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sábado, 1 de noviembre de 2025

Babia, a lo lejos (ilustraciones: Roget Adell, Ediciones Asimétricas, Madrid, noviembre de 2025)

 



Ediciones Asimétricas publicará en noviembre, generosamente y con mucho cuidado, este libro que recoge una parte de las clases que el autor ha impartido en los últimos años.

Las ilustraciones son del Roger Adell 


Agradecimientos a la editorial, a Roger Adell y a los estudiantes sin cuyas intervenciones, observaciones, preguntas y comentarios este libro no habría existido. Un libro que recoge un diálogo interior y en voz alta con estudiantes de arquitectura.


Contraportada :

Descripción 

Ha pasado un ángel. ¿Quién no se ha quedado en silencio, la mirada perdida, ajeno a lo que le rodea, como si estuviera en Babia? Babia, El País de Nunca Jamás, la ínsula de Barataria, El País de las Maravillas, La Ciudad Esmeralda: países o ciudades a los que se sueña ir, cuyo viaje se realiza en sueños o en una ensoñación, y de los que cuesta regresar.

 

Babia es un lugar fascinante, que atrae y atrapa. Alejado, pero no inaccesible, al que se llega a menudo inesperadamente. Por esto mismo, la reflexión sobre lo qué es el arte y la función o el sentido de la obra de arte, que requiere toda nuestra atención, con los sentidos en alerta y la mente dispuesta a descifrar las sensaciones que le llegan, exige que nos alejemos de Babia. Mas, cuando estamos atentos ante una obra de arte, nos aislamos en la contemplación de la imagen, como si la obra nos transportara a Babia. Interrogarse sobre la creación artística e interpretarla para descubrir su razón de ser y su necesidad exige, en un movimiento imposible, estar, a un tiempo, en y lejos de Babia.

 

Babia, a lo lejos es un breviario sobre la enseñanza de la teoría del arte y la arquitectura, sobre cómo, qué y porqué se enseña a interpretar la creación humana. Comprende notas, ordenadas alfabéticamente, tomadas antes y después de las clases. El texto comenta algunos de los criterios o conceptos más habitualmente utilizados a la hora de apreciar y estudiar la creación artística, ayer y hoy, en diversas culturas. Y, al cierre del libro, asume una paradoja: el paso de un ángel, camino de Babia, acontece en silencio, dando la callada por respuesta.

 

sábado, 23 de agosto de 2025

Arquitectura, ¿una categoría estética?: notas para una ponencia del congreso de la EAAE (Asociación Europea de la Enseñanza de la Arquitectura), ETSAB & COAC, Barcelona, 27-30 de agosto de 2025

 

NOTAS PARA LA PONENCIA FINAL DEL CONGRESO de la EAAE (EUROPEAN ASSOCIATION FOR ARCHITECTURE EDUCATION):

ARQUITECTURA, UNA CATEGORIA ESTÉTICA

COAC, 29 de agosto, 18-19 h

 

PRÓLOGO

0.- Ejemplo introductorio: cuando la oposición a profesor titular en 1987, defendí -no era una elección de tema muy hábil para una oposición a funcionario- que entendía que se considerara que la estética y la teoría del arte, pese a que me fascinaban, no tenían razón de ser en unos estudios de arquitectura. ¿Estaba en lo cierto?

 

INTRODUCCIÓN

1.- Definición de categoría: concepto bajo el cual se juzgan ciertos aspectos o propiedades distintos de un conjunto de obras.

La categoría de arquitectura designa un concepto bajo el cual se juzga ciertas cualidades del espacio preferentemente construido o habilitado por el ser humano, sea denominado arquitectura, construcción, obra…

 

2.- Paul Valéry escribió en 1917:

a) “La buena arquitectura tiene mucho de las plantas. Y esto en el detalle -que es la modulación de las formas y permite conducir un edificio de abajo a arriba como un organismo vegetal (para la vista).

La ley del crecimiento debe sentirse.  Igualmente, la ley del cuidado de las aperturas - una ventana no debe ser un agujero horadado como con un taladro en una plancha de madera, sino como el resultado final de leyes internas, como la mucosa y el modelado de orificios naturales.” 

Valéry consideraba que la arquitectura era un organismo vivo. ¿Por qué?

b) Definición de arquitectura a partir del estudio etimológico de la palabra:

-Arje: origen, fundamento, primero, principio. Significa base solida y germen. Básico, fundamental, principal. No es algo secundario, prescindible.  Con un contenido ético: tener principios, que orientan y regulan la acción. Una acción recta -un adjetivo geométrico, y moral-, signo de rectitud.

-Técnica:

Del griego tiktoo (τίκτω). Crear, engendrar, dar a luz (en francés: mettre au monde : poner en el mundo. Algo desciende, se manifiesta y se materializa. Un gesto creador, en el sentido fuerte de la palabra. Nada había. Hay un ser ahora.

Emparentada con:

Teknon (τέκνον): hijo 

Tektoon (τέκτων): productor, trabajador, artesano (en concreto: carpintero, que trabaja con una materia viva, la madera, fruto de un pilar de la tierra, que sostiene el cielo y mantiene la triple estructura del mundo.

Arquitecto: arje + tektoon: Creador de vida, engendrador. Padre. (Dios padre: una expresión común en distintas culturas y creencias)

 

3.- El arquitecto. El patrón de la arquitectura

Uriel Birnbaum (1894-1956): Der Kaiser und der Architekt (El rey y el arquitecto): el sueño de un monarca: una ciudad celestial. Manda a su arquitecto que se la construya, que materialice un sueño. La primera maqueta no traduce dicha visión. El arquitecto lo intenta de nuevo, sin éxito. Producirá treinta maquetas, sin acierto. Hasta que entendió que lo que vio el rey fue una ciudad que alumbraba sin imponerse, un punto de luz.

La historia resigue la leyenda del patrón de los arquitectos -contarla brevemente-, el apóstol Tomás, que creó un palacio solo visible a los ojos del alma, cerrando los ojos físicos. Un palacio imaginado. Un sueño.

 

LA ARQUITECTURA COMO UNA CATEGORÍA

3.- La arquitectura, ¿es una categoría? ¿Por qué, y qué consecuencias acarrea si lo fuera?

 

4.- La categoría kantiana de belleza: un principio que atribuimos a lo que nos atrae. La belleza no es un atributo de las cosas, sino una cualidad que, suponemos, poseen las cosas con las que nos sentimos bien, pero que, en verdad, es una dádiva que concedemos a dichas cosas: una cualidad que, creemos, poseen lo que nos atrae y distrae.

 

5.- Siguiente el modelo kantiano de definición de las cualidades de las cosas que nos placen y complacen, cualidades que son una expresión de nuestro gusto, similarmente podríamos decir que arquitectura es la cualidad que atribuimos al espacio en el que estamos a gusto, en el que estamos bien. Donde reposamos. Donde nuestro ser se asienta y se siente bien. Donde nos mostramos cómo somos.

El gusto no es solo un sentido menor -bajo, o inferior, como se dice, pues implica un contacto físico con las cosas-, sino que es una cualidad anímica que nos permite discernir lo que nos gusta, lo que disfrutamos, y apreciar la “bondad” de las cosas que nos hacen bien.  “Tener el gusto de” significa que tenemos un encuentro satisfactorio y que nos colma. Nos sentimos “realizamos”, plenos. El encuentro nos devuelve a la vida.

Con la facultad del gusto, gustamos de la “esencia” de las cosas, de su sabor. No nos alimentamos -el hambre nos impide disfrutar de la comida que engullimos-, sino que saboreamos.  Las cosas insípidas no despiertan ninguna sensación, mientras que las amargas y las que están en “mal” estado, nos desagradan, y nos enferman. Nos hacen daño.

Tener “buen” (un adjetivo moral) gusto es una expresión de civilidad y educación. Nos permite apreciar las cualidades de las cosas.

Goûter, en francés, es probar: nos adentramos con precaución en algo que desconocemos, nos aventuramos. Podemos sentir disgusto, o, por el contrario, el goûter (la merienda) nos colma. Teníamos hambre, algo nos faltaba, y el “tast”, en catalán, nos deja satisfechos, ya sin preocupación.  

Ejemplos de espacios que pueden gustarnos:

En francés, maison. En español, mansion : del latín manere: morar, habitar, permanecer, perdurar. Lugar donde estar

Sede: asiento, donde sentarse, asentarse.

Habitación: del latín habere: haber, tener: un bien / hábito, costumbre: ropaje, costumbre (en francés, costume y coutume). Manera de ser: nos define o caracteriza. Es cómo nos mostramos, cómo nos insertamos en un lugar.

