1.- Tocho, armado
2 - 14.- Marismas, a ochenta quilómetros, al suroeste de Nasiriya
15.- Casa comunal de juncos perteneciente al jeque de uno de los pueblos de las marismas
16 - 20.- Interior de la casa comunal en las marismas
23-25.- Almuerzo en una casa privada en las marismas
Fotos: Albert Imperial (1), Tocho, Octubre 2011
En 1995, el presidente Saddan Hussein decidió desecar los extensísimos humedales, de centenares de quilómetros cuadrados (unos doscientos quilómetros de largo), que forman en delta de los ríos Tigris y el Éufrates. Afirmaba que esta zona consumía mucha agua, necesaria para la supervivencia de Irak. También aducía que las marismas eran el refugio de quienes los sin-ley, que se oponían a sus "sabios" consejos.
Gaseó la zona, lanzó bombas de uranio empobrecido (lo que la coalición internacional que ganó la Primera Guerra del Golfo permitió, pues creaba una zona de separación con Irán), y empezó a levantar barreras en los innumerables brazos de los ríos.
En 2005, una gran parte de las marismas se habían perdido. La sal, que afloraba a la superficie, era diseminada por el viento en las tierras fértiles ribereñas y las enfermedades se multiplicaron (aún hoy, la tasa de cánceres, y de malformaciones en recién nacidos, es espeluznante, como espeluznantes son las deformaciones en los supervivientes).
Desde la caída del régimen anterior, planes de salvamento han recuperado los humedales, y se espera llegar a reinundar un ochenta por ciento de la superficie. Mas las aguas y la tierra, de la que se alimentan y beben las poblaciones nativas que lentamente vuelven a sus parajes, están contaminadas.
Las marismas existían ya n tiempos de los sumerios (cuarto milenio aC), si bien la extensión y la ubicación eran distintas, debido a las nuevas tierras creadas por los sedimentos en estos últimos seis mil años. Las marismas se han ido desplazando hacia el sur, a medida que la linea costera ha ido retrocediendo, ayudada por la bajada del nivel de las aguas del Golfo Pérsico, un fenómeno sin duda natural. Las ciudades sumerias, hoy en el desierto, más al norte, se miraban en las aguas de las lagunas.
El imaginario, la mitología, la visión del mundo de los sumerios estuvieron marcados por las marismas. La materia primordial, la diosa madre creadora de la que nacieron todas las divinidades celestiales, y a cuyas orillas descendieron del cielo las primeras ciudades, era una laguna de aguas turbias, llamada Abzu: las Aguas Sapienciales, consideradas también como una gran matriz.
Sobre estas aguas reinaba el dios de la inteligencia y las artes: Enki, cuyo templo principal flotaba sobre las aguas, en la ciudad de Eridu. De las aguas cargadas de limo, Enki tomó el barro con el que modeló a los primeros seres humanos.
Hoy, el Abzu sigue siendo tierras pantanosas, en la que crecen juncos y papiros, y en cuyas islas artificiales, formadas por lechos de juncos cubiertos de barro, pastan búfalos y viven, en moradas trenzadas, ganaderos y pescadores.
Se trata de sociedades tribales, presididas por un anciano jeque. Posee una amplia casa comunitaria cubierta por una bóveda hecha de juncos trenzados, al igual que los muros en los que un trenzado menos tupido compone celosías que cubren huecos verticales coronados con arcos de medio punto. En ésta, recibe a los visitantes que, tras saludar (dando la mano derecha, un beso en la mejilla, y golpeándose levemente los hombros derechos), debe sentarse sobre alfombras, apoyándose en los muros perimetrales, cuidando de no mostrar las plantas de los pies a los demás (un signo casi de violencia), mientras aguarda que sirvan té azucarado. Los viernes, los hombres -solo los hombres están autorizados a penetrar en las casa comunal-, rezan en dicho lugar.
Las comidas se toman en el suelo. Todos los platos, bebidas y fruta se disponen en bandejas colectivas sobre esterillas o alfombras. Los comensales, siempre hombres, se sientan sobre los talones. Comen con la mano derecha -lo que para los zurdos constituye un problema, pues no siempre se permite utilizar la mano izquierda-. La comida se ingiere directamente con los dedos, o se coge con pan de pita recién horneado (en los restaurantes más modernos, al igual que en las casas de las ciudades del sur, también se come con los dedos, pero la comida se dispone en mesas). Al mediodía se suele comer pescado hecho en un horno alimentado con boñiga de búfalo. Puesto que el pescado da sed, se toman dátiles muy hechos y dulces, que evitan tener que beber demasiada agua. Finalmente, la mano derecha se limpia con una corteza de naranja, cuyos gajos constituyen l postre, antes de un té fuertemente azucarado. A la salida, tras volver a calzarse, un niño tienda un recipiente plástico, con agua caliente, para lavarse las manos. El agua se recoge en una palangana, sin que sepamos qué se hace con ella.
Una vez que los invitados, y los hombres en general, han comido, los restos son llevados a una sala vecina y más pobre para ser servidos a las mujeres y los niños.
Las mujeres pescan, llevan las barcas, acarran fajos de juncos con el que alimentan el ganado, cocinan y limpian.
Tienen que ir siempre veladas.
Hombre y mujeres se suelen casar a los catorce años. Las mujeres viven en las casas de los suegros. Éstos, en función de sus ingresos, amplían la casa familiar para acoger a las nuevas familias. Tener doce hijos, a los cincuenta años, no es insólito.
Incluso en círculos universitarios, fuera de Bagdad, sobre todo en el sur, se piensa que las mujeres tienen que tener una libertad y una formación limitadas. Incluso los pisos más modestos recién construidos deben disponer de una zona, cercana a la puerta de entrada, para hombres e invitados, separada de la zona de las mujeres. Éstas pueden ir con la cabeza descubierta, en casa, siempre que no las vea nadie fuera del círculo familiar. En caso de contacto visual imprevisto, esconden la cabeza debajo de la mesa o huyen, se desvanecen detrás de puertas. No suelen salir al exterior.
No es extraño que un joven tenga varias prometidas, algo lógica ya que, debido a las sucesivas guerras, desde 1980, la población femenina triplica a la masculina.
El gobierno norteamericano pensó que, derribando al gobierno de Saddan Hussein, prohibiendo al partido Baas, y entregando el poder a iraquíes, opuestos al gobierno anterior, que vivían desde hacía decenios en el extranjero, sin contacto con la realidad iraquí, la democracia se impondría.
Hoy, la sociedad iraquí está deshecha, campea la corrupción, la policía no es de fiar; se priman proyectos faraónicos con presupuestos por las nubes, mientras trabajos modestos de mantenimiento o rehabilitación del espacio público y de los servicios básicos, que pocos beneficios generan, están abandonados o no son prioritarios. Los cortes de luz son diarios (unos cuatro al día); la basura se recoge irregularmente; sanidad, educación y cultura están dejados de lado. Los ocupantes norteamericanos han repartido ingentes cantidades de dinero para financiar proyectos que nunca se han llevado a término.
El enfrentamiento mortífero entre chiitas, sunis y kurdos, inexistentes bajo los dominios otomano (suni), británico, e iraquí, hasta Saddam Hussein, tardará decenas de años en apagarse, según los iraquíes más serenos. Se espera que una nueva generación genere moralmente a Iraq.
¿Aguas de la Sabiduría?