No es extraño que el Arts Institute de Chicago dedique una exposición a la pintora norteamericana Georgia O’ Keeffe, dado que se formó en la escuela de arte de esta ciudad a principios del siglo XX, si bien una de sus series pictóricas (y de dibujos) más conocida estuvo dedicada a retratar los rascacielos, no de la ciudad del lago Dino de Nueva York donde vivió en la década de los años veinte.
Rascacielos o, mejor dicho, el estrecho, recto y casi infinito espacio longitudinal que se abre entre los acantilados de los edificios, una brecha de luz entre dos paredes casi rocosas, representada desde un punto de vista muy bajo, forzando la fuga de las líneas paralelas horizontales, o, en ocasiones, percibida desde las alturas, desde un piso que ocupaba en un rascacielos.
Georgia O’ Keeffe, una de las primeras pintoras abstractas, logró fundir en una misma imagen la verticalidad inmutable de los rascacielos, y la sensación de velocidad a la que las calles rectas, trazadas a escuadra y cartabón, recorridas por vehículos ya mecánicos, invitaban.
Al mismo tiempo, los colores de Nueva York, a menudo, más propios de los paisajes desérticos del sur de los Estados Unidos, que fascinaban a O’Keeffe, desdibujaban las diferencias entre la urbe y la naturaleza, una ciudad mineral como los imponentes riscos recortados del desierto.
Una primera exposición sobre las vistas de Nueva York pintadas por O’ Keeffe, se ha inaugurado en la ciudad de Chicago.
https://www.artic.edu/exhibitions/9539/georgia-o-keeffe-my-new-yorks