Los estudios universitarios comprenden clases magistrales, lectivas o “de pizarra” -una palabra en desuso-, impartidas entre grupos numerosos, y clases prácticas con pequeños grupos de estudiantes.
Las clases prácticas suelen comprenden una lectura comentada de textos, por parte del estudiante y del docente (palabra derivada del verbo latín docere (enseñar, hacer ver: mostrar, revelar, echar luz son actividades docentes emparentadas con la estética que busca desvelar lo enigmático, lo que no se entiende), emparentada con decencia -la actitud o comportamiento de quien sabe, a quien se le han enseñado las reglas de comportamiento en comunidad, una actitud digna, que, a su vez, es un adjetivo relacionado con el sustantivo docencia, una actividad que implica (por lo que se hace y se dice) y causa respeto; un docente es un doctor (ambas palabras tienen un mismo origen)-
Mas, la lectura de textos, que conforma una clase práctica, es, literalmente, una clase lectiva.
En efecto, en la Edad Media, cuando la creación de la institución universitaria -la palabra universidad designaba inicialmente a un gremio de personas dedicadas al ejercicio de un mismo oficio; no se refería a ninguna labor intelectual, sino práctica o manual-, las clases magistrales o lectivas consistían en la lectura y un comentario de un texto por parte de un magister o docente.
Dichos comentarios, escritos o enunciados verbalmente y luego recogidos por escrito por un estacionario ( un encargado de la copia y venta de escritos en una estación o parada de libros), se copiaban manualmente (y se imprimieron desde finales del siglo XV) dando lugar a un libro de texto que se vendía o se alquilaba.
Las prácticas se inspiraban en la actividad lectiva. Consistían en lecturas comentadas por parte de los estudiantes, quienes debían analizar un texto siguiendo unas pautas fijadas.