra: tras la prueba y la emoción-, se agradece la presencia de un objeto bello, de la belleza encarnada. Ha dado sentido a nuestra vida, nos ha ayudado a entender quiénes somos y qué hacemos.
Se ha asociado la belleza a las obras de arte porque éstas son enigmáticas. Plantean preguntas acerca de su existencia, su razón de ser, su finalidad. No son imprescindibles. Pero tampoco se limitan a decorar la vida. La vida es más soportable, a veces, si existen. Sorprenden, molestan o fascinan. No dejan indiferentes. Llaman una y otra vez la atención. En esta capacidad para hacernos pensar sin dejar de hacernos sentir el mundo que muestran, el mundo que nos rodea gracias a la imagen que muestran, las obras de arte son bellas. O las consideramos bellas.
Y, sin embargo, la belleza no es una “bendición” divina. Puede ser molesta. No querríamos enfrentarnos a ella. Echa luz sobre nuestros problemas, nos obliga a plantearnos, a replantearnos qué hacemos. La belleza siempre inquiere sobre nuestras acciones, la finalidad que perseguimos. Bello es que lo nos cuestiona; hiriente o turbador también. No siempre estamos preparados para someternos al escrutinio de la belleza. Su luminosidad puede cegarnos. ¿Queremos siempre saber quiénes somos, interrogarnos sobre lo que perseguimos?
Afrodita, la diosa griega de la belleza (Venus, en Roma), bien ilustra sobre el carácter imperioso de la belleza, casi violento, porque nos hace sentirnos violentos a veces. Antes de –que- hacernos sentirnos “bien”, puede llevarnos a sentirnos miserables: otra función del espejo que la belleza nos tiende. Afrodita es una diosa extraña, terrible incluso. También en Mesopotamia, Ishtar, equivalente a Afrodita, no era cómoda. Afrodita nace de un acto horrísono. Y su familia no desmerece de su origen. Crono, hijo del cielo Urano y de Gea, la tierra, cansado de que su padre eliminara a sus hermanos, cogió una guadaña y, una noche, mientras Urano copulaba con Gea, entre las sombras emasculó a su padre. Éste, hasta entonces unido íntimamente a la Tierra, se proyectó hacia arriba, transformándose, desde entonces, en el cielo lejano, indiferente y enigmático. Los testículos sangrantes de Urano cayeron a la tierra. Se hundieron en el mar. De la unión del semen del Cielo con las fértiles aguas del ponto, nació, acogida en una concha, Afrodita. Un acto condenable, destructor alumbró a la belleza. La castración de su padre, incapaz entonces, de procrear más hijos, de seguir dando vida a la tierra, está en el origen de  Afrodita. Sus hermanas ni siquiera gozaron de un cuerpo hermoso. Surgieron del contacto de la sangre de Urano en la tierra arcillosa. Las Harpías, diosas sedientas de la venganza, eran unas ancianas despiadadas. Afrodita tuvo una hija: Armonía. Su nombre lo dice todo. Pero también alumbró al Temor y al Terror. Y ciertamente, la aparición de la belleza en la tierra podía desencadenar el terror. Su cuerpo, como el de cualquier divinidad, eran tan brillante que no podía ser contemplado sin causar ceguera –por eso los dioses se revestían con una forma humana, y se cubrían con ropajes cuando se mostraban ante los humanos, o se escondían detrás de una zarza, luminosa pero no cegadora, como Yahvé dirigiéndose a Moisés en los alto del monte Sinaí-. 
Este carácter violento, esta faceta oscura de la belleza ha estado siempre presente. La belleza se muestra agradablemente. Es seductora, llamativa, atractiva. Suscita el deseo erótico. Nadie se resiste a su llamada. Parece ofrecer el mundo. Es una promesa; anuncia que colmará los sentidos; que ofrecerá una vida plena. Las penalidades se olvidan. Los hombres matarían por alcanzar la belleza. Y, precisamente,  el deseo que levanta es insaciable. La belleza no se alcanza nunca. Es un señuelo que lleva por donde quiere. Eleva o precipita a quien seduce. Se impone, conduce o arrastra. La belleza es necesaria. Ilumina y da sentido. Pero también puede privar del sentido. Abraza o ahoga. Su hermosa apariencia disimula la atrocidad de la vida, los deseos inconfesables, las acciones que no deberían salir a la luz. La belleza es peligrosa. Necesaria, vital. Pues la vida no tiene razón sin ella. Saca lo mejor de nosotros; y lo peor. Madre y madrastra, amante y criminal, su abrazo es el abrazo del oso.  