La renovación en la próxima dirección de algunos departamentos universitarios, considerados a menudo como unos reinos de taifas, nos puede llevar a pensar brevemente sobre lo qué es un departamento.
Aunque la palabra departamento sea un préstamo del francés département, que se utiliza para designar una unidad política, una pieza del puzzle, bien encajada, con el que se organiza un territorio, lo cierto es que, en última instancia, departamento deriva del latín pars y de una familia de términos asociados a este sustantivo.
Pars es parte o porción. Implica, necesariamente, el ejercicio de una división, que debe lograr partes iguales. En francés, hacer partes se dice partager (y no diviser, aunque el partage conlleva una division). Partager significa distribuir partes iguales, de manera que ningún receptor se sienta ninguneado o desfavorecido. En latín el verbo partior significa tanto dividir cuanto repartir, dos momentos de una misma acción, que implica que se tenga en cuenta a todos, que nadie se queda con el todo, que existe la preocupación para que todos puedan disfrutar de un mismo bien, evitando envidias. El reparto se hace a la vista de todos, a plena luz. La mano no esconde nada.
La partición permite ordenar y repartir. Introduce una división que pauta espacio y tareas, asignando a cada uno el lugar pertinente. Una partitura facilita la transmisión del conocimiento de una música. Son signos que fijan y pautan el adecuado trascurso de aquélla.
Pero partager, compartir, también implica que varias personas posean y utilicen una misma parte, que pasa así de mano en mano, sin pertenecer a nadie. La noción de partage aúna la división, la compartimentación, la distribución equitativa, y la co-pertenencia. Todos nos sentimos partícipes del uso de una parte. Tal es la igualdad de las porciones, que se requiere el verbo départager -que significa romper el empate, negar o anular el acto del justo compartir- para poner fin a la posesión o al uso colectivos.
La partición lleva a la existencia de al menos dos entes o seres, dos bandos; pero la partición conduce a la "participación" que, literalmente, significa dirección o gestión de unas mismas partes. La participación invita a tomar parte (literalmente) en la organización de un conjunto de partes, sin que nadie pueda arrogarse el derecho de mandar o de apoderarse de más partes que le corresponden. Participare, en latín, significa invitar o animar a formar parte, lo que denota el desvelo para que nadie quede rezagado ni nadie se sienta excluido. Se intenta ampliar el espacio donde todos tengan cabida y se sientan a gusto. De hecho, ninguna parte corresponde a nadie, sino que todas están al alcance, un uso al que sucede un intercambio, un gesto que posibilita el establecimiento de relaciones que, a su vez, facilitan el compartir bienes o ideas.
Un departamento no es solo el lugar donde se comparte espacios y proyectos; es también donde se departe. El acto de departir requiere la previa existencia de dos seres, separados pero no divididos, frente a frente pero no enfrentados, que acuerdan dialogar. La "departición" es el intercambio de impresiones o ideas distintas , es el manejo de puntos de vista diversos sobre los que, sin embargo, nos hemos puesto de acuerdo, evitando que rompamos.
Es cierto que "partir", ya tardíamente, en la Alta Edad Media, ha acabado por significar romper, no para distribuir sino para dar la espalda, quedándose con una parte, o con todo. La partición, en este caso, es sinónimo de ruptura, de voladura de puentes. Un bando, al menos, ya nada quiere saber del otro. Pero esta situación de violencia no puede producirse en un departamento que es un territorio acordado en el que solo se puede estar si se ponen sobre la mesa unas maneras de operar y de relacionarse.
Un departamento es el lugar de la palabra. Todo se acuerda de palabra. La palabra es sagrada. Nadie le puede faltar a la palabra dada, que implicaría faltar al respeto. Sin el debido respeto, el reconocimiento mutuo, el cuidado con el reparto de derechos y deberes, un departamento se convierte en un campo de minas, o en una tierra baldía.
Departamento, un medio y un vehículo de formación personal y de las personas, compañeros y estudiantes, con quienes nos relacionamos. Un departamento no es una cátedra: nada se da por sentado. Las relaciones, las transmisiones, los intercambios, las cesiones y las comunicaciones, en cambio, fundan lo que es o debería ser un departamento.