Fotos: Tocho, Chicago, noviembre de 2021
El rascacielos neo-gótico, sede del periódico Chicago Tribune, construido en 1925, fue un involuntario hito en la historia de la arquitectura moderna, debido a la oposición de historiadores y críticos de la arquitectura moderna, severamente opuestos a la decisión del jurado del concurso -que ganó-, cuando la plana mayor de los arquitectos habían concursado y los críticos estaban de acuerdo en que el proyecto de Adolf Loos, un rascacielos en forma de columna dórica, era el mejor, pese a la imposibilidad, dificultad o coste de construirlo.
La planta baja de la torre del Chicago Tribune presenta pequeñas incrustaciones acompañadas de inscripciones talladas en los sillares. Aquéllas son fragmentos de materiales constructivos o decorativos de edificios históricos de varias culturas antiguas: desde las pirámides egipcias, templos aztecas o de Angkor Vat, y edificios romanos, hasta San Pedro del Vaticano y numerosos edificios civiles y religiosos sobre todo medievales, así como ladrillos de fuertes y de campos de batalla durante la guerra de independencia norteamericana.
Dos testimonios de la historia posteriores a la construcción del rascacielos, uno, el único ya del siglo XXI, han sido añadidos: la destrucción de las torres gemelas de Nueva York ha quedado así inscrita en la piedra a través de un hierro retorcido, la única muestra metálica de esos avisos.
Estos restos -ladrillos a menudo, piedras, mármoles- recuerdan las piedras y ladrillos fundacionales antiguos y ofrendas de fundación. Mas si éstos invocan la protección divinamente, las inclusiones del rascacielos de Chicago apelen a los hombres, a que no olviden la historia.Algunas piedras pueden ser signos metafóricos de lo que se espera de un periódico: solidez, seguridad, veracidad. Pero estos restos, testimonios de la historia, parte de la misma, han resistido a todo los envites. Son incorporaciones insólitas en la sede de un periódico que cuenta la historia a la velocidad de las horas, noticias que apenas escritas son sustituidas por otras tan fugaces y caducas. Un periódico documenta la destrucción del olvido y nos mentir e en un eterno presente. Los hechos se suceden tan rápidamente que se confunden y se borran.
Estas piedras, en cambio, tratan de simbolizar la función que un periódico debería cumplir: contar, analizar y preservar la memoria de nuestros aciertos y errores, convertido en una memoria colectiva al alcance de todo el ye no quiera repetir los errores. Un hermoso símbolo.
Hoy, el edificio se ha convertido en un lujoso condominio privado, y nadie se fija en esos minúsculos avisos. La verdadera historia siempre se cuenta en voz baja, como una confesión que no se puede proclamar.