Todos éstos, son lugares donde recogerse y acoger: son lugares hospitalarios, en los que reina la hospitalidad, es decir la cualidad del recibimiento los brazos abiertos. Denota apertura de mente y de costumbres. Se opone al encierro, a la cerrazón, a la oposición al recibimiento, el intercambio, al enriquecimiento. Lo inhóspito nos rechaza. Nos impide sentirnos seguros, relajarnos, confiando que el espacio nos protegerá.

La hospitalidad -que se practica en un hostal, un hotel un hospital que ofrece curas- se opone también a la hostilidad.

 

6.- ¿Dónde se encuentran tales lugares acogedores, que calificamos de arquitectura?

En realidad, desde luego:

Algunos espacios encarnan cualidades arquitectónicas capaces de provocar emociones estimulantes. Son arquitectura, no mera construcción. Para mí, las bóvedas de las Tumbas Reales sumerias en Ur (Iraq), o la iglesia del Gesù en Roma de Vignola, especialmente justo antes de su cierre, al anochecer, cuando las sombras alargadas deforman el espacio como en una película expresionista. Por el contrario, el pasillo oscuro, desolado, aterrador, interminable y demasiado grande de la Unité d'Habitation de Le Corbusier en Marsella, encarna lo que es, y no debería ser, un espacio inhóspito e inhumano. La película de Kubrick, El Resplandor, podría haberse filmado perfectamente allí.

Pero la arquitectura se encuentra también, o especialmente, en otros mundos:

 

El cuento de Blancanieves nos lo revela. La madrastra inquiere una y otra vez al espejo mágico que le cuente la verdad y le revele si es la más guapa, o quien es la más guapa. El espejo no la engaña.

Las imágenes pueden confundirnos; pero también pueden ilustrarnos, haciéndonos ver lo que no éramos capaces de observar o no queríamos ver. Las imágenes son reveladoras. Muestran la cara de lo invisible. Nos lo acerca hasta ponérnoslo ante la vista. La práctica de la imagen plástica, su defensa o su condena, reside en su poder revelador de lo que queremos o no queremos saber. La imagen es tentadora. Permite otear y descubrir lo que se oculta. Puede velar o desvelar.

Recodemos que imago, en latín, se traduce, entre otros significados, por eco y por sombra: dobles fantasmagóricos de las cosas, apegados a éstas; pero también por imagen mental, incluso por pensamiento. Una imagen es un modo de reflexionar; acaso sea “la” manera.

Si aplicamos dicha facultad reveladora y profética de la imagen, son las imágenes que manifestarían las cualidades de los espacios que calificaríamos de arquitectónicas.

Imágenes de exteriores o de interiores, por ejemplo, que suscitan en nosotros el deseo de proyectarnos en aquéllos, dándonos la sensación que allí dentro estaríamos bien.

Pero también las imágenes pueden exponer cualidades negativas. La categoría de arquitectura también se aplicaría en este caso. Las imágenes nos expondrían lugares que nos harían daño. Nos detallarían aquellos lugares que deberíamos evitar. Serían ejemplos de lo que no es arquitectura. La categoría de arquitectura -que atribuimos a lo que nos suscita sensaciones vitales – no se ve derogada. Arquitectura sería lo que no son dichos lugares, cuyas cualidades dañinas quizá no habríamos sido capaces de discernir directamente.

 

7.- Caso de estudio:

Breve comentario de las cualidades positivas o negativas de los espacios que estas imágenes suscitan, y que merecen el calificativo de arquitectura.

Henri Matisse: Atelier rouge (Estudio rojo)








Atelier Rouge, que el artista francés Henri Matisse pintó en 1911, es una obra fundamental en la historia del arte moderno occidental (europeo y norteamericano, en particular) debido a la influencia que ha ejercido, la descendencia que ha tenido. Los cuadros abstractos monocromos, de estilo conocido como Color Field, derivan del Atelier Rouge de Matisse. No es una suposición o una interpretación. El pintor norteamericano Ellsworth Kelly, uno de los artífices de cuadros Color Field, reconocía su deuda con la obra de Matisse, en particular con este cuadro.

La fotografía nos muestra, más que un estudio de artista bohemio de principios del siglo XX, en el Bateau-Lavoir de Paris, por ejemplo, como nos lo podemos imaginar, un interior gris y burgués. Telas en las paredes, sillones, cortinas en la ventana, estanterías y, sí, cuadros de Matisse ya colgados. Tan solo un caballete denota que no se trata de un salón, al menos de un salón común. Este lugar no posee, a primera vista, ninguna cualidad especial. Es cierto que no estamos en el salón tal como se encontraba, sino que observamos una fotografía. Pero también es cierto que esta fotografía no parece tener ninguna ambición de mostrar lo que no se ve, sino que tal solo documenta “objetivamente”, de manera precisa y “neutral”, lo que uno debía percibir cuando entraba en esta sala. El objetivo de la cámara sustituye al ojo del visitante.

Matisse pintó un primer cuadro del estudio, en dicho estudio. La vista deforma el espacio; la perspectiva no responde al estricto canon renacentista. Los muebles (mesitas, taburetes) están simplificados, una representación que casa bien con la “rusticidad” del mobiliario de madera. Pero salvo estas manipulaciones, el cuadro documenta con precisión lo que se encontraba en el estudio. Todas las obras representadas con perfectamente reconocibles.  

Matisse no quedó satisfecho. El cuadro no reproducía la impresión que el estudio le causaba. De pronto, un día, sin saber por qué -no lo explicó ni justificó, no supo porque lo hizo, y nadie dio con una razón-, Matisse empezó a extender el color rojo por toda la superficie. El color inundó el espacio. Desbordaba del cuatro representado en el cuadro. El Estudio rojo se pintó en dicho estudio, que devino rojo después que el cuadro, titulado Estudio rojo, y que representaba el estudio y al estudio, fuere pintado. Se produjo lo que en francés se llama “une mise en abyme”, una imagen en una imagen que es la misma imagen, como si un espacio y su imagen en el espejo se confundieran. El estudio era la prolongación y la réplica del cuadro Estudio rojo. La relación entre continente y contenido se trastocó. El cuadro Estudio rojo creó el estudio rojo, el estudio enteramente pintado de rojo: paredes, suelo y techo, así como todo lo que contenía. El cuadro creó el lugar donde fue creado. Sacó los colores al estudio. Le dio vida, o le devolvió a la vida. Hasta entonces se trataba de un estudio gris y apocado. Nada permitía predecir ni explicar que Estudio rojo iba a ser pintado en dicho estudio. El cuadro Estudio rojo mostró esta realidad inimaginable: se trataba de la representación de los valores o cualidades latentes de dicho estudio, imperceptibles a simple vista, y que el cuadro Estudio Rojo expuso: un estudio que inspiró una obra maestra, cuyo particular influjo, propio de un lugar creativo, capaz de inspirar una obra maestra, solo se descubrió y se manifestó en el cuadro Estudio Rojo.

Las imágenes, al igual que la realidad, posiblemente más que la realidad, revelar la categoría de arquitectura, las cualidades arquitectónicas de lugares que, en la realidad no parecen posee atributo alguno.

   

7.-CONCLUSION

La arquitectura está en nosotros. Somos nosotros quienes transfiguramos una construcción en arquitectura cuando descubrimos las propiedades y cualidades de un espacio, que una música, un texto, una imagen, un espectáculo exponen.

La arquitectura no es obra del arquitecto, sino de quien sueña con habitarla, o la habita, incluso. Un calificativo que no e aplicaría, bien es cierto, si nadie -un arquitecto, por ejemplo- no hubiera edificado lo que suscita, posteriormente, imágenes placenteras.

Me equivocaba cuando consideraba que la estética y la teoría de las artes que nos muestra qué esperar de la relación con las imágenes, y como relacionarnos con ellas no tenía lugar en una carrera de arquitectura.

Quizá no solo tenga lugar, sino que quizá debería ocupar todo el lugar.

 Otras carreras podrían enseñar cómo construir. En una escuela de arquitectura se podrán enseñar a reflexionar sobre la construcción, una reflexión que quizá sirviera para desechar la construcción más habitual, carente de cualidades, incapaz de suscitar cualquier aprecio.

 

8.-PALABRAS FINALES

Agradecimientos a Félix Solaguren-Beascoa, director de la Escuela por la propuesta, a las sub-directoras Eulalia Gómez y Carolina García Estévez, a los profesores Marta Llorente con quien empecé a dar clase y a Joan Ramón Cornellana, con quien impartí la última clase el curso pasado, a los profesores, amigos y becarios del departamento de Teoría e Historia de la Arquitectura y Técnicas de Comunicación, de quienes he aprendido lo que sé, y he desaprendido lo que no hubiera tenido que saber, y ante todo a todos los estudiantes que me han obligado a no dar nada por sentado y tratar siempre de tener presente que fui un estudiante, que ironizaba sobre los profesores, agradeciendo, por fin a Xavier Rubert de Ventós, el que haya podido estar aquí esta tarde, tras haber disfrutado preparando esta ponencia, que le está dedicada.

domingo, 27 de julio de 2025

Somos tres millones…


 Ante todo, muchísimas gracias a todos los lectores. Tres millones de entradas de lectura o de simple pasada en el blog -seguramente a veces por error, descubriendo que no responde a lo que se busca-, en dieciséis años.

