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miércoles, 31 de julio de 2024

Historia de la universidad en Barcelona (ss. XV-XX), parte 11

 


Felix Ribas: proyecto de la Universidad Literaria de Barcelona, 1852

 

El Estudio General volvió de Cervera a Barcelona, o mejor dicho, regresó a Barcelona sin tener que abandonar Cervera, la importancia de cuyo Estudio, sin embargo, quedó debilitado tras la reapertura del Estudio en Barcelona.

El Estudio volvía a abrirse en Barcelona. Pero no tenía donde instalarse. Ya comentamos el trasiego de sede en sede, de convento en convento, hasta parar en el convento de nuestra señora del Carmen: un convento en ruinas. La penúltima sede, en el oratorio de San Felipe Neri, tuvo que mantenerse y no cerró hasta la inauguración de la universidad Literaria de Barcelona treinta años después.

Entretanto, el Ministerio y el Ayuntamiento no cesaban de invertir en el convento del Carmrn para evitar su hundimiento. Las reparaciones, las consolidaciones, eran un pozo sin fondo económico.

Pero hubo que esperar la muerte de un operario que participaba en un remiendo del convento  para que la necesidad de un edificio en condiciones se hiciera patente a mitad del siglo XIX.

¿Dónde ubicarlo? Barcelona era una ciudad aún amurallada, sin solares libres suficientemente extensos. Solo cabía utilizar los jardines del convento del Carmen y el espacio obtenido tras el derribo de una parte del convento imposible de mantener para ubicar un nuevo Estudio. Y no solo un edificio, sino varios, o uno más extenso de lo que exigía la universidad, para dar cabida a un Instituto de secundaria y una biblioteca popular. Se pensaba también en ubicar la facultad de medicina, idea finalmente desechada por imposible.

El consistorio no veía con buenos ojos la implantación de la universidad entre las ruinas del convento el Carmen, ruinas agravadas por el bombardeo de Barcelona en 1842 que afectó gravemente a lo que quedaba del convento . 

El bombardeo ordenado por el gobierno castigaba una revuelta popular. Este levantamiento se oponía a un acuerdo comercial entre los reinos de España y de Inglaterra. Dicho acuerdo reduciría los impuestos sobre los tejidos ingleses facilitando su venta en España, compitiendo así en igualdad de condiciones con los tejidos fabricados en el principado.

La altura inevitable del nuevo edificio universitario , junto con las calles angostas del barrio, atestadas de tráfico (carros y personas) podía colapsar aún más una parte de la ciudad. Eso inquietaba y hacía que no se viere con buenos ojos la proyectada nueva universidad.

Pero la urgencia de una solución definitiva al problema de la inexistencia de un edificio en condiciones llevó al Ministerio a encargar al arquitecto Félix Ribas un nueva sede, junto con la restauración temporal de las ruinas, parte de las cuales debían mantenerse e incluirse en el proyecto, para no impedir que el Estudio General siguiera abierto durante las obras.

Félix Ribas era un arquitecto y político reformista (fue diputado en las Cortes) de familia acomodada. Estudió arquitectura en la Lonja de Mar y se tituló en la Academia de San Fernando en Madrid como era preceptivo. Aunque realizó numerosos proyectos públicos de gran escala -el ayuntamiento de Tiana, por ejemplo-, pocos llegaron a buen puerto. 

De hecho, se presentaba como un teórico.Tomó partido en el enfrentamiento entre ingenieros y arquitectos. Defendía que los ingenieros se limitaran a proyectar y construir puentes y caminos, y no participaran del embellecimiento de los edificios (ya que no sabían de ornamento), mientras que los arquitectos, por el contrario, no tenían que tener vetada ninguna  atribución.. Es posible que esta defensa de la teoría y del saber frente a la ciega práctica le costará más de un proyecto. Como, por ejemplo…

Félix Ribas realizó varios proyectos para la sede universitaria. La Academia de San Fernando iba señalando errores, siempre subsanables, a los que un nuevo proyecto respondía favorablemente. El tiempo, los años pasaban.