Provoca tantos desvaríos cuantas iluminaciones. Bendición y condena, por eso la belleza es atractiva, y perseguida, en el doble sentido de la palabra: anhelada y repudiada. Nunca se sabe qué esconde, hacia dónde lleva. Los caminos que sigue no han sido explorados. La belleza no es la hermosura, lo agradable, cualidades dulzonas –útiles, quizá incluso necesarias, incluso, ya a nadie le amaga un dulce-, que no causan problemas, que no dan qué pensar, que no inquieren sobre la vida seguida. La belleza es arisca. Tiene aristas. Obliga, compromete. Puede no ser escuchada o contemplada. Mas una parte esencial de la vida se pierde, sin que la ganancia a  cambio compense.  
¿Una ilusión? ¿Una creación humana para que la vida sea soportable y tenga sentido? Posiblemente. La belleza es cultural, aunque el ser humano está hecho para hallar, o crear, la belleza, para dar sentido al mundo; para entenderlo. Es un valor, o un bien, que los humanos se dan para vivir colectivamente. La belleza atrae y se comparte, se disfruta y se comenta. Crea comunidades. Da lugar a cultos. Se diviniza; se considera trascendente, aunque reflejada en el mundo, en las creaciones naturales y humanas. La belleza es la causa de que estemos en el mundo, que hayamos hecho del mundo un lugar habitable. La belleza fuerza –acto imperativo- a transformar el mundo. Su presencia es exigente. Somete, y libera. Obliga a pensar, y a actuar, en pos de la conversión del mundo, despojándolo, ordenándolo, humanizándolo.
Siendo Afrodita la personificación clásica occidental de la belleza, y dadas las buenas y malas artes de la diosa, dotada para la maña, los encantos, la seducción, la belleza fue juzgada a veces como una cualidad temible o despreciable, de la que había que apartarse. Tanto en el Antiguo Testamento como en Gracia (Platón), la belleza fue juzgada con severidad, o de modo contradictorio. Por un lado iluminaba; elevaba el espíritu. Mas, en otras ocasiones, se la asociaba con los afeites, las máscaras, las buenas palabras (maliciosas), es decir con un despliegue de trucos destinados al encantamiento y al engaño. Hija del maligno, la belleza fue juzgada peligrosa –y lo es-, dañina. Maldita, que no bendita. Las obras de arte bellas fueron condenadas. La seducción que emanaba de ellas podía distraer de las enseñanzas morales que la obra tenía que transmitir. El público podía caer preso del encanto de las formas –palabras, música, la musicalidad del verbo, el colorido de las formas, el movimiento turbador de los que participaban en una procesión, los actores, los danzantes- y olvidarse del mensaje. Lejos de ayudar a comulgar –con verdades-, la belleza podía llevar a comulgar con ruedas de molino. De algún modo, la belleza fue sospechosa.
La cara oculta que Platón desveló y el siglo XIX cultivó, acentuó la difícil relación entre el hombre y la belleza, juzgada tanto como una medio para vivir con plenitud, colmado por aquélla, como una engañosa y artera figura dedicada a apartar del camino de la humanidad. La emblemática escena de las dos vías, ante la que se detuvo Hércules, presididas por una mujer arisca que señala un camino pedregoso y empinado, o por una venus encarnada, traduce bien la contradictoria relación que el hombre occidental ha tenido con la belleza, y apunta a poderes, necesarios y deseados, pero también temibles y rechazados de esta cualidad, dotada tanto para facilitar la vida cuanto abocar a la muerte.   
Hoy, podemos pensar que la belleza es una cualidad superada u olvidada que, nuevamente, nada tiene que ver con el arte. Mas la multiplicidad de las imágenes, y su permanente presencia, que reclaman nuestra atención, ha puesto de nuevo de manifiesto la fuerza y la dobla cara de la belleza: necesaria para comunicar con el mundo, y para distraer de éste. Bello es lo que nos devuelve al mundo, si no tenemos que dar la espalda a éste.