La cifra coincide con la próxima salida de la universidad.

Ésta suscita una duda: el blog ¿debe seguir, o se cierra una actividad que inevitablemente llega o llegará un día a término? Este día ¿ha llegado?

La pregunta no busca la respuesta negativa, ni el ánimo.

Lo que suscita la duda es el contenido y la finalidad del blog -hoy en día, una anticualla ante el empuje y el dominio, que quizá esté llegando a la saturación, de las redes sociales y la ola de la inteligencia artificial (Chat GPT y similares, tan decepcionantes e ilusorios, a menudo, como oráculos en los que depositamos nuestra fe antes de descubrir que la realidad es reacia a la profecía, y parece disfrutar de obviarla o contradecirla-.

El blog es un bloc de notas, un cuaderno de apuntes, un archivo. Los textos, a menudo, están motivados por la preparación de clases, o son consecuencia de algunas clases, así como de reflexiones de estudiantes, del diálogo con alumnos. Desarrollan, comentan, matizan lo debatido o contado en clase, así como discusiones con amigos y colegas, con otros profesores con los que se comparten experiencias, satisfactorias, enriquecedoras o decepcionantes. 

Son también borradores o versiones, ampliadas o acortadas, de textos ya publicados o por publicar. De hecho, alguna revista llamada científica, nos ha acusado de auto plagio, es decir de haber escrito un texto parecido al publicado en el blog, no sabiendo o no aceptando que el texto del blog era una primera versión del texto publicado, era el origen del mismo. De todos modos, esta acusación, producida en dos ocasiones, revela que el blog es leído, encontrado, seguramente por algún “algoritmo”. Finalmente, algún texto dialoga con otras personas, sin que éstas lo sepan, aunque sin duda lo intuirían si se toparan con el blog. 

El respeto, o la ironía, en todos los casos, ha trazado siempre el camino a seguir, y han dibujado los límites a no traspasar. 

Respeto que también han mantenido los comentarios. En dieciséis años solo se ha tomado la decisión de no publicar un comentario porque insultaba a otro comentarista. Y algún comentario, cuatro o cinco, que haciendo publicidad de algún producto. El blog nunca ha aceptado la publicidad. Aporta dinero, pero coarta lo que se puede cobrar.

Estos textos han alimentado exposiciones, conferencias, clases y libros. Constituyen un mismo texto que vuelve sobre sí mismo, amplía o perfila algún comentario u observación anterior, complementa escritos del pasado.

Mas, con la salida de la universidad, el origen y finalidad de los textos, y de la búsqueda de datos e imágenes que puedan resultar útiles para las clases, dejan de tener sentido.

Quedan ciertamente exposiciones por delante, hasta 2028. Programadas siempre con años de antelación, aunque a veces tan solo con meses de adelanto.

El ritmo de escritura, si prosigue, seguramente se ralentizará, porque ya no se tendrá que pensar en lo que se explicará en clase ni, sobre todo, se tendrá la recepción, positiva o indiferente, de lo contado, lograda o fallidamente.  Se tendrá menos qué decir, menos sobre lo qué reflexionar, buscando corregir lo contado en clase, y se perderán las observaciones, reflexiones, críticas y comentarios de los estudiantes que permiten tratar de mejorar, se consiga o no. La exposición oral y escrita busca establecer puente. Mas si, ante sí, solo queda la ausencia y el vacío….

Y, desde luego, agradecimiento a los estudiantes y a los profesores con los que hemos trabajado, por su atención y respeto, el silencio y las reflexiones, a veces solo por las expresiones de aceptación o rechazo, por el movimiento de la cabeza, aprobando o negando, y el estímulo que brindan, sus agudas observaciones que evitan que se dé por sentado que una clase irá bien. 

Toda clase es una aventura, un salto en el vacío, en el que a veces nos estrellamos porque actuamos confiados, sobradamente. Las caídas son una excelente lección para darse cuenta que una clases no es un recitado mecánico, sino una fantástica exploración, que da miedo y causa placer, angustia, temor, que enriquece y obliga a repensar en lo ocurrido, se haya superado o no el reto que toda clase presenta. 

Y que el blog recoge.


Muchas gracias, y hasta mañana o hasta….

sábado, 3 de mayo de 2025

OSCAR NIEMEYER (1907-2012): UNIVERSIDAD CONSTANTINE 1(ANTES UNIVERSIDAD MENTOURI, CONSTANTINE, ARGELIA, 1971-1977)












Fotos y dibujos de la universidad I de Constantine, Constantine (Argelia): Estudiantes de máster de laUPC-ETSAB (España), mayo de 2025


Agradecimientos a Fernando Albaladejo, Joséphine Ombredane y Andrea Solanas por las imágenes y el dibujo (Andrea Solanas), así como a Jaime Ferrer (director del departamento de Proyectos de la UPC-ETSAB) por la recomendación 

Los derechos de las fotografías y los dibujos pertenecen a las personas antes citadas.

Un pórtico de hormigón dotado de rejas, controlado con férrea mano, controla el paso a la plaza central de la universidad Mentouri en Constantine , uno de los tres proyectos de equipamientos universitarios que el arquitecto Óscar Niemeyer realizó para la antigua República Socialista de Argelia (hoy muy lejos de este credo) que admiraba como tierra de acogida de desterrados y perseguidos por sus ideas o ideales. La universidad aparecía así como un espacio de lucha contra la intransigencia.
Anunciada desde lejos por un rascacielos, en lo alto de uno de los acantilados que configuran la abrupta topografía de la ciudad, el campus, en bastante buen estado, tras cincuenta y dos años, y una devastadora guerra civil en los años 90, comprende una biblioteca, aularios y un célebre auditorio semienterrado, cubierto por una bóveda rebajada, una lámina de hormigón que  apenas se alza como una hinchazón del suelo de la descomunal plaza, salpicado de estanques circulares dotados de surtidores -hoy desactivados. 
Los edificios son objetos distantes entre ellos, posados en el vacío. La bóveda descansa sobre tres puntos apenas visibles. Para Niemeyer la sensación de levitación casaba bien con la imagen de la ciudad que corona altísimos acantilados, suspendida sobre el abismo de los tajos que parten la ciudad.
Constantine es hoy una ciudad que ha barrido la presencia de la mujer en la calle, salvo en el recinto de la universidad, en lo alto, aún un espacio acotado donde la imposición es contenida. 

 

sábado, 1 de marzo de 2025

Cementerio -o al final de la carrera de arquitectura






Fotos: Tocho, febrero de 2025
 

Llegó la hora. Inmisericorde. Desinfección. El pasado, barrido. Los trabajos, al cubo de los despojos.

Los estudiantes de arquitectura pasan seis años como mínimo produciendo maquetas para distintas asignaturas de la carrera: felices o desafortunadas, torpes o casi demasiado perfectas, faltando al gusto o zalameras, imprecisas o montadas al milímetro, de cartón o de materiales más duraderos -pero cuyo vida y cuyo destino acaba en un cubo. Horas, días de trabajos manuales, que no solo dan lugar a veces o a menudo a obras atractivas, sino a obras que traduzcan o visualicen ideas o contenidos, maneras de concebir y plasmar espacios.

Son centenares de maquetas, algunas de gran tamaño que se tienen que preservan durante un curso o dos, por si se fueran reclamaciones y peticiones de revisión de resultados académicos. Ocupan mesas, estanterías, sillas y taburetes. Conquistan poco a poco o de súbito el espacio de las salas y los despachos.

Y llega la hora de hacer tábula rasa. Las maquetas se echan al suelo. Se desparraman o montan piras. Se pisan, se pisotean descuidadamente, o no. Molestan. Sin testimonios a los que no se concede valor alguno. Tan solo alguna maqueta, algún año, como en las fallas de Valencia, es perdonada y guardada. Seguramente hasta nueva orden.

Años de trabajo condenados. Olvidados, o echados  por la borda antes de que el polvo recubra las maquetas malheridas.

Y lo estudiantes devienen arquitectos.

Sus trabajos, a los sumideros. 

Sin contemplaciones.

La educación tiene algo de producción en serie donde no cabe la clemencia y la añoranza.

