Ea difícil, quizá improcedente, comentar unas afirmaciones sacadas de contexto o sin conocer dicho contexto. El comentario puede ser irrelevante o impertinente.
Ha sorprendido que un ministro de cultura haya defendido la existencia de arte colonial en España -un arte que debe ser estudiado como una muestra de dominio de una cultura sobre otra- poniendo como ejemplo el arte íbero, fruto del colonialismo practicado por pueblos del mediterráneo occidental, y de la imposición de modelos culturales romanos.
Dicha afirmación se sustenta en cuatro postulados: la equiparación de asentamientos griegos y cartagineses en la península ibérica, su equiparación con los asentamientos romanos, su calificación de colonialismo comparándolos por tanto con, suponemos, el colonialismo occidental en África y Extremo Oriente en el siglo XIX y, finalmente, la creencia en la existencia de culturas puras y culturas impuras.
La colonización griega del Mediterráneo occidental y central, se originó entre los siglos octavo y cuarto aC. Grupos reducidos de colonos, venidos en barco, inicialmente de ciudades de la Grecia continental y, posteriormente de asentamientos griegos ya fundados, se instalaron en el sur de Italia, en Sicilia, y en la costa franco-hispana. Los colonizadores solían instalarse en islas antes de pasar a las costras continentales, deshabitadas, ya que las poblaciones nativas solían instalarse en altozanos, retirados del frente marítimo, considerado inseguro e insalubre. Dichos asentamientos ocupaban un espacio limitado y comprendían decenas o un centenar de habitantes. Emporio, la griega Ampurias, en el noreste de la península ibérica, es un buen ejemplo de colonia de segunda generación, fundada por colonos venidos de Marsella, un primera colonia creada por colonos venido de Grecia.
Este movimiento migratorio no tenía como función la conquista de tierras, el dominio de poblaciones nativas ni la explotación de recursos naturales y humanos. Los desplazamientos venían motivados por el hambre. Los estrechos valles griegos no lograban alimentar a las poblaciones urbanas, por lo que las ciudades griegas se vieron obligadas a expulsar grupos reducidos de jóvenes para que pudieran hallar territorios más fértiles donde sobrevivir.
Las relaciones de los colonos con las poblaciones nativas no fueron hostiles. Cada grupo vivía en un territorio separado y los intercambios, llevados a cabo en santuarios ubicados en la periferia de las colonias, fueron benéficos para ambos grupos humanos. Las relaciones entre la capital layetana, Ullastret, y la colonia de Ampurias, es también un ejemplo de las relaciones entre griegos e iberos.
Los asentamientos cartagineses, como la hipotética Barcelona antes de su refundación como colonia romana republicana, fueron escasos y de poca importancia. Tampoco fueron asentamientos habitacionales sino emporios (como una parte de los asentamientos griegos), puertos donde comerciar con las poblaciones nativas. En ningún caso, centros de poder desde los que dominar y explotar poblaciones ya existentes (una expresión más precisa que la de nativas)
Dichos desplazamientos de población no fueron distintos de los actuales y trágicos desplazamientos migratorios del norte de África, de centro África y del este de Europa hacia España. Calificar a los inmigrantes subsaharianos de colonizadores solo está al alcance de ciertos políticos de extrema derecha, independentistas o no.
Roma sí conquistó Europa, al igual que los Celtas. La conquista se llevó a cabo mediante la guerra y, como la conquista de Galia, por medio de la eliminación de las poblaciones galas. Mas, Roma no impuso ningún modelo cultural romano. Dicho modelo fue asumido por las poblaciones conquistadas. Las lenguas, las costumbres, las creencias locales pudieron seguir sin problemas, si bien fueron poco a poco abandonadas en favor de los modos de vida romanos, que, en ningún caso, excluyeron a nadie. Los romanos, en verdad, no invadieron ni ocuparon territorios -no tenían suficientes excedentes de población para llevar a cabo este dominio-, sino que las poblaciones existentes fueron adoptando poco a poco modos de vida y de organización del territorio romanos. Los núcleos poblacionales iberos, por ejemplo, siguieron, algunos se “romanizaron”, otros perduraron tal como estaban, con o sin construcciones romanas. No hubo destrucción de asentamientos, salvo cuando se produjeron enfrentamientos, durante la conquista, principalmente.
Estamos hablando de culturas íberas, griegas, romanas, dando por sentado que existen culturas propias, puras, “genuinas”. ¿Existen? Sin duda: en nuestra imaginación, en nuestras interpretaciones simplificadoras. Mas, no existen culturas nativas y culturas mestizas. Todas son mestizas. Roma es una mezcla de Etruria, Grecia, culturas itálicas…. En Grecia resuenan culturas del Levante, egipcias y neo-asirias. Egipto es una mescolanza de culturas africanas sureñas y norteñas y, más tarde, helenísticas, las cuales, a su vez, conjugan rasgos y creencias de la Grecia continental, con otras venidas del mundo siro-mesopotámico, y de centro Asia.. Los imperios del próximo oriente resultan del cruce, el intercambio, con diversas culturas “orientales”, egipcias, centroasiaticas, griegas, hindúes….
La cultura es el lugar donde la noción de pureza (que conlleva exclusión) se diluye en favor del encuentro, el intercambio, el trueque, la aceptación de ideas, formas y maneras ajenas; la cultura nace de la transmisión y la asunción.
La noción de cultura nativa, autóctona, se basa en el rechazo, la violencia, que corta el paso al encuentro, a la apertura de miras.
La cultura es una creación en común, fruto del diálogo, del intercambio, del juego. Considerar que la cultura íbera es fruto de la mezcla, cuando no lo es la griega o la romana, es un error. Tampoco existe un arte genuino y otro espurio. El arte Romano de Roma revela encuentros con culturas latinas; el que se dio en Emérita, por ejemplo, encuentros con poblaciones celtas. No existe un único modelo cultural romano, como tampoco de ninguna cultura. Las culturas íberas presentan variantes importantes, fruto de los encuentros y asunciones producidos.
¿Un cuento de hadas, entonces? Las culturas politeístas han sólido ser tolerantes -aunque se dan violentas reacciones en contra del islam por parte del hinduismo-, frente al monoteísmo más excluyente -con la excepción del Zoroastrismo, nada dado, por otra parte, al autoritario proselitismo. Las culturas monoteístas han podido tener relaciones pacíficas -aunque tirantes y recelosas a menudo-, pero la exclusión ha sido la norma -si bien el misticismo cristiano del siglo XVI revela una fuerte impronta del misticismo islámico sufí…. Nada es blanco y negro, lo que simplificaría mucho las lecturas.
Estas afirmaciones sobre lo genuino y lo colonizado son un error que un ministro no debería cometer, aunque dicho error pueda haber sido causado por quienes le han educado. Son, desde luego, una muestra de mala educación.