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miércoles, 12 de octubre de 2022

Ritual fundacional en Mesopotamia

Algunas leyendas cuentan que los monarcas mandaban sacrificar a los arquitectos que habían edificado sus templos o sus tumbas, a fin de evitar que divulgaran sus secretos. Es así cómo acabó el constructor del templo de Salomón, apresado y torturado por arquitectos rivales deseosos de apoderarse de los secretos que, sin duda, Yahvé le había contado, secretos que, sin embargo, se resistió a contar.

El ritual fundacional en Mesopotamia estaba bajo la protección del dios Enki (dios de los fundamentos, inventor de las técnicas edilicias y valedor de las obras).
Sin embargo, no siempre intervenía directa, físicamente, sino que delegaba en divinidades de su confianza: su hijo, el dios de los ladrillos Kulla, y Mushdama, quién, pese que era el constructor predilecto del dios Enlil -dios de las aguas del cielo (cuyas compuertas manejaba cuando, por ejemplo, el cenáculo divino decidía anegar la tierra con un diluvio para purificarla y controlar el inquietantemente creciente número de habitantes), portavoz del dios supremo An-, era el encargado de supervisar la construcción con los ladrillos que Kulla le entregaba.

La intervención de dichos dioses requería una doble ceremonia: la invocación, al iniciar la construcción, y la despedida, una vez la obra concluida.

Es así como, una vez la zanja abierta, antes de disponer la primera capa de ladrillos que constituirían la base de los cimientos, la tierra se regaba con perfumes, aceite de sésamo y de ciprés, resina de cedro, cerveza, vino, ungüentos, y sangre de corderos sacrificados, amén de la deposición piedras preciosas, y pepitas de oro y plata, de manera que los poderes inferiores no se sintieran ultrajados por la deposición de unos cimientos en sus dominios.

Mas, una vez la obra concluida, se invitaba sin miramientos al dios Kulla a abandonar la obra y regresar a su mundo. En ocasiones, se cantaba que el dios retornaba alegremente entre los suyos, tras haber cumplido con éxito la tarea encomendada, pero otras plegarias presentan en cambio un tono más seco e imperativo. La obra quedaba en manos de los reyes, y los dioses no tenían nada ya qué hacer.
  
Sin embargo, al quedar el edificio desprotegido, se impedía que, durante tres días tras la finalización de las obras, pudiera ser ocupado. El edificio se cerraba y nadie podía entrar, no fuera que algún genio maligno hubiera quedado encerrado y tuviera dificultades en salir.

Hoy ya no se despiden a algunos arquitectos de sus obras. 

domingo, 10 de julio de 2022

(El origen del) Ladrillo

 Un breve texto sobre el origen del ladrillo debería remontarse a Mesopotamia. Mas, esta vez, por una vez, el viaje arranca en Roma. En concreto en una de sus basílicas cristianas, las más importante y antigua de todas, la catedral de Roma, que no es San Pedro del Vaticano, sino San Juan de Letrán -que no pertenece a Italia sino a los territorios extraterritoriales del Vaticano.

La basílica paleocristiana de Letrán, construida en el siglo IV, se alza en los dominios de una conocida familia patricia de la Roma Imperial: los Lateranos, cuyo principal palacio, que perdieron por orden del emperador Nerón, se encontraba en este lugar, aunque sus restos no se perdieron enteramente. Aún quedan ruinas de dicha mansión en el conjunto edilicio de la basílica.

El nombre patricio de Laterano deriva del dios (o del genio) romano Lateranus, sin equivalencia en el mundo griego. Divinidad de la que se guardan muy pocas noticias, pero que debía tener importancia, y que debía tener un peculiar santuario en el lugar del palacio de los Lateranos.

Lateranus era la divinidad protectora de los hornos en los que se cocían los lateri o ladrillos. Dichos hornos, o dichos santuarios, se ubicaban fuera de la ciudad, por el peligro que el intenso y permanente fuego acarreaba. Un fuego que no solo cocía la arcilla moldeada, sino que le permitía germinar, de modo que los ladrillos resultantes no fueran meros objetos inertes, sino entes (o seres) pletóricos de vida (de fuego), capaces de otorgar vida (y de mantener en vida) a los hogares. Lateranus era, indirectamente, una divinidad protectora del hogar. Otorgaba solidez y prestancia a la obra.

Si Lateranus es hoy una divinidad desconocida es posible que sea debido a que Lateranus fuera una indigitación de Vulcanus, esto es, un nombre que se pronunciaba cuando se quería invocar una de los fuerzas o capacidades, una de las funciones de Vulcanus, un dios principal, en este caso. Un nombre o propiedad divino devenido divinidad a parte entera, algo así como un avatar.

Aunque Vulcanus acabara siendo asociado a Hefesto, el dios griego de la forja, el fuego sobre el que velaba Vulcanus animaba exclusivamente a la arcilla, no a los metales. Vulcano no era el dios de los  herreros, sino de los ceramistas.

Pero el fuego alumbra pero también destruye. Vulcano estaba asociado a Marte, el dios de la guerra -y de la paz, que la amenaza de la guerra preserva. Los sacrificios a Vulcano exigían la combustión completa de los animales sacrificados, sin que los participantes pudieran comulgar con alguna parte de la carne cocida. Entre las víctimas propicias, se echaban al fuego peces vivos, para que Vulcano no desecara las fuentes y los ríos, dejando a las casas sedientas. A Vulcano se le honraba, obviamente, en verano, en concreto en el mes de agosto -cuando el peligro de la tierra agostada, reseca, amenazaba. 

No es casual que el catalán maó y el italiano mattone, ladrillo en estas lenguas latinas, deriven del adjetivo latino madidus, que significa húmedo, impregnado de agua, lo que puede parecer paradójico puesto que el ladrillo cocido carece precisamente de líquido, y que un ladrillo sin cocer debe secarse previamente al sol para poder ser apilado e insertado en un muro en construcción, pero no lo es porque lo que impregna al ladrillo es una fuente o fuerza vital. Un ladrillo es un ente seco, que no reseco.

El later o ladrillo era pues el fundamento de la casa, su germen. A través del ladrillo, obtenido por la benefactora intersección de Lateranus -o de Vulcanus-, se garantizaba la protección del hogar, que ni la sequía ni los incendios, la desecación vital privaría de las fuentes de la vida. Con los ladrillos se edificaban espacios protectores. Aunque asociado a Marte, Vulcano era defensivo -frente al carácter ofensivo (agresivo, violento, insultante) de Marte. Vulcano en su faceta del dios del latericio u obra de ladrillo, era quien levantaba muros defensivos contra las agresiones externas que asediaban las casas. Vulcano-Laterano garantizaba la paz en el hogar: a través de cada uno de los ladrillos, receptáculos de fuego o de vida, la casa podía constituir un refugio seguro y perdurable, el asiento de la vida comunitaria, la base de la vida humana.