Quizá esta frialdad -la ausencia de sentimientos, quizá cierto sentimentalismo- explica que algunas construcciones se alcen como lo hacen en la vida real. Sin miramientos por lo que las rodea. Pisoteando. 


sábado, 18 de enero de 2025

A poco de medio siglo más tarde

 Todos hemos tenido o tenemos hijos, nietos, sobrinos, ahijados, hijastros, o incluso amistades (antiguos estudiantes) o parejas mucho más jóvenes, que nos han dado la medida del paso del tiempo, del abismo entre maneras de pensar o de percibir el mundo, y de la creciente incredulidad, incomodidad e incomprensión que se instala y distorsiona la relación.

Por lo que el encuentro con estudiantes, en clase y fuera del aula, hoy, durante el curso, no debería deparar sorpresas ni aportar experiencias o sensaciones muy distintas de las que se tienen o se sufren en los casos antes citados.

Y, sin embargo, sí ocurre. 

Es posible que la ausencia de una relación familiar sea un detonante. Fuera de los encuentros, los diálogos, las conversaciones fuera y dentro de la clase, la relación entre el docente y los estudiantes (“sus” estudiantes) es inexistente o casual. Los lazos acontecen en determinadas circunstancias -lo que no anula la posible amistad, incluso íntima y duradera: quizá la funda.

Lo más sorprendente, sin embargo, y que solo o principalmente acontece en el aula, es la sensación de la existencia de un espejo. El aula, o al menos ocurre con determinados estudiantes, se convierte en un cristal que nos devuelve nuestra imagen medio siglo antes. Ayer y hoy son distintos. Las circunstancias sociales, personales, familiares, culturales, políticas, económicas poco tienen que ver -o no tienen porque coincidir, y, sin duda, más extrañeza causaría que pudieran confundirse. Dos mundos se confrontan: mundos en los que se hallan docentes y estudiantes, separados por decenios de experiencias, ilusiones, desilusiones, logros y fracasos.

Mas, todos los obstáculos que deberían impedir cualquier aproximación o comprensión saltan por los aires. Y se produce una ilusión, un sentimiento que es a la vez cierto e ilusorio: la sensación que los estudiantes somos nosotros medio siglo antes, cuando, precisamente, nos faltaba recorrer medio siglo durante el que ilusiones, aspiraciones, creencias, temores y fatalidades se pondrían a prueba y se revelarían certeras o irreales, inevitables o imposibles, sueños o pesadillas realizados o volatilizados, sin entidad o fatales. Esta sensación de ver en el estudiante lo que fuimos nosotros media o podría dar la desagradable sensación de superioridad que lleva a la fatídica expresión -tan vacua como improcedente- de: ya verás de aquí a cincuenta años, Como si la experiencia inevitable fuera un castigo que lija, roe o destruye sueños  y nos pone en su sitio. Por el contrario, el encuentro con los estudiantes, lejos del cinismo que podríamos esperar -que no se hagan ilusiones que la vida los pondrá en su sitio, una expresión que solo traduce amargura-, como de la ilusoria creencia, tan común en la docencia, que éramos mejores que ellos cuando éramos jóvenes, porque nunca llegaran a lo que somos hoy, el encuentro -pues de un encuentro se trata- produce un fogonazo, un estallido: la ilusión que creíamos pérdida -la inseguridad ante el futuro incierto, temible y maravillosa, pues invita a un recorrido no previsto ni previsible, a un recorrido que solo puede ser personal, sin modelos que puedan guiar al estudiante- la ilusión, decíamos, existe y se manifiesta: la bendita sorpresa, la revelación de lo desconocido, el deseo de conocimiento, y la ilusión, en este caso luminosa, que los obstáculos no serán tales, y que los errores que han cometido los docentes no serán y no se cometerán. Y nadie puede asegurar que se vayan a cometer de nuevo. 

El espejo que el estudiante tiende refleja lo que éramos y a lo que aspirábamos, por encima de las diferencias antes citadas que la edad establece. Un espejo en el que el desengaño no empaña, las ilusiones se quiebran, y las esperanzas vitales, todo y las inseguridades, necesarias, están allí, enteras, íntegras, e incontaminadas. Que no vayan a seguir siéndolo no es óbice para no admirar, sin nostalgia, la imagen que el estudiante nos tiende.

Quizá por eso la docencia sea un trabajo -una vocación casual o perseguida y desarrollada, voluntaria o hallada sin quererlo- que, pese a las inevitables decepciones, tan hermoso. Nos permite darnos cuenta que, por un lado no somos únicos porque otros son lo que fuimos, y, por otro que la docencia es una práctica compartida: ambos, estudiante y docente aprenden uno del otro, un aprendizaje de la vida. Pasado y presente se unen para complementarse y enriquecerse, relativizando éxitos y fracasos, permitiendo descubrir que la vida es un trenzado, un tejido imprevisible y, sin embargo, a partir de una trama que solo se desvela a medida que se avanza. Si, la palabra medida, o mesura, es reveladora: mide lo que fuimos y los que somos, lo que aprendimos de nuestros docentes, y lo que enseñamos hoy. con la alegría, la esperanza o la ilusión que la enseñanza -que no fue vana para nosotros, y no lo es cuando aprendemos de los estudiantes-, es un aprendizaje que se transmite, un legado compartido.

 

miércoles, 8 de enero de 2025

Final de obra

 Desde hace años estudiantes de arquitectura, desengañados a veces del enfoque de los estudios que realizan, o atraídos por alguna asignatura no directamente implicada en la edificación material, deciden no construir. Prefieren optar por profesiones que requieren conocimientos de arquitectura, teóricos o prácticos, ya sea la enseñanza o la investigación, la escenografía, la antropología, el diseño gráfico o industrial, la moda, o las bellas artes. Son arquitectos porque reflexionan sobre el espacio y maneras de estar, de ocupar el espacio, modos de ser y de estar en el mundo. Porque piensan como merece la vida ser asumida.

Mas, en estos últimos años, un creciente número de estudiantes deciden no construir no por razones de gusto o de interés -razones estéticas-, sino por motivos éticos. El mundo está excesivamente construido. Existen demasiadas construcciones, a menudo deshabitadas la mayor parte del año. Las urbanizaciones desiertas se emprenden por todo el territorio. Gangrenan el entorno. No son necesarias. La fiebre del ladrillo les desalienta. No quieren contribuir a esta enfermedad.

Cabría la rehabilitación: la recuperación de lo construido. No se trata de añadir obras nuevas, sino de devolver la vida a obras abandonadas. En estos casos, sin embargo, la ética también impone el silencio. Las obras rehabilitadas multiplican su valor. Los precios ascienden. Estas obras dejan pronto de estar al alcance de una parte importante de la población.

La reflexión, la investigación, tan mal financiada es la opción vital preferida. Mas, ¿permite vivir dignamente? La mirada de muchos estudiantes denota escepticismo, distanciamiento, desengaño, estupor, matizados por la ironía, como si ya no hubiera solución.

El texto transcribe consideraciones de estudiantes, intentando no desvirtuarlas

A B. G., R.A, N.A, O. S., V. A, y tantos otros 





miércoles, 25 de diciembre de 2024

Júbilo

 ¿Qué profesor universitario no ha aspirado a obtener un año sabático? ¿Qué funcionario no lo ha perseguido -maldiciendo a quien lo obtuviera en detrimento suyo?

Un sabático es un periodo anual durante el cual el profesor abandona la docencia y las tareas de gestión, para dedicarse a labores introspectivas o contemplativas, gracias a las cuales amplía conocimientos y reflexiona sobre su trabajo, lo que le permite, al concluir el año, reemprender la docencia con nuevas ideas, nuevos esquemas y nuevas líneas de investigación. Se supone que con ánimos renovados. 

Un sabático es un alto para poder mirar hacia atrás y percibir el futuro con ojos nuevos. Todos los trabajos cotidianos se interrumpen. La meditación, la soledad, la tranquilidad y la reflexión constituyen los objetivos del año sabático que se desarrolla fuera del ámbito universitario. Corresponde a una retirada, a un enclaustramiento, o a un cambio de aire y de rutina. Una renovación mental o espiritual. Una cierta purificación, tras la evaluschim de lo emprendido, de los logros y los errores del pasado. Con el sabático, el tiempo es detiene. Las prisas no son de recibo.

Los años sabáticos se pueden solicitar cada diez años. Mas, el intervalo temporal es insólito; posiblemente incorrecto, si atendemos a lo que la expresión significa.

 Un sabático corresponde al tiempo que media entre el primer y el séptimo día, el día del Sabbat. Éste, que se puede traducir por descanso o por huelga, invita a holgazanear: a no hacer nada, no emprender trabajo alguno, rememorando el séptimo día de la creación, cuando la divinidad abandonó sus tareas y descansó. El fiel se abandona. O mejor dicho, se recoge, para pensar en el modelo de la acción divina, que cesa en su esfuerzo creativo. A la acción -necesariamente fuera de sí- sucede la vuelta hacia uno mismo y el cerrar los ojos a los acontecimientos exteriores.

