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viernes, 2 de mayo de 2025

El cuerpo y la ciudad: Tibbis (Argelia, s. II dC)

 


















Fotos: Tocho, Tibbis (Argelia), mayo de 2025


Si la ciudad bien regida es la metáfora del alma, o es un cuerpo lleno de vida, en ningún otro lugar se percibe literalmente estas asociaciones como la ciudad numido-romana de Tibbis.

El nombre deriva del numida -una lengua y una grafía del pasado, que resistieron a la romanización  y solo se extinguieron con la forzada islamización en el siglo VII- Tibist -de donde proviene el nombre de la ciudad en ruinas desde la destrucción por los árabes-, una palabra que designaba un vientre grávido, encinto. La relación entre el cuerpo fértil y la ciudad se estableció gracias a la numerosa presencia -hoy reducidas a trazas- de numerosas tumbas numidas formadas por un tambor coronado por un cono o una cúpula : una forma abombada que sobresalía, como un ombligo de un vientre encinto, de la tierra. 

Esta asociación no solo reflejaba que la ciudad de los inicios era la ciudad de los muertos, sino que la ciudad acogía también a los difuntos -cuyas tumbas anunciaban la ciudad y formaban parte de los hogares- devueltos a la vida en la ciudad.

Estas evocaciones soteriológicas -que denotan la creencia en la vida después de la muerte- también explican la presencia de santuarios dedicados a diversos cultos -o se apoyan en éstos-, entre los que destacaban cultos a divinidades numidas, a Ceres, la diosa del inframundo -y del crecimiento o renacimiento cíclico de las espigas que aún pueblan las ruinas-, a Mitra, una divinidad hindú-persa adoptada por Roma, que nacía, moría y resucitaba, dando su vida y su sangre por sus fieles que comulgaban con la divinidad a través del pan y del vino, y a Saturno, el dios-padre romano, portador de un cuerno de la abundancia, o de espigas, sobre todo en el norte de África, en cuyas manos se hallaba el destino de la ciudad.

Esta preocupación por la vida más allá de la vida no era extraña. La ciudad, agazapada por la ladera rocosa de una montaña, vertía sobre un tajo abismal, por donde circulaban bandas y ejércitos armados, refugiados en las montañas, escapados del control de Roma, que pretendían tomas la ciudad de Cinta (llamada posteriormente Constantine, en honor del emperador Constantino). Ls vida y la muerte de las ciudades y los cultivos se dirimían en Tibbis.

Hoy, los restos dispersos como huesos salpican las escarpadas laderas de piedra rojiza como un cuerpo desollado de los montes Aurès .

lunes, 30 de diciembre de 2024

Piedra como porcelana (Península arábiga, IV milenio AC)














 

Cuencos de piedra, cuarto y tercer milenios, península arábiga, Museo Nacional de Omán, Muscat

Fotos: Tocho, diciembre de 2024


Tallar figuras de piedra dura con instrumentos de piedra, cuerdas  y varillas de madera, en la Edad de Bronce, era una proeza. Crear objetos cóncavos de piedra, tales como cuencos y cajas, a veces con compartimentos interiores, con instrumentos de piedra, se nos antoja una tarea manual imposible. Las paredes de los objetos tienen el grosor de la porcelana o de la cáscara de huevo, aún más fragilizadas por la ornamentación grabada: líneas paralelas y círculos, a los que menos de medio milímetro de piedra separa del vacío n interior.

Estas ofrendas funerarias de la península arábiga, ejecutados entre el 3500 y el 1600 AC, de diseños y trabajo perfectos, constituyen algunos de los objetos más hermosos y técnicamente más logrados de la Edad de Bronce. Unos objetos por un lado útiles (recipientes, vasijas, cajas con tapa, también de piedra), y por otra lado sagrados, que acompañaban y honraban a los difuntos. La modestia, el cuidado, la atención se combinan en una piezas cuyo mayor lujo consiste en en la sencillez de las formas y de la ornamentación, que seguramente remite a la cestería -y al trabajo de orfebre en láminas de plata o de oro. 

jueves, 25 de noviembre de 2021

ABANTOS. HOMENAJE A PALOMA CABRERA BONET (2021)

 


https://www.libreria.culturaydeporte.gob.es/ebook/5236/free_download/


Paloma Cabrera fue la gran conservadora de cerámica griega del Museo Arqueológico Nacional en Madrid. Erudita, generosa y discreta, logró que dicha colección fuera la segunda más importante de Europa y ls cuarta del mundo. Accedía con generosidad a préstamos y siempre estaba dispuesta a echar una mano y a comunicar todo lo que sabía sobre Grecia.

Nadie se ha repuesto de tan inesperada y súbita pérdida (al menos para los que no teníamos  un trato habitual).

El museo ha editado un grueso libro homenaje con artículos redactados para la ocasión, en el que se incluye un texto nuestro, amablemente invitado por los responsables de ls publicación. Versa sobre los viajes del dios Apolo, una figura bien representada en la extraordinaria colección de cerámica griega del museo.

Un recuerdo para tan destacada figura humanista, Paloma Cabrera.



miércoles, 25 de agosto de 2021

SIR NORMAN FOSTER (1935): NARBOVIA (MUSEO ARQUEOLÓGICO, NARBONA, 2021)











































Fotos: Tocho, agosto de 2021


Pese al poco afortunado nombre -NarboVia-, se trata del museo de arqueología más recientemente inaugurado en Francia, y uno de los últimos nuevos museos en general abiertos en Europa.
La obra concluyó hace un año; la pandemia retrasó la apertura al pasado mes de julio.
El proyecto del arquitecto británico Norman Foster se ha levantado con piezas prefabricadas de hormigón en la periferia de Narbona, y se asemeja a un hangar industrial que preserva o rescata piezas mutilaras, devolviéndoles prestancia, sin camuflar las heridas.

Narbona, uno de los puertos romanos más importantes en el Mediterráneo Occidental -hoy en medio de las tierras debido a la acumulación de los sedimentos. 
Cuesta hoy creer que Narbo Martius, una colonia Romana, bajo la advocation del dios de la guerra Marte, fundada a finales del s. II aC a partir de un asentamiento íbero, llegó a ser la capital de la Galia Romana, cuando se contemplan los restos romanos; apenas nada: mármoles rotos, columnas fragmentadas que formaban parte del Capitolio más grande en Galia, estatuas derribadas y destruidas, frescos de mansiones hechos añicos, tras los saqueos bárbaros y la ocupación visigótico en el s. V.

El museo es un hermoso  contenedor, vasto y de gran altura, casi un relicario de fragmentos a los que en ocasiones es imposible asignarles un origen, y que en ocasiones se exponen revueltos en el suelo, la viva imagen de la devastación. 
Pero el museo, sobrio, perfectamente estructurado logra que fragmentos evoquen, sin nostalgia sino con admiración, el esplendor de la arquitectura religiosa y civil  y del espacio privado romanos. A partir de unos pocos restos -testas partidas, relieves gastados, hojas de acanto rotas que componían capiteles perdidos-, el museo es el espacio que mejor permite encontrarse con Roma, siendo testigos de la incuria del tiempo y sobre todo de los hombres: una lección ética y estética.