
martes, 25 de noviembre de 2025
Nippur

lunes, 24 de noviembre de 2025
Larsa
Fotos y vídeos: Tocho, Larsa, noviembre de 2025
domingo, 23 de noviembre de 2025
Dur Sharrukin (Khorsabad)
sábado, 22 de noviembre de 2025
Nimrud (Kalhu)
Fotos y vídeos: Tocho, Nimrud, noviembre de 2025
En un día barrido por la tormenta .
La desolación que la furia del agua causa no viene del cielo -por una vez llueve a cántaros (una bendición, en verdad), un día sombrío, en un país asolado por tres años de inmisericorde sequía, y por el asedio de los pantanos turcos que retienen avariciosamente el agua que no llega a los ríos Tigris y Éufrates que un día dieron el nombre a una cultura y unas tierras: Mesopotamia, o Tierra entre los ríos, hoy convertidos en cursos moribundos que no tienen ni fuerza para discurrir hasta expirar en el mar- ni siquiera ante la vista de la devastación causada por la furia iconoclasta y el cálculo político del Estado Islámico en un yacimiento ya malherido por las ineptas y explotadoras misiones arqueológicas del siglo XIX y principios del XX, sino que se halla en la mirada, triste aunque serena, de los guardianes del yacimiento -a quienes no se les agradece lo suficiente su nobleza y su entrega en el cuidado, cuidados paliativos, de un yacimiento mortalmente tocado-, hundidos ante la evidencia, aunque determinados a rescatar y preservar lo que queda de la barbarie.
Nimrud y Nimrod :
El nombre de la ciudad, Nimrud, no es el que tuvo esta ciudad neo-asiria que fue temporalmente capital del imperio neo-asirio en el siglo VIII aC, antes de ceder el título a Nínive, y ser destruida cuando el imperio cayó en manos de Babilonia en el siglo VII aC. Se llamaba Kalhu.
Nimrud le fue otorgado a finales del siglo XVIII por un viajero y explorador europeo, que creyó que la ciudad -que posteriormente, en la primera mitad del siglo XIX, se confundió con Nínive, mencionada, al igual que Nimrud, en la Biblia, de manera condenatoria- había sido fundada por el mítico Nimrod, nieto de Noé, constructor de la Torre de Babel, y descrito como una figura rebelde contra el dios colérico y destructor, que reconstruyó el mundo que el dios furibundo trató de aniquilar con el diluvio, fundando ciudades, símbolos de civilización y de dominio sobre la naturaleza salvaje. La posterior y errónea equiparación entre Nimrod y el dios de la guerra mesopotámico Ninurta, a quien se rendía culto en Kalhu, pareció reforzar la identificación entre esta ciudad y Nimrod, cuyo nombre se aplicó también a su supuesta obra.
Ya en el presente, los yacimientos arqueológicos de las ciudades imperiales neo-asirias de Nimrud y de Nínive, de los siglos VIII y VII aC, han sido los que más han sufrido la violencia y el ensañamiento iconoclasta del Estado Islámico entre 2014 y 2017.
Dichas ciudades ya sufrieron excavaciones deficientes, en
busca de tesoros, en el siglo XIX, y el expolio de una gran parte de las obras
más relevantes, llevadas, con la autorización o no del poder otomano, a grandes
museos como el Louvre en París, el Museo Británico en Londres, el Oriental
Institute de Chicago, el Museo de Arqueología y Antropología de Filadelfia, o
el Museo Metropolitano de Arte de Nueva York. Los museos de Mosul -devastado
por el Estado Islámico, y aún hoy en rehabilitación- y de Bagdad -saqueado en
2003, y cerrado hoy por reformas, tras recuperar una parte del expolio- también
albergan una parte de los bienes de estas ciudades antiguas.
Al contrario que otras ciudades, empero, Nimrud seguía
presentando grandes relieves -que rodeaban el patio principal de uno de los
palacios explorados en el siglo XIX- y estatuas de gran tamaño, todos en
piedra, en perfecto estado. A golpe de dinamita, de piolets y de buldóceres, el
Estado Islámico se ensañó con las imágenes hasta reducirlas a escombros, y con
estructuras arquitectónicas como el zigurat, en estado, que hizo saltar a base
de explosivos. El paisaje es dantesco.
Arqueólogos y guardianes iraquíes han recuperado hasta los
fragmentos de piedra más pequeños, y los han depositado en hangares cerrados,
con la esperanza de poder recomponer los relieves. Las estatuas decapitadas,
sin embargo, no podrán reencontrarse con su figura primera, y será difícil o
inútil rehacer las construcciones de adobe, so pena del peligro de caer en el
decorado o el parque temático, un peligro en el que ha caído la rehabilitación
de la ciudad de Ur, aunque a pequeña escala.
Los
trabajos de salvación a la desesperada de entregados trabajadores iraquíes son
admirables, y amortigua en parte las lágrimas que inevitablemente saltan cuando
se contempla lo que se ha perdido para siempre, que ni siquiera el expolio de
las primeras misiones arqueológicas del siglo XIX, ávidas de bienes, lograron
afectar gravemente.
Queda por fin la esperanza fundada en la desmesurada
extensión de los yacimientos, de Nimrud, en particular, y la escasa superficie
excavada y explorada: un diez por ciento de la superficie. Se deduce, y recientes exploraciones aéreas y geomagnéticas así lo atestiguan -recensiones que no requieren excavación-, que queda mucho
por descubrir, documentar y estudiar, palacios, templos, y barrios, que podrían
aportar datos sobre la arquitectura, el urbanismo, el arte, el poder, los modos
de vida y las creencias en el Imperio neo-asirio tan relevantes como los que
las primeras misiones decimonónicas aportaron, libres hoy del deseo de
posesión, indiferente al entorno y las condiciones sociales, culturales y
políticas, de la antigüedad y de los tiempos de las misiones, que ha marcado
con desenvoltura o cinismo, la historia de los museos arqueológicos lejos de
los yacimientos, de las tierras a la que pertenecían o en la que se insertaban
tantos bienes extraídos y expoliados.
Agradecimientos a la embajada de España, la embajada de Iraq, la dirección general de antigüedades de Iraq, la oficina de protocolo del primer ministro iraquí, el gobernador de Mosul, la policía y el ejército iraquíes, y los guardianes del yacimiento, por la posibilidad de visitar y de conocer el sitio así como sus almacenes




































