Los fondos escaseaban. Aunque Ministerio y ayuntamiento debían repartirse los gastos, el Ministerio incumplía, y el ayuntamiento buscaba fondos ajenos.

Las obras no empezaban. Por varias razones: entre éstas, la pérdida o el extravío del  proyecto -nunca recuperado- en dependencias ministeriales y la academia de San Fernando. Félix Ribas tuvo que repetir todo el proyecto cuatro años más tarde.

Mientras, Félix Ribas tuvo que proyectar la rehabilitación del deteriorado claustro del convento del Carmen, cerrándolo y cubriéndolo con placas de vidrio y estructura metálica, dándole un aire de invernadero. 

Poco tiempo después, se inauguraba el célebre Palacio de Cristal de la primera Exposición Universal, en Londres, en 1851. La universidad del Carmen hubiera sido el primer recinto de vidrio y hierro construido. Pero los conocimientos técnicos del teórico Félix Ribas eran aproximados, también por la novedad de las técnicas constructivas necesarias para trabajar con estos nuevos materiales . Dichos defectos fueron señalados por los académicos de la academia San Fernando. No parecía que fuera ya posible un cambio de proyecto.

La situación devino insostenible. Las clases inaugurales ya no podían siquiera impartirse en el convento del Carmen. Tenían lugar en el oratorio de San Felipe Neri, en las salas nobles del consejo de ciento en el consistorio de Barcelona, o en la Diputación.

La llegada de un nuevo rector, conservador, desbloqueó la situación. Un joven arquitecto, también conservador, muy alejado del carácter reformista de Félix Ribas, recibió discretamente el encargo de una nueva sede para el Estudio General.

Poco tiempo después, el joven arquitecto Elías Rogent presentaba su propuesta, aceptada inmediatamente. 

Los herederos de Félix Ribas pleitearon durante decenios para cobrar lo que el arquitecto nunca recibió . Su proyecto y su figura cayeron en el olvido. Silenciados.

El cambio de proyecto significó un cambio simbólica y políticamente decisivo que ha marcado la vida de Barcelona. A un arquitecto teórico y reformista le sustituía un arquitecto práctico y conservador. 

Este cambio, y el ideario que lo sustentaba, se hicieron evidentes. Feliz Ribas había proyectado un templo clásico, racional, libre de connotaciones religiosas, coronado por divinidades griegas ligadas a las artes. Su proyecto estaba bajo la advocación de la diosa de las artes romana, la diosa Minerva. 

Elías Rogent, en cambio, proyectó una fortaleza neo-medieval bajo la protección de la Inmaculada Concepción. Si el proyecto de Ribas era el reflejo de la pasada ilustración, la fortaleza de Rogent apuntaba a los nuevos tiempos, que miraban a un nebuloso origen medieval, un tiempo de héroes creadores de cerradas patrias dedicadas a una raza, una religión y una lengua propias y exclusivas, una concepción política muy distinta del universalismo al que aspiraba el siglo de las luces y la arquitectura clásica. Los nuevos tiempos exaltaban el arte y la arquitectura románicos presentados como un arte propio, étnico, nacional, en los orígenes de la “nación”.

La nueva sede de la Universidad Literaria de Barcelona debía ocupar el solar del derribado  convento del Carmen, de las ruinas y de los jardines transformados en un jardín botánico.

Quizá por la falta de espacio, finalmente se optó por un nuevo solar, tras  el derribo de las murallas. Este terreno se ubicaba fuera de la ciudad “antigua”, pero conectada visualmente con la antigua sede del Estudio General , derribado tras su conversión en cuartel. Su desaparición permitió abrir una nueva puerta en la muralla, la puerta de Isabel II, en 1847,  al final de las Ramblas. Esta puerta, largamente requerida, facilitaba la conexión real y visual  entre la ciudad antigua, los caminos que conectaban con los pueblos cercanos, y la nueva trama urbana, el Ensanche, en ciernes. Una trama defendida por Félix Ribas, una trama cuadriculada, racional, no dependiente de localismos, y obviamente denostada por Rogent. En este caso, la razón se impuso a la leyenda. 

