Mostrando entradas con la etiqueta arqueología. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta arqueología. Mostrar todas las entradas

jueves, 21 de noviembre de 2024

La resurrección de Nínive






















Nínive, capital imperial neo-asiria, maldecida en la Biblia

Una maldición que el Estado Islámico asumió como un deber al asolar la vecina ciudad de Mosul, destruirla, asesinar a sus habitantes, musulmanes chiitas, cristianos y judíos, y saquear el yacimiento arqueológico de Nínive, con bulldozers y minas, en el aciago año de 2015.

El ejército iraquí huyó en desbandada.

Cuando logró recuperar el control de la ciudad, dos años más tarde, se encontró con una ciudad devastada, trescientos mil habitantes -de un total de dos millones y medio antes de la toma y destrucción- famélicos, y una ruinas en las que el zigurat y los principales templos habían sido borrados.

Desde entonces, la dirección general de antigüedades de Iraq, e universidades norteamericanas, tratan de restaurar en lo posible el yacimiento. Se han producido hallazgos espectaculares, como una escultura de un toro alado, guardián de las puertas del palacio, que escapó a la furia iconoclasta del ISIS -y los expolios para la venta posterior de antigüedades-, y se ha despertado el interés de la población, universitaria al menos, por el estudio y la preservación de la antigua capital imperial. Un parque lineal, cabe la muralla de Nínive, invita con éxito a los ciudadanos a acercarse y familiarizarse de nuevo con un pasado aún minado.

Una ponencia presentada hoy en el congreso anual del ASOR (Américas School of Oriental Research) en Boston así lo atestigua. 

Hasta que los bombardeos israelíes e iranís se crean los nuevos ejecutantes  de la furia del dios vengativo. 

miércoles, 25 de septiembre de 2024

Arqueología y nacionalismo

 Recuerdo la decepción de una amiga, a finales de los años setenta del siglo pasado, al llegar a Grecia por primera vez. Esperaba encontrarse con griegos idénticos a los héroes esculpidos en la antigüedad: nariz recta prolongándose la frente, labios carnosos y pelo corto con rizos y caracolas. Según ella, las estatuas clásicas masculinas debían ser retratos de seres de carne y hueso, y éstos indistinguibles de los actuales, como si la ficción del pasado fuera la viva imagen de la realidad del presente; como si ésta hundiera sus raíces en el lejano pasado.

Bruselas acogió, en 1985, una serie de exposiciones organizadas por el gobierno español, para celebrar la entrada de España en la Comunidad Europea. Estas muestras de arte y diseño debían cantar la grandeza del arte español, del pasado y del presente. Destacaba una exposición sobre los iberos. Ésta estaba justificada: las tribus iberas vivieron en la península llamada ibérica y en el sudeste de Francia, y las mejores colecciones de arte ibérico, o de las tribus iberas, se encuentran en colecciones públicas y privadas en España -con algunas escasas excepciones. 

Sin embargo, tales no eran las únicas razones que llevaron a organizar esta exposición. Subyacía, en cambio, la creencia en la continuidad entre los iberos y los españoles, como si fuéramos los directos descendientes de aquellos, y las artes iberas fueren las que fueran razón del arte “español” sea cual sea la época.

Sin embargo, los procedimientos actuales en la excavaciones arqueológicas ya nos ofrecen una imagen de la relación entre el pasado y el presente: frente a las maneras de excavar del siglo XIX y hasta mediados del siglo XX, consistentes un abrir tajos profundos que se adentran verticalmente en la tierra, a la búsqueda de la continuidad entre las muestras del presente y las trazas del pasado, hoy se excava horizontalmente, por catas. Este procedimiento pone en evidencia las relaciones entre obras de un mismo nivel o periodo, y las discontinuidades entre distintos estratos, a menudo separados por capas en las que no se hallan ninguna muestra de ocupación. Los sucesivos niveles de ocupación no se asientan, a menudo, sobre nada del pasado. Es como si ocuparan a cada vez una tierra virgen. El pasado yace sepultado y no informa o afecta el presente. 

Lo español no es una evidencia que pone en relación lo ibero con el presente, sino que es una construcción de la generación del 98, que miraba con fascinación y amargura las trazas del pasado, trazas de miseria y esplendor, de codicia y desprendimiento, que justificaran la deprimente, amarga y fatalista situación política finisecular y la imposibilidad de sobreponerse. Las razones del malvivir se enraizaban en los males no superados del pasado.