El sabbat acontece cada semana. Cada siete días, un día de detención. Y cada siete sabbats, cada siete semanas, durante los cuales se han alabado las atenciones divinas, cada cuarenta y nueve días, tiene lugar el jubileo: una demostración de júbilo.

El jubilo es un estallido de alegría: se canta, se grita, se tocan instrumentos, inventados por Ioubelaios (Jubal), descendiente de Caín. Las trompetas, hechas de cuerno de carnero (yobbel) resuenan. El jubileo marca un nuevo inicio. La vida reemprende como la primera vez, renovada. Se recupera el vigor, la memoria se agudiza. Se dirá que uno renace. Los obstáculos se han superado: un viaje inédito se abre ante quien ha manifestado el júbilo, tras las siete estaciones sabáticas. Las faltas, las deudas, las manchas se perdonan tras cincuenta años de vida activa, toda una vida. Era un periodo para abandonar el ejército y retirarse al campo, en Roma. El retiro, literalmente, es un tiro que lleva consigo el apartar a quien lo recibe, de la vida en el frente. El tiro conlleva una parada, un recogimiento, un apartarse de la vida hasta entonces llevada. Un retirado ha quedado detenido. 

El jubilado inicia un nuevo tramo vital. El último. Las tareas anteriores, las preocupaciones que los sabáticos suavizaban, ya no marcan los años postreros. No necesitará ninguna jubileo más. La renovación es definitiva, última.  Accede a otra, la otra vida. Una vida que desemboca, inevitablemente, en un estallido de luz, o de sombras.

Nota: el Jubileo, periodo de renovación en el culto cristiano, cuando las puertas, cerradas a cal y canto, vuelven a abrirse durante un año para que el aire y la luz penetren de nuevo en las estancias o capillas cerradas, y las purifiquen, se inició esta pasada noche a medianoche: el inicio de un año nuevo verdadero, que empieza sin estar lastrado -ni guiado- por los acontecimientos del pasado. Un año de promesas e incertidumbres. Sin el apoyo de la experiencia, sin la sabiduría y los prejuicios, las orejeras y las visiones que el pasado ofrece e impone.


domingo, 22 de diciembre de 2024

Aprobado

 Aprobado: un resultado -mínimo, quizá, decepcionante incluso si se aspira a más, pero imprescindible si uno quiere seguir adelante en una carrera, una profesión o una relación, en la vida también- al que cualquiera que se encuentra sometido, voluntariamente o no, a prueba, a presión, aspira obtener. Un aprobado es una clase que levanta un obstáculo y permite proseguir. Un aprobado calma, se acepte con alegría, sorpresa o cierta decepción. El camino hacia la prosecución de un objetivo o un sueño, una meta real o irreal, se despeja hasta nueva orden.

El aprobado no es un resultado ambiguo. Es claro, sin ambages, indiscutible, en principio. Un aprobado es una luz verde, intensa o amortiguada.

Sin embargo, tanto en latín -origen de la palabra moderna- como en español, catalán y francés, por lo menos, aprobar ofrece matices o significados que van más allá de una sanción positiva.

No solo los exámenes o las pruebas se aprueban. También, por ejemplo, las leyes y las decisiones. El aprobado, en este caso, autoriza, facilita, despeja la aplicación de una sanción. Libera la vía -vía libre- para que un edicto que regula la vida se siga obligatoriamente. La ley aprobada es de obligado cumplimiento. Regula usos y costumbres. Encauza procedimientos. Acota acciones.  Traza vías por las que circular. Impide, por tanto, obrar con soluciones o por sendas que no gozan del aprobado. Limita las posibilidades de acción, pero legaliza ciertas decisiones o, mejor dicho, compone unas sendas o maneras que se pueden y se deben seguir si se quiere operar a plena luz. 

La aprobación tiene que ver con la luz. Aclara procedimientos y decisiones. Les aporta un fundamento, una base legal. El aprobado es la base a partir de la cual desarrollar una acción, un proyecto. Sin dicha sanción positiva no se puede operar. Solo cabe la repetición incesante, como en una maquina cuyo mecanismo se bloquea o se enroca, o como en una situación de bloqueo de la que no sabemos salir ni encontramos una salida.

 Un aprobado es una liberación. Es una mano tendida (ad-probare: la partícula adverbial ad, hacia, tiende puentes, orienta el gesto, apunta hacia el otro bando, invita a un acercamiento mutuo, facilita un primer paso, dirime diferencias que parecen insalvables, facilita el diálogo, el reconocimiento, siempre que se acepten y se respeten unas reglas: la prueba es un juego y, como todo juego, requiere ser regulado, a fin que la operación se lleve a cabo en un terreno seguro, sin trampas ni zonas oscuras. Un juego se practica siempre bajo los focos, a la vista de todos, las reglas aprendidas). Un aprobado es gesto (de buena voluntad)  que desbloquea una situación. La persona sometida a examen puede acercarse al fin. Ya no se le veta el ingreso en la comunidad. 

Tras una prueba, el aprobado demuestra el recto proceder, el cumplimiento satisfactorio de una operación, el acierto del proyecto o de la intuición, la correcta aplicación de unas reglas que logran un resultado esperado. 

Aprobar es demostrar: una demostración de conocimientos y de habilidades. El aprobado convence. Hace saltar recelos, susceptibilidades, dudas. Quien no tiene claro un procedimiento ni el objetivo perseguidos, se rinde ante la evidencia. El aprobado demuestra que la luz se ha hecho. Las sombras se han disipado. Se temía que se procedería a ciegas, que no se sabría avanzar, o solo a tientas. Se desconfiaba que la prueba pudiera llegar a buen término, y de las capacidades operativas y de razonamiento de quien llevaba a cabo la prueba. Su clarividencia estaba en entredicho. La sanción despeja las nubes. La sanción certifica las luces de quien ha aprobado.

El aprobado, en fin, legitima, da validez a un ejercicio o una operación. Da carta de crédito al método, el desarrollo, los fines y el resultado. El procedimiento es validado. Y, por tanto, es aceptable, y debe ser aceptado. El aprobado despeja las reticencias. La persona, cuyos conocimientos y habilidades estaban a prueba, y que, por tanto, estaba, temporalmente al margen de la comunidad, a la espera de la sanción, puede ingresar o volver a ingresar en un colectivo. El aprobado es un salvo conducto que impide el rechazo. Invita a la aceptación y el reconocimiento. Bendice el acercamiento, la inclusión en un grupo. El aprobado es una sanción moral, que da fe de la bondad del procedimiento, de la acción seguida para solventar una prueba. Gracias a dicha sanción reconocemos la capacidad, el talento y la luz de quienes estaban a las puertas de ingreso. Pueden entrar. Acceden, y buen pueden reemplazarnos.

Un aprobado es un paso hacia la transferencia de conocimientos, a la sucesión que permite que una comunidad no se paralice. Un aprobado facilita la vida de quien aprueba, de quien otorga el aprobado y de quienes han aprobado ya, ya que asegura que la desesperanza, el desamparo y el abandono no rigen aún. Un aprobado es un digno de esperanza para todos. Nos enriquece a todos, estudiantes y estudiosos, alumnos y profesores. 

sábado, 21 de diciembre de 2024

Suspenso

 Llegó la hora de las evaluaciones finales. Los estudiantes han realizado las pruebas parciales y finales, han entregado los trabajos prácticos, han pasado las pruebas orales -en las que se ponen a prueba sus capacidades cognitivas y expresivas ante un jurado o un examinador-, y aguardan, a veces nerviosamente, el resultado. Pende un suspenso. 

El docente, a su vez, puede afrontar con tristeza el dilema de suspender a un estudiante aplicado y participativo en clase. Un suspenso puede ser compartido: el suspenso del examinado  refleja el suspenso del examinador. 

Sin embargo, quizá  no hayamos calibrado que, en latín, suspender es un verbo que no se aplicaba a la evaluación de un examinando. El verbo, compuesto por la partícula adverbial subs-, que significa debajo, y el verbo pendere, significaba colgar de un punto elevado, o colgar cabeza abajo. Se colgaban a los condenados a muerte, y los suicidas también se colgaban, pero, habitualmente, lo que colgaba eran ofrendan suspendidas de los árboles, entregadas a las potencias invisibles. La suspensión conllevaba una entrega: de un bien, o un abandono: la voluntad, cuando un oyente quedaba suspendido de las palabras de una persona admirada o amada.

El verbo latino pendere significa pesar o sopesar. Los platos de una balanza, colgados de una barra horizontal, permiten calcular el peso de un objeto y, metafóricamente, de una argumentación.