La errática historia de la universidad en Barcelona ¿había llegado a su fin a finales del siglo XIX

(continuará)






viernes, 19 de julio de 2024

La historia de la universidad en Barcelona (ss. XV-XX), parte 5










 


La historia de la universidad de Barcelona es la de un deambular incesante. Entre los siglos XIV y XX, la universidad fue de sede en sede, como un alma en pena, asentándose apenas un año en algún caso, antes de volver a huir dejando un reguero de ruinas. 

Once sedes en una estrecha ciudad amurallada constituye un récord difícilmente superable, alentado a menudo por la oposición vecinal. Una universidad no era un espacio de paz y tranquilidad, sino más bien un grano molesto. Calificar a la universidad de nómada, por otra parte, podría dar la impresión que el desplazamiento es o era consustancial con su naturaleza. Nada más alejado de su naturaleza o función, enraizada en la ciudad (la universidad es una institución urbana). La universidad levantaba el campamento a toda prisa porque no hallaba acomodo dentro de la estructura urbana y social de la ciudad. La ciudad, en verdad, rechazaba la universidad. 

Ni siquiera el siglo XX logró que ciudad y universidad hicieran las paces. Pero la reacción universitaria ya no consistió en desplazarse incesantemente, sino en aferrarse en un lugar, resistiendo los envites del desalojo, los cierres ordenados y los asedios de la policía y de los intransigentes, de fuera y de dentro; y extendiéndose, como metástasis, contaminando, con acierto o no, otras áreas de la ciudad o de la periferia. Hoy la universidad es ubicua, aunque no necesariamente bienvenida.

Barcelona era una ciudad ahogada en un anillo de muralla, dotada de múltiples puertas fortificadas, señaladas y defendidas por torres semicirculares que daban un paso adelante con respecto a la fila de la muralla.

 Una de las puertas más señaladas, por donde accedían las mercancías a la ciudad, bajo la advocación de una de las patronas de la ciudad, Santa Eulalia, que le dio el nombre, se ubicaba en lo que hoy es el acceso a la calle de la Boqueria -la puerta también se la conocería posteriormente como la puerta de la Boqueria-, frente al desafortunado mosaico que Miró incrustó en medio del paseo de las ramblas. 

Es sobre dichas torres, coronándolas con dos modestas construcciones, de las que casi nada se sabe, que, en 1401, se ubicó la sede del Estudio de Medicina y el de las Artes, los primeros estudios universitarios de la ciudad que el rey Martín I el Humano ordenó crear. La sede ocupaba un espacio muy limitado, si bien dominaba la ciudad desde las alturas. 

Unos treinta años más tarde, en 1431, las llamadas Escuelas Mayores -unos centros de grado medio, públicos y privados, hasta entonces dispersos por la ciudad, aunque la mayoría en la vecindad de la catedral-, fueron obligadas a agruparse en una única sede. Un canónigo cedió una fonda que obraba en su poder, conocida como el Hostal d’ en García (la Fonda del Lleó); ubicado en lo que hasta hacía poco era una villa independiente de Barcelona, Vilanova dels Arcs, llamada así por las arcadas del acueducto romano en desuso, cuya estructura servía  de apoyo a casas tambaleantes.

Dicha sede, hoy en la calle Ripoll, no lejos de la catedral, acoge hoy un centro exclusivamente  femenino, pedida la universalidad original. La precaria condición del hostal, cuya construcción debía remontarse al siglo XIV, obligó a los tumultuosos estudiantes a desplazarse en 1448  a una nueva sede innominada en el barrio del Call -del que los judíos habían sido expulsados medio siglo antes, en el segundo pogromo violento de la historia europea, acusados de ser la causa demoniaca de la epidemia de peste.