Esta construcción que ahonda en las supuestas conexiones entre pasado y presente, y que son construcciones modernas, se encuentra en diversos países. Hoy los habitantes de países sudamericanos se reivindican como directos herederos de imperios “nativos”, y políticos franceses se proyectan en las andanzas de los galos. Mussolini se consideraba la reencarnación de Julio César, y la derecha conservadora catalana afirma prolongar las heroicas decisiones de un rey imaginario, Wilfredo el Piloso. España, Cataluña, Francia, o Germanis habrían existido incólumes desde la noche de los tiempos.

Esta visión continuista lleva a la sacralidad del pasado que conduce a su adoración o su destrucción si se considera ajeno a las “raíces” del presente. El arte preislámico, pagano, es condenado, en ocasiones, por políticos islamistas, mientras que el arte ibérico, griego o romano ha sido presentado a veces como la muestra de la superioridad y grandeza de España, Grecia o Italia.

La noción de raíz, o de autoctonía , como denunciaba el antropólogo cultural francés Marcel Detienne, ha llevado a las mayores exacciones. Todo está permitido y legitimado si repite manera de hacer del lejano pasado. A la vez, condena a la exclusiones a quienes no pueden probar su enraizamiento inmemorial.

El pasado es cuestión del pasado. Por eso puede ser estudiado. Para aprender del pasado, para estudiar maneras de hacer y pensar del ser humano en el pasado de las que podemos acaso aprender -para no operar ni reflexionar de la misma manera, para romper con el pasado, y que este no sea una losa de la que no podamos desprendernos, sin sentirnos herederos ni culpables.

miércoles, 4 de septiembre de 2024

Entre Oriente y Occidente en Aquilea: obras en el Museo Arqueológico Nacional de Aquilea (Italia)




















































Testa de Apolo (Dios de la arquitectura en Grecia) - máscara de teatro - estela funeraria romanos, s. I dC

Retratos romanos, ss. I aC - II dC

Gemas (4-5 mm) y camafeos (2-4 cm) tallados romanos, s. I dC 

 Fotos: Tocho, Museo Arqueológico Nacional, Aquilea (Italia), septiembre de 2024


Aquilea tenía cien mil habitantes en el siglo tercero. Hoy apenas llegan a tres mil.

Fue capital del imperio. La destrucción por Atila fue tan sistemática que la planimetria de Aquilea se ha perdido para siempre. Solo se conocen y se reconocen fragmentos urbanos inconexos.

Aquilea fue fundada a principios del siglo II aC, como un puesto de defensa de la República romana, débil en este lugar debido a la confluencia de ríos que facilitaba la llegada rápida de tribus enfrentadas a los romanos.

Esta misma facilidad de acceso contribuyó a la prosperidad de Aquilea tras la consolidación de la República y su posterior conversión en imperio. 

Aquileia jugó el papel que posteriormente tendría Venecia -fundada por habitantes de Aquiles huidos tras la destrucción de Atila: una centro de comercio internacional conectada con el norte de Europa y con el este del Mediterráneo y el próximo oriente. Artesanos y comerciantes norteños, sirios, judíos y egipcios se instalaron en Aquilea, comerciaban con esta ciudad y desde esta ciudad, y controlaban las redes comerciales sobre todo con el este del Mediterráneo.

La mayor prosperidad de Aquiles vino del debilitamiento de Roma en favor de Constantinopla. Aquilea actuaba de ciudad bisagra. Constantino residió en la ciudad, dispuso de un palacio imperial, y Aquilea llegó a ser capital del imperio romano occidental tras las destrucciones sufridas por Roma, hasta la llegada de Atila.

Los mejores tallistas de gemas de metales preciosos (Aquilea  poseía una mina de oro cercana) y de ámbar (llegado de los países bálticos), venidos de Siria y de Judea trabajaban en la ciudad.

Los bustos revelan la confluencia del realismo etrusco y latino con la estilización más propia del imperio oriental: un insólito encuentro de realismo e idealismo, de naturalismo y de simplificación.

El hermoso y nuevo museo arqueológico nacional de Aquilea, el mejor museo arqueológico italiano desde el punto de vista de la museología y la museografía y la cualidad de los materiales de los soportes, da cuenta de la peculiar ubicación de Aquilea y del papel que jugó en el encuentro entre Oriente y Occidente. 

No es casual que el arte paleocristiano más brillante, anterior al siglo V, se encuentre en ciudades de Judea (hoy Jordania) y de Siria, y en Aquilea, donde el arte del mosaico cristiano ha dejado extensas muestras, halladas a principios del siglo XX, debajo de intervenciones medievales y de ruinas, que no desmerecen de los mosaicos jordanos. Los motivos de los mosaicos imperiales paganos tardíos pudieron ponerse al servicio de la iconografía cristiana sin dificultades ni alteraciones.

Hoy, Aquilea queda fuera de los circuitos turísticos y culturales.