Un suspenso académico significa que un texto, una respuesta no tiene peso, entidad. Es ligera, insulsa, inconsistente. Popularmente, no hay por dónde cogerla. Es inconsecuente y impide una respuesta adecuada. Cae por su propio peso. 

Quien se somete a examen queda, literalmente, colgado. Sufre un castigo. Su suerte pende de un hilo. En tanto que retenido, no puede avanzar ni prosperar. Sufre un cuelgue, un estado que le impide razonar y responder adecuadamente. Una persona colgada es dependiente. Su suerte pende de una decisión o voluntad ajenas. Es incapaz de tomar la vida en sus manos. No sabe qué tiene qué hacer. Está falto de sabiduría, al menos temporalmente. La mente en blanco, queda detenido, mudo, sin dar con una respuesta. No acierta a salir de una situación en la que ha quedado enredado.

Un suspenso conlleva incertidumbre: suspense. No se vislumbra qué puede suceder. La luz se ha apagado. Reina la oscuridad, que impide proseguir. Las pistas, los datos, las certezas han desaparecido. El estudiante no puede avanzar -ni retroceder. Queda encallado. Su vida se detiene. Sufre un bloqueo. Se diría que se ha dormido, se ha abandonado. No logra dar un salto adelante: carece de futuro. Todo lo que tenía que hacer, todo lo que planeaba o esperaba obtener queda lejos, fuera de su alcance. Su vida da un vuelco. Un suspenso es una trampa en la que ha caído, que lo retiene. Una cuerda, de la que pende, le impide avanzar, y mirar confiadamente hacia adelante. 

Un suspenso es un peaje que se tiene que pagar, y expiar. Es una pena (poine, en griego, es una multa), que deberá esforzarse en abonar. De algún modo, es una ofrenda que le podría abrir unas puertas que se le han cerrado, impidiéndole proseguir su carrera, sus estudios. Su suerte está en entredicho. Deberá aclarar qué dice, deberá aclarase sobre cómo proceder. 

Un suspenso es un alto forzado. Una parada impuesta por un obstáculo que no se ha podido, no se ha sabido sortear, o vencer, derribar.

Un suspenso nos pone a prueba. Obliga a redoblar esfuerzos, si fuerzas aún no queda. El suspenso es una metáfora de la vida, prendida entre la esperanza y ls incertidumbre. Todos estamos a merced del suspenso, hasta topar el suspenso final: la barrera que no lograremos abrir. 

martes, 29 de octubre de 2024

Becarito que viniste al mundo….

 


A ver, becarios.

Podéis encoger entre beca universitaria de 2000 euros brutos al año si estáis en último curso de carrera y tenéis un promedio de notas de como mínimo 7,25 sobre 10 (en la escuela de Arquitectura que es la que puntúa más bajo de toda la universidad), una beca llamada de Aprendizaje, si ya estáis en tercer curso de carrera, de entre 150 y 300 euros al mes dependiendo de las horas asignadas -una beca que paga impuestos-, o haceros novio de o influenzer tiktoker, “creador de contenidos” (una expresión deliciosa; antes se decía tan solo documentalista o redactor, quizá investigador,  lo que debe sonar a poco, a viejuno, seguramente) y obtener una beca de trece mil euros al año.

Y luego os quejáis que no hay becas….



miércoles, 23 de octubre de 2024

Docencia o intercambio

 Un reciente estudio lo pone de manifiesto: la docencia universitaria es casi irrelevante para la carrera de profesor universitario. Cierto es que, a través de encuestas estudiantiles, e informes de los departamentos y de las propias facultades, se evalúa la capacidad docente, pero también es cierto que profesores con notas mediocres en las encuestas no tienen problemas de continuidad, ni ven peligrar su permanencia, siempre que lo que la administración más valora, la labor investigadora, reciba parabienes: publicaciones incesantes en revistas “de prestigio” -se las denomina “indexadas”, lo que significa que están bien posicionadas (posición que los “cuartiles” determinan, esto es, la posición ocupada, en qué cuartas partes de los listados se halla la revista o “journal”)- en  clasificaciones o índices establecidos por agencias de control. La carrera se convierte, literalmente, en lo que la palabra evoca: un desplazamiento a toda velocidad, sin respiro, sin poder descansar ni recapacitar, mirando hacia adelante pero también hacia atrás, hacia el camino ya recorrido, con sus aciertos y sus errores, a fin de ocupar las primeras plazas y alcanzar la meta: la promoción y el reconocimiento.

Pero un docente no es solo un investigador: es un profesor, un educador.

La educación, como su nombre indica, requiere atención y cuidados: prestar atención, atender a quien se encuentra delante, el estudiante. Prestar atención implica saber dialogar: expresarse y escuchar. 

Una clase es un diálogo. Las explicaciones del profesor deben ser recibidas. El profesor debe estar seguro de la recepción de la emisión. Y ésta se manifiesta a través de la discusión. El estudiante no es un ente pasivo al que se forma o se formatea. El estudiante también enseña al profesor. Ambos son docentes y oyentes. Los comentarios, las observaciones o puntualizaciones, las preguntas del estudiante forman parte de la clase impartida: la orientan y la enriquecen. 

Un profesor no habla en el aire. Las caras, los gestos de los estudiantes emiten señales sobre la “bondad”, pertinencia, interés, y claridad de lo expuesto. El profesor debe estar a la escucha de lo que la clase, de lo que cada estudiante puede comunicarle. El saber se construye, se encuentra en permanente estado de construcción. 

En ocasiones, el profesor se equivoca de rumbo. Se encuentra sin salida, ante un muro. Son los estudiantes los que pueden ayudarle a orientarse. Un profesor puede perderse. Quizá deba hacerlo, para aprender de sus limitaciones o de sus falsas expectativas.

Una clase parte de la buena predisposición de profesores y estudiantes. El clima que se crea, a veces, es un mundo aparte que puede quebrarse en cualquier momento, y que se disuelve con el final de la lección y la bajada del telón y de la tensión. 

Una clase es una situación tensa. El profesor expone y se expone. El estudiante atiende o no, recibe o no, y juzga. Su réplica, que puede ser muda, y se manifiesta por la cara de interés o desinterés, incredulidad, apatía o atención, que un leve movimiento afirmativo o negativo corrobora, ayuda en el levantamiento de la clase. Ésta no está “ganada” de antemano. Su construcción exige una entrega absoluta, un cierto salto al vacío, y es la incertidumbre ante el desarrollo de la clase la que dota de tensión y fuerza a la lección. 

Desde luego, el estudiante tiene que “poner de su parte”: debe estar dispuesto a escuchar atentamente. Y debe juzgar y replicar pública o privadamente. Pues sin recepción, la entrega no tiene sentido. Se dirige a nadie. Emite palabras huecas, que no llegan.

Una clase es una experiencia compartida. Se trata de un juego, en verdad, en el que los participantes interactúan por el placer de seguir jugando. Las reglas están en la mesa. Y se juega libremente, a la vista de todos, previo consentimiento mutuo. Durante el juego, las bondades y flaquezas, talentos y limitaciones, quedan al descubierto, y se asumen, se aceptan. Nadie está por encima de los demás. Las mejores jugadas son imprevisibles. Las mejores intenciones pueden fracasar. La sorpresa, la toma por sorpresa, es el aliciente de una clase. Nunca se sabe qué puede ocurrir, si “algo” puede ocurrir. Que un ángel pase pude ser una buena señal. O no.

La investigación, solitaria o en laboratorio, en cambio, no requiere del contacto directo con el estudiante. Si un profesor es un investigador no es porque investiga aisladamente, sino porque pone en juego sus conocimientos y se abre a recibir las impresiones y saberes que los estudiantes le pueden comunicar. 

Sin clases, sin lecciones impartidas y recibidas, la universidad es letra muerta. Un cementerio (de elefantes).


A R.A., origen de esta breve observación. Y a tantos otros. 


lunes, 19 de agosto de 2024

CV

 ¿Qué trabajador a la búsqueda de un puesto de trabajo, sea un oficinista o un actor, qué estudiante o investigador que aspira a una beca, qué profesor que busca obtener una plaza (un sustantivo significativo: designa un espacio propio, emplazado en el seno de una colectividad, siendo las hechuras o bondades de la plaza lo que nos define, es decir define cómo se nos ve y juzga), no han tenido que elaborar un currículum vitae (un CV), enviarlo o entregarlo, una condición previa y necesaria para obtener lo que se desea o necesita?

El currículo nos define. Nos suple. Somos lo que el CV sostiene. Es nuestro sostén. Sin un curriculum no somos nadie ni nada.

El CV es lapidario. Tiene la forma de una esquela. Enumera los logros del pasado. Nada dice sobre el futuro (las ambiciones, los deseos, las posibilidades, que una entrevista personal, en cambio, desvelan acaso). Cuenta el curso de actividades que se interrumpen.

