Exlibris short film from Maria Trenor on Vimeo.
Sobre la mejor cineasta de animación española, véase, por ejemplo, este enlace
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“¡En qué bribones y rufianes se vuelven los hombres en la guerra! Es bueno que los caballeros hablen de la época de la caballería; pero recuerden a los brutos hambrientos a quienes guían: hombres criados en la pobreza, enteramente ignorantes, obligados a enorgullecerse de sus actos de sangre, hombres que no pueden divertirse más que en la embriaguez, el libertinaje y el saqueo. Es con estos impactantes instrumentos que vuestros grandes guerreros y reyes han estado haciendo su trabajo asesino en el mundo; y mientras, por ejemplo, en este momento admiramos al "Gran Federico", como lo llamamos, y su filosofía, su liberalidad y su genio militar, yo, que le he servido y he estado, por así decirlo, detrás de las escenas que componen ese gran espectáculo, sólo puede mirarlo con horror. ¡Cuántos elementos de crimen humano, miseria y esclavitud forman esa suma total de gloria! Recuerdo cierto día, unas tres semanas después de la batalla de Minden, y una granja en la que algunos de nosotros entramos; y cómo la vieja y sus hijas nos sirvieron, temblando, vino; y cómo nos emborrachamos con el vino, y al poco tiempo la casa estaba en llamas; y ¡ay del desgraciado que después volviera a casa para velar por su casa y sus hijos!”
“Such knaves and ruffians do men in war become! It is well for gentlemen to talk of the age of chivalry; but remember the starving brutes whom they lead--men nursed in poverty, entirely ignorant, made to take a pride in deeds of blood--men who can have no amusement but in drunkenness, debauch, and plunder. It is with these shocking instruments that your great warriors and kings have been doing their murderous work in the world; and while, for instance, we are at the present moment admiring the 'Great Frederick,' as we call him, and his philosophy, and his liberality, and his military genius, I, who have served him, and been, as it were, behind the scenes of which that great spectacle is composed, can only look at it with horror. What a number of items of human crime, misery, slavery, go to form that sum-total of glory! I can recollect a certain day about three weeks after the battle of Minden, and a farmhouse in which some of us entered; and how the old woman and her daughters served us, trembling, to wine; and how we got drunk over the wine, and the house was in a flame, presently; and woe betide the wretched fellow afