Fotos: Tocho, mayo de 2020
Sobre las tierras donde se levantaba la torre de Gombau (un nombre de origen germánico), un violento noble de la corte de Aragón, en el siglo XI, dueño de Montjuich y de la sierra que cerca la ciudad de Barcelona, se levantó, en la segunda mitad de los años cincuenta el polígono del mismo nombre, Gombau, hoy Montbau.
El polígono fue una obra municipal encargada por el alcalde José María de Porcioles (1904-1993) a tres jóvenes arquitectos ya reconocidos (Guillermo Giraldéz, 1925, Pedro López Íñigo, 1926-1997, y Javier Subías, 1926), tan solo cinco años despúes de finalizar la carrera, a quienes pagó un viaje de estudios por Europa, en particular a Berlín donde se estaba construyendo el barrio de Interbau.
Porcioles había sido nombrado alcalde tras su éxito gestionando el polígono de las Viviendas del Congreso, financiadas por el arzobispado para familias pobres cristianas escogidas por la iglesia.
Montbau se hizo en tres fases. En la primera, influida aún por el CIAM primó la higiene y la luz; es donde más intervinieron los tres arquitectos. Una gran plaza central acogió el primer arte público abstracto de la ciudad: una escultura de Marcel Martí (1925-2010).
La segunda fase, marcada por el Team X, contó con la intervención de Bonet Castellana quien proyectó las altas torres y la biblioteca. La interacción social fue el tema del proyecto, lograda a través de pequeñas plazas, en varios niveles, delimitadas por bloques en L. Se previeron talleres artesanos y pequeños comercios, contrariamente a un gran mercado, más habitual en un polígono.
La tercera fase se alejó de los postulados anteriores y se fijó en el llamado alfombrados. Compuso lo que puede ser considerado como un único edificio extendido por la ladera en el que las terrazas de los volúmenes inferiores hacen de calle en los superiores.
La obra fue financiada y gestionada no por una promotora sino por cooperativas (de funcionarios municipales, taxistas, etc.) que no buscaban hacer dinero, aunque en ocasiones pedían rebajas en la calidad de los materiales para obtener pisos más económicos.
En función de la riqueza de las cooperativas se obtuvieron pisos entre 70 y 120 m2, estos últimos en el gran bloque con pisos en dos niveles (dúplex).
Finalmente, se cuidó la relación con la naturaleza, haciendo que el polígono se insertara en el bosque. Hoy, es uno de los barrios más arbolados de la ciudad.
Tras unos años 80 muy difíciles por el tráfico de droga, hoy es junto con el Congreso y polígono mejor conservado y más valorado.
Agradecimientos a Arcadio de Bobes, David Mesa y Mónica Sambade por sus explicaciones y, sobre todo, a Andreu Carrascal, archivero y responsable del Archivo Histórico del Colegio de Arquitectos de Cataluña, Barcelona, cuyas palabras reproduzco (los errores son solo imputables a mí) y a quien agradezco las detalladas explicaciones y aclaraciones.
El Colegio de Arquitectos de Cataluña de Barcelona acoge una hermosa exposición dedicada a este polígono.