Un currículum es la narración del curso o la carrera de una vida hasta el presente. Narra un tránsito. Éste no puede ser errático. Tiene que obedecer a un objetivo. La finalidad, claramente detallada, organiza el discurso, el curso de la vida activa, una vida para la que movimiento es fundamental. Las paradas, los retrocesos están condenados. Un “hueco”, unos años de inactividad son contraproducentes. Suscita sospechas, desde luego, plantea preguntas. 

Curiosamente, son estos blancos o silencios, estas lagunas o ausencias, esta insólita quietud, los que proporcionan datos más significativos sobre lo que somos. Revelan que nos hemos parado para pensar sobre lo que hemos emprendido, el sentido de lo que hemos hecho, hacemos y queremos, desde entonces, hacer. El blanco denota una incomodidad, una crítica implícita a nuestra vida “profesional”. Expresa que queremos cambiar de vida. Manifiesta insatisfacción o inconstancia, cambios de humor, esperanzas no alcanzadas, cansancio, un carácter sobre el que se quiere investigar. Los logros son previsibles. Los silencio, no. Por eso son significativos. El desánimo no es de recibo. En el engranaje del trabajo, la buena cara debe imperar. Sin máscara el inserto en la vida es imposible. El currículum, precisamente, detalla nuestra habilidad, nuestra flexibilidad, nuestra disponibilidad, la paciencia para encajar los golpes sin abandonar el campo de juego. Quienes se retiran temporalmente para observar críticamente lo que han hecho, en qué se han vuelto, no son de recibo. La mansedumbre junto con el empeño, una imposible conjunción son exigibles. Lobo con piel de cordero, acaso sea la imagen que el curriculum deba trasmitir.

El curriculum nos clasifica. Nos ordena. Los currículos son propios de los ejércitos (de trabajadores o militares).

El currículum solo se refiera al pasado. Destaca las victorias. Obvia los fracasos: los puestos no ganados, los reconocimientos no obtenidos. Tampoco alude a dudas e incertidumbres. El ánimo o el desánimo no se refleja en el listado de actividades siempre llevadas a buen término. Un currículum suscita nostalgia cuando se elabora. 

El currículum solo tiene en cuenta lo que se ha hecho, no sobre lo que se piensa. Los sueños se proscriben. No tienen cabida. Serían considerados como vanos, aspiraciones insatisfechas

Un CV puede falsificarse. Políticos, rectores, profesores, alumnos, directores de museos, tan solo en la ciudad en la que vivimos, han añadido hechos falsos, distorsionados o embellecidos -sin que ninguna penalización les haya afectado. ¿No hemos dudado en citar u obviar algún dato que pueda ensombrecer nuestra “imagen”? Un CV debe ofrecer la mejor cara de nosotros. Entre la verdad y la mentira existen grises: hechos no probados. Improbables; hechos y datos no contrastados; acciones que no tuvieron lugar, al menos tal como se detalla.

Un CV quiere ser un retrato objetivo. En ocasiones es una creación, una ficción. Dice lo que uno no es o no ha hecho.  El currículum es el retrato que queremos mostrar. La verdad está a menudo en lo que no cuenta.

lunes, 5 de agosto de 2024

¡Fuera!

 Nota : En agosto, sin clases, quizá podamos echar la vista atrás pensando en lo que ha ocurrido, y prepararse por lo que puede ocurrir o para evitar que lo que aconteció vuelva a ocurrir.


De pronto, el profesor se calla. Interrumpe la explicación. Se queda quieto y tenso. Desciende a veces de la tarima y se dirige, casi siempre hacia las últimas filas de un aula atestada.

¡Fuera! ¡Fuera de clase! Y el alumno, nervioso o condescendiente, recoge sus cosas y sale. La clase reemprende. Ya no es la misma. Algo se ha quebrado. Quizá la confianza.

El grito puede también apuntar en dirección contraria: ¡No entre! ¡Ha pasado la hora! Algún profesor, incluso, atranca la puerta para impedir el acceso de un estudiante una vez la clase ha empezado -a la hora o a destiempo.

Fuera, fuera: ¿qué implica esta expresión pronunciada de malos modos, con cara severa, irritada o agria?

Fuera, en latín fuoris, es un adverbio que denota no una posición, sino un movimiento. No se está fuera, como si el no estar dentro designará un espacio propio, consustancial con quien está fuera, sino que se va fuera, nunca libremente,  sino por una orden de obligado cumplimiento. Fuera implica una expulsión. Se expele a quien no se acepta. La expulsión se logra mediante el ejerció de la fuerza: se empuja a quien se resiste a irse. Un atropello. El expulsado pierde sus derechos. Se le condena.

Las expulsiones acontecen, necesariamente en espacios acotados. La cota o el límite cualifica el espacio. Lo escinde entre el espacio de la bienaventuranza y el exterior, ilimitado, desordenado, en el que es inevitable perderse, perdiendo también los beneficios que aporta el estar dentro: la protección, la salvación, la redención de la presencia y el verbo de quien puede ordenarse que te alejes, amputándote del colección. La expulsión es siempre hacia un lugar sombrío. La luz, en efecto, solo brilla en ls iglesia. La calidez que impera dentro contrasta con el frío, la frialdad fuera. Uno queda desvalido, sin la validez que otorga la pertenencia a un grupo. Quien sufre una expulsión ha cruzado los límites de lo que se acepta o tolera en el seno de la comunidad o la iglesia.

Los espacios acotados y cerrados definen espacios segregados, separados del espacio no cualificado convencional. Se trata de un lugar especial, con unas leyes o reglas de comportamiento, de juego propias que no rigen fuera del nicho o del nido. Son unas leyes de obligado acatamiento. Quién es expulsado ha faltado a dichas leyes o las ha cuestionado. Ha desobedecido al mandato y, por tanto, ya no puede permanecer en el seno de la comunidad.

Tales lugares pertenecen a comunidades cerradas y, por tanto, excluyentes: áreas de juego, espacios sagrados, ejércitos, misiones, órdenes sectarias. Dentro, los miembros deben atender a las palabras del árbitro, el sacerdote, o el profesor. Literalmente, lo enunciado va a misa. Es incuestionable. Se escucha, se asume, se asiente, se obedece. La escucha puede no darse en realidad. Lo que cuenta es la imagen sumisa y devota. No es de recibo cualquier gesto no regulado, que no entra en la lista de movimientos que deben ejecutarse conjuntamente -levantarse, sentarse, arrodillarse, juntar u darse las manos, moverse rítmicamente, etc-, como buscar un teléfono móvil, teclear en un aparato electrónico, girar la cabeza para hablar en voz baja, cuando el silencio debe imperar al servicio de la voz del profeta, del mandamás, conlleva el alejamiento del grupo. Son gestos inaceptables, manifestaciones de ingratitud, cuendo deberíamos alabar incesantemente al buen pastor. La oveja negra -el color es simbólico, al igual que el animal escogido, símbolo de mansedumbre, salvo cuando adquiere un tono sombrío- es arrinconada, desestimada -pierde la estima, el aprecio, la honra, convirtiéndose en un don nadie-, y finalmente echada “fuera”. Al vacío, a las tinieblas, donde solo cabe la disolución, la pérdida de ligámenes , la desaparición.

Una secta está compuesta por seguidores -es lo que literalmente significa el verbo sequor, en latín: seguir-. Se sigue, se está de parte de quien lleva la voz cantante. Solo el líder tiene voz. Solo él o ella puede hablar. Los seguidores callan y asientes. Son todo oídos. Las palabras del líder son sagradas. De obligado cumplimiento. No se discuten. No hay discusión posible en el seno de una secta. 

¿Es lo que debería ser una clase? Un espacio acotado donde puede ocurrir lo que no tiene lugar “fuera”; un lugar de calma y reflexión, ajeno al ruido externo, a las prisas, las presiones que rigen fuera de las paredes del aula. Un lugar donde el profesor plantea dudas y preguntas, habla y escucha, invita al diálogo, y, necesariamente, para no acallar las voces distintas, discordantes, debe reflexionar sobre lo que dice y hace, debe “cuestionarse”.  Una clase es el lugar donde se plantean cuestiones, se abordan soluciones, se someten a juicio afirmaciones y dogmas, y donde la diferencia, que no puede ser atendida “fuera” merece -o debe ser- recibida y estudiada. El aula es un centro de estudio; la aplicación, el celo, el esfuerzo, la concentración son gestos y actitudes que definen el comportamiento en una clase, sin que se excluyan distracciones y ensimismamientos, que facilitan el regreso a la atención: el movimiento siempre es un avance y un retroceso, y el gesto una toma en consideración, un agarre de un problema, y el abandono para abordarlo desde otro punto de vista, o para dejarlo descansar. En clase se descansa de las visicitudes externas; es el lugar adecuado para olvidarse de lo que nos afecta fuera. Es un lugar mágico, donde todo puede ocurrir, todo lo que es imposible que acontezca fuera. El aula es donde todo puede ser, donde el ser amanece y se fragua. El adoctrinamiento, el seguidismo, la mansedumbre no tienen cabida. Una clase es un espacio donde voces distintas resuenan, una orquesta, donde las voces se conjugan, se alzan, discrepan, se callan, regresan, bajo la dirección de un director que rige y atiende. 

