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martes, 21 de mayo de 2024

Estudiante aplicado








Fotos: Tocho, archivo de la Escuela Técnica Superior de Arquitectura de Madrid, mayo de 2024

Programas de las diferentes asignaturas que se explican en la Escuela Especial de Arquitectura (1855). Madrid, Imprenta del Colegio de Sordo-mudos y de ciegos

Agradecimientos a Susana Feito, directora de la biblioteca de dicho centro 


“Arco de cicloide, segmento de cicloide -  volumen de revolución engendrado por una superficie plana comprendida entre dos curvas, girando al rededor de un eje - segmento esférico - elipsoide - Movimiento de un punto material sobre la cicloide - Bóveda esférica trasdosada - Nicho esférico y bóvedas de hemiciclo - Bóveda vaida con arcos torales - Bóveda elíptica de revolución alrededor de un eje horizontal -  Bóveda en forma de elipsoide de tres ejes. Juntas determinadas  por medio de las líneas de curvatura, etc.”

Esta compleja, enigmática descripción de formas geométricas y de su trazado, no apta para quien no sea un diestro geómetra, no pertenecen a ningún proyecto de algún arquitecto que haya recurrido a formas de trazado complejo, como, por ejemplo, Antonio Gaudí.

El texto citado forma parte, una mínima parte tan solo, escogida al azar, de los largos y detallados enunciados de distintos apartados de la sesentena de lecciones de la asignatura de geometría del plan de estudios de arquitectura  que un estudiante debía seguir en los cursos introductorios en España en 1855.

La carrera de arquitectura comprendía tres fases: una primera que el estudiante debía llevar a cabo por su cuenta, adiestrándose en dibujo, lenguas (francés e italiano)  -y en gramática, se recomendaba-, en centros homologados o en la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, en Madrid, un requisito obligatorio para acceder a los cuatro años de cursos comunes de bellas artes, junto con estudiantes de pintura y escultura. Dichos cursos formativos comunes culminaban con un difícil examen de acceso a los tres o cuatro años de asignaturas específicas de arquitectura. 

Los estudios, tras la preparación por libre, duraban ocho o nueve años, y tenían lugar, antes de 1875, fecha de la creación de la Escuela de Arquitectura de Barcelona, primeramente en la Real Academia de Bellas Artes, hasta 1844 y, posteriormente, ya como Escuela Especial de Arquitectura, en el antiguo Colegio Imperial jesuitico de Madrid, aún bajo la tutela de la Real Academia. Hasta 1875, todos los arquitectos se habían formado en Madrid.

La Escuela de Arquitectura de Barcelona no tenía un plan de estudios propio, sino que  debía seguir los de la escuela de Madrid, q cuyo centro los estudiantes tenían que desplazarse para pasar el examen de ingreso.

Un estudiante como Gaudí se formó en Barcelona, con el plan de estudios antes citado, que comprendía las clases de Geometría  mencionadas -de un nivel difícilmente alcanzable o imaginable hoy.

No todos los arquitectos decimonónicos españoles alcanzaron la excelencia en geometría, ni decidieron optar por las formas y métodos impartidos en dichas clases, en detrimento de las lecciones Vitrubianas.

 Pero si pensamos que, amén de la excelencia en geometría, los futuros estudiantes debían superar las completas clases de historia de las religiones y de historia del arte, que incluían el conocimiento de la arquitectura del pasado y del presente de todas las culturas mundiales, salvo las africanas, sin duda poco conocidas en 1855, y las de mesopotamia del sur, aún no descubiertas, podremos tener un panorama de la formación amplia, detallada, exhaustiva, que iba de la geometría a la teología, de los arquitectos españoles del siglo XIX, que podría dar razón o fe de las aparentes innovaciones formales y constructivas de un arquitecto, seguramente aplicado y sobresaliente, como Gaudí, posiblemente fiel seguidor de las enseñanzas que debía seguir y superar todo estudiante que aspirara a ser arquitecto, un ejemplo de las bondades y los excesos de dichos estudios.


Para Ll.G.-M. y P.G.-A., continuadores de las enseñanzas de Juan Bautista Peyronnet (catedrático de Estereotomía a mitad del siglo XIX, restaurador de la catedral de Palma y de la Puerta del Sol en Madrid), quienes tienen la misión de guiar a los estudiantes por sendas tan arduas y fascinantes

martes, 28 de marzo de 2023

Carreta




 Estudiantes de arquitectura, París, finales del siglo XIX, principios del XX


“Ser una carreta”: una expresión francesa aún utilizada en Francia y que solo se aplica en los estudios de arquitectura.

En el siglo XIX y hasta no hace mucho, los estudiantes franceses de arquitectura, unos estudios que formaban parte de la facultad de Bellas Artes, tenían que realizar ejercicios de proyectos muy detallados. Los planos a tinta y acuarela sobre papel grueso, trabajados a base de horas robadas al sueño, durante meses, acaban siendo unas “sábanas” inabarcables que se debían archivar en carpetas de tapas duras, de gran tamaño, imposibles de transportar. Al último momento, poco antes de la entrega, los estudiantes agotados, somnolientos y, paradójicamente, sobreexitados, debían contratar carretas de dos ruedas para transportar sus ejercicios, tan pesadas y difíciles de mover que debían ser desplazadas a toda velocidad entre, no caballos, sino varios estudiantes. 
Pese a los proyectos virtuales, archivados en portátiles, los lápices  electrónicos o en la “nube”, la expresión “ser una carreta” sigue vigente, designando hoy la condición del estudiante de arquitectura abrumado por la carga de trabajo que los algunos  departamentos, de Proyectos, principalmente les imponen, trabajando de noche y los días festivos, no  recibiendo, en ocasiones,  sino la desconsideración por el trabajo realizado. 
 La expresión no tiene traducción en español o catalán. Lo más aproximado es la palabra despido .