sábado, 7 de junio de 2014

LEE FIELDS (1951) : WALK ON THRU THAT DOOR (2012)



Lee Fields & Expressions.

Arte sumerio y arte moderno (Moore, Giacometti & de Kooning y el arte sumerio)



Henry Moore: figuras con las manos juntas, años 30









Alberto Giacometti: Gudea (Cabeza sumeria), años 30



Alberto Giacometti: Estatua femenina sumeria, años 30


Willem de Kooning: Woman I, años 50


La influencia formal de las llamadas artes primitivas -que significa tanto artes consideradas como el origen del arte occidental, cuya cumbre es el arte greco-latino clásico, que supera y culmina inicios aun titubeantes, como artes juzgadas torpes porque no han conocido, ni han dado lugar, al arte clásico occidental- en el arte moderno es muy conocida. Desde principios del siglo XX, las "artes" románicas, íbéricas, "africanas" -sin distinción de culturas ni épocas-, precolombinas -en los Estados Unidos-, y polinesias, entre otras, han marcado el fauvismo, el expresionismo y el cubismo, entre otros estilos. Entre estas artes primitivas, se hallaban tanto artes occidentales "balbuceantes" -como el arte románico- cuanto "exóticas". También la retratística romano-egipcia de El Fayum, considerada decadente con respecto tanto al arte clásico cuanto al faraónico, influyó, junto con el bizantino, en la Nueva Objetividad alemana de los años treinta.
Sin embargo, es menos conocida la influencia del arte sumerio, como destaca Jean Evans. Su descubrimiento es relativamente tardío. La cultura sumeria no se descubre hasta finales del siglo XIX. La estatuaria, procedecente sobre todo del valle de la Diyala, se halla a mediados de los años veinte -antes, las efigies del rey neo-sumerio Gudea ya habías sido desenterradas en Lagash (sur de Iraq) y transportadas al museo del Louvre a principios del siglo XX, pero aún no eran apreciadas.
Estas obras gozaron de una apreciación tardía. Fueron tachadas de primitivas, torpes, solo dignas de formar parte de un museo etnográfico, puesto que documentaban el aspecto bruto de los sumerios: cara ancha, ojos desorbitados, gruesa y larga nariz, aspecto masivo. Muy lejos de la idealidad de los héroes griegos, cuyos cuerpos humanos fueron dignos de encarnar a los dioses cuando se manifestaban a los ojos de los hombres.
Quienes ayudaron a mirar con otros ojos a la estatuaria sumeria fueron escultores como Moore y Giacometti, fascinados por ésta desde principios de los años treinta, tras visitas a museos como el Museo Británico o el Louvre. Dibujos y esculturas reflejan lo que debieron a la composición, al sistema compositivo y a la técnica escultórica sumerios. Es cierto que apreciaron estas obras como si fueran obras de arte -aisladas, independientes, como si hubieran estado labradas para gustar- y no fetiches que sustituían a donantes en los templos, pero también fueron los primeros que apreciaron sus formas -y no desoyeron lo que éstas portaban.
Esta fascinación por el arte sumerio reapareció en los años cincuenta. En los Estados Unidos, esta vez. y cambió la historia del arte occidental. Tras una visita el Museo Metropolitano de Arte de Nueva York, el pintor holandés Willem de Kooning, impactado por la visión de los ojos desorbitados de una estatua femenina sumeria, elaboraría el mítico cuadro Woman I. Ya nada sería igual.