La expulsión conlleva una ruptura. La fe, o la confianza -que es lo mismo- se quiebran.  Recuperarlas se convierte, entonces, en una tarea quizá ya imposible. 



miércoles, 31 de julio de 2024

Historia de la universidad en Barcelona (ss. XV-XX), parte 11

 


Felix Ribas: proyecto de la Universidad Literaria de Barcelona, 1852

 

El Estudio General volvió de Cervera a Barcelona, o mejor dicho, regresó a Barcelona sin tener que abandonar Cervera, la importancia de cuyo Estudio, sin embargo, quedó debilitado tras la reapertura del Estudio en Barcelona.

El Estudio volvía a abrirse en Barcelona. Pero no tenía donde instalarse. Ya comentamos el trasiego de sede en sede, de convento en convento, hasta parar en el convento de nuestra señora del Carmen: un convento en ruinas. La penúltima sede, en el oratorio de San Felipe Neri, tuvo que mantenerse y no cerró hasta la inauguración de la universidad Literaria de Barcelona treinta años después.

Entretanto, el Ministerio y el Ayuntamiento no cesaban de invertir en el convento del Carmrn para evitar su hundimiento. Las reparaciones, las consolidaciones, eran un pozo sin fondo económico.

Pero hubo que esperar la muerte de un operario que participaba en un remiendo del convento  para que la necesidad de un edificio en condiciones se hiciera patente a mitad del siglo XIX.

¿Dónde ubicarlo? Barcelona era una ciudad aún amurallada, sin solares libres suficientemente extensos. Solo cabía utilizar los jardines del convento del Carmen y el espacio obtenido tras el derribo de una parte del convento imposible de mantener para ubicar un nuevo Estudio. Y no solo un edificio, sino varios, o uno más extenso de lo que exigía la universidad, para dar cabida a un Instituto de secundaria y una biblioteca popular. Se pensaba también en ubicar la facultad de medicina, idea finalmente desechada por imposible.

El consistorio no veía con buenos ojos la implantación de la universidad entre las ruinas del convento el Carmen, ruinas agravadas por el bombardeo de Barcelona en 1842 que afectó gravemente a lo que quedaba del convento . 

El bombardeo ordenado por el gobierno castigaba una revuelta popular. Este levantamiento se oponía a un acuerdo comercial entre los reinos de España y de Inglaterra. Dicho acuerdo reduciría los impuestos sobre los tejidos ingleses facilitando su venta en España, compitiendo así en igualdad de condiciones con los tejidos fabricados en el principado.

La altura inevitable del nuevo edificio universitario , junto con las calles angostas del barrio, atestadas de tráfico (carros y personas) podía colapsar aún más una parte de la ciudad. Eso inquietaba y hacía que no se viere con buenos ojos la proyectada nueva universidad.

Pero la urgencia de una solución definitiva al problema de la inexistencia de un edificio en condiciones llevó al Ministerio a encargar al arquitecto Félix Ribas un nueva sede, junto con la restauración temporal de las ruinas, parte de las cuales debían mantenerse e incluirse en el proyecto, para no impedir que el Estudio General siguiera abierto durante las obras.

Félix Ribas era un arquitecto y político reformista (fue diputado en las Cortes) de familia acomodada. Estudió arquitectura en la Lonja de Mar y se tituló en la Academia de San Fernando en Madrid como era preceptivo. Aunque realizó numerosos proyectos públicos de gran escala -el ayuntamiento de Tiana, por ejemplo-, pocos llegaron a buen puerto. 

De hecho, se presentaba como un teórico.Tomó partido en el enfrentamiento entre ingenieros y arquitectos. Defendía que los ingenieros se limitaran a proyectar y construir puentes y caminos, y no participaran del embellecimiento de los edificios (ya que no sabían de ornamento), mientras que los arquitectos, por el contrario, no tenían que tener vetada ninguna  atribución.. Es posible que esta defensa de la teoría y del saber frente a la ciega práctica le costará más de un proyecto. Como, por ejemplo…

Félix Ribas realizó varios proyectos para la sede universitaria. La Academia de San Fernando iba señalando errores, siempre subsanables, a los que un nuevo proyecto respondía favorablemente. El tiempo, los años pasaban.

Los fondos escaseaban. Aunque Ministerio y ayuntamiento debían repartirse los gastos, el Ministerio incumplía, y el ayuntamiento buscaba fondos ajenos.

Las obras no empezaban. Por varias razones: entre éstas, la pérdida o el extravío del  proyecto -nunca recuperado- en dependencias ministeriales y la academia de San Fernando. Félix Ribas tuvo que repetir todo el proyecto cuatro años más tarde.

Mientras, Félix Ribas tuvo que proyectar la rehabilitación del deteriorado claustro del convento del Carmen, cerrándolo y cubriéndolo con placas de vidrio y estructura metálica, dándole un aire de invernadero. 

Poco tiempo después, se inauguraba el célebre Palacio de Cristal de la primera Exposición Universal, en Londres, en 1851. La universidad del Carmen hubiera sido el primer recinto de vidrio y hierro construido. Pero los conocimientos técnicos del teórico Félix Ribas eran aproximados, también por la novedad de las técnicas constructivas necesarias para trabajar con estos nuevos materiales . Dichos defectos fueron señalados por los académicos de la academia San Fernando. No parecía que fuera ya posible un cambio de proyecto.

La situación devino insostenible. Las clases inaugurales ya no podían siquiera impartirse en el convento del Carmen. Tenían lugar en el oratorio de San Felipe Neri, en las salas nobles del consejo de ciento en el consistorio de Barcelona, o en la Diputación.

La llegada de un nuevo rector, conservador, desbloqueó la situación. Un joven arquitecto, también conservador, muy alejado del carácter reformista de Félix Ribas, recibió discretamente el encargo de una nueva sede para el Estudio General.

Poco tiempo después, el joven arquitecto Elías Rogent presentaba su propuesta, aceptada inmediatamente. 

Los herederos de Félix Ribas pleitearon durante decenios para cobrar lo que el arquitecto nunca recibió . Su proyecto y su figura cayeron en el olvido. Silenciados.

El cambio de proyecto significó un cambio simbólica y políticamente decisivo que ha marcado la vida de Barcelona. A un arquitecto teórico y reformista le sustituía un arquitecto práctico y conservador. 

Este cambio, y el ideario que lo sustentaba, se hicieron evidentes. Feliz Ribas había proyectado un templo clásico, racional, libre de connotaciones religiosas, coronado por divinidades griegas ligadas a las artes. Su proyecto estaba bajo la advocación de la diosa de las artes romana, la diosa Minerva. 

Elías Rogent, en cambio, proyectó una fortaleza neo-medieval bajo la protección de la Inmaculada Concepción. Si el proyecto de Ribas era el reflejo de la pasada ilustración, la fortaleza de Rogent apuntaba a los nuevos tiempos, que miraban a un nebuloso origen medieval, un tiempo de héroes creadores de cerradas patrias dedicadas a una raza, una religión y una lengua propias y exclusivas, una concepción política muy distinta del universalismo al que aspiraba el siglo de las luces y la arquitectura clásica. Los nuevos tiempos exaltaban el arte y la arquitectura románicos presentados como un arte propio, étnico, nacional, en los orígenes de la “nación”.

La nueva sede de la Universidad Literaria de Barcelona debía ocupar el solar del derribado  convento del Carmen, de las ruinas y de los jardines transformados en un jardín botánico.

Quizá por la falta de espacio, finalmente se optó por un nuevo solar, tras  el derribo de las murallas. Este terreno se ubicaba fuera de la ciudad “antigua”, pero conectada visualmente con la antigua sede del Estudio General , derribado tras su conversión en cuartel. Su desaparición permitió abrir una nueva puerta en la muralla, la puerta de Isabel II, en 1847,  al final de las Ramblas. Esta puerta, largamente requerida, facilitaba la conexión real y visual  entre la ciudad antigua, los caminos que conectaban con los pueblos cercanos, y la nueva trama urbana, el Ensanche, en ciernes. Una trama defendida por Félix Ribas, una trama cuadriculada, racional, no dependiente de localismos, y obviamente denostada por Rogent. En este caso, la razón se impuso a la leyenda. 

La errática historia de la universidad en Barcelona ¿había llegado a su fin a finales del siglo XIX

(continuará)