A poco, en 1452, y en contra de los vecinos, cansados de ruidos, algarabías y peleas nocturnas de los estudiantes, la sede de la calle Ripoll tuvo que volver a acoger temporalmente a la unión de las Escuelas Mayores, antes de su conversión en un Estudio General: un centro de estudios superiores, una universidad, que comprendiera más especialidades que las que acogía una escuela mayor: en total, las especialidades de Derecho civil, Derecho canónico, Artes Liberales, Filosofía, Matemáticas y Teología  -legalmente ausente del Estudio General de Lérida, en cambio, ya que éste último estaba constituido a imagen del Estudio General de Toulouse, vetado de impartir teología, cuyas enseñanzas, por el contrario, eran exclusivas del Estudio General de París-.

1450 fue el año en que, por fin, el Consejo de Ciento municipal aceptó la instauración de un Estudio General en Barcelona, lo que con los años, casi cuarenta años más tarde, llevaría al cierre de las Escuelas Mayores, cuyos estudios superiores fueron transferidos al Estudio General.

Éste carecía de sede propia. El Colegio Tridentino -la Casa de la Caridad, aún existente- acogió temporalmente al Estudio General, desplazado posteriormente al desaparecido convento de Santa Catalina -sobre cuyas ruinas se edificó el mercado del mismo nombre. Dicha ubicación tenía sentido. Si los estudiantes europeos estaban bajo la protección de San Lucas (Sant Lluc), patrón también de los pintores, por haber sido el primer retratista de la madre del dios cristiano, la virgen María, los estudiantes de Barcelona gozaban de la protección añadida y particular de Santa Catalina de Alejandría, cuya tortura evocaba ya sea los malos tratos que hubieren recibido los estudiantes, ya sea los que causaban su actitud pendenciera, todo y siendo aquéllos , en su mayoría, clérigos -o quizá, podríamos aventurar, porque lo eran.

El esfuerzo económico sorprendentemente conjunto del Consejo de Cirnto (poder civil), la Catedral, y familias nobles (lo privado), permitió que se colocara la primera piedra de la sede propia del Estudio General de Barcelona en 1539, cuyas leyes u ordenanzas se fijaron en 1565, ya bajo Carlos V. Habían pasado casi dos siglos desde que la realeza había decretado la necesidad, insatisfecha por la oposición municipal, de un Estudio General que completara las enseñanzas del primer Estudio de la corona de Aragón, ubicado en Lérida.

La sede del Estudio Genersl fue obra del maestro de obras, Tomás Barsa. Ubicada en lo alto de las Ramblas -donde, tras el derribo de la sede, en 1843, se abriría la puerta de Isabel II-, estaba unida al convento de Santa Ana, parcialmente conservado. Santa Ana, precisamente, junto con Santa Eulalia y la Santa Cruz -que presidía el cercano hospital de la Santa Creu que había acogido , y lo volvería a hacer en el siglo XVIII, los estudios de medicina- eran los patronos protectores del Estudio General: un modesto edificio con un tejado a dos aguas, compuesto  de planta y piso, alrededor de un claustro, dotado de una capilla, cuya fachada lisa se ornaba con poderosas gárgolas -una de las cuales se ha hallado-, obra del maestro de obras, y un gran escudo en relieve, tallado en piedra, dedicado a Carlos V, que es uno de los pocos restos de dicha sede - hoy ubicado en una galería superior de uno de los claustros de la última sede, la sede actual de la Universidad de Barcelona construida en el siglo XIX.

El Estudio General de Barcelona ¿había hallado al fin acomodo en las enrevesadas  tramas urbana y mental de la ciudad? 


Para P.M, arquitecta, historiadora de la ciudad

(Seguiremos) 

jueves, 9 de febrero de 2023

Diego dijo …

 


 El Código Ético de Barcelona en Comú contempla que sus cargos electos solo pueden optar durante dos mandatos a un cargo público.”

La expresión “quiero un mandato” es fascinante….

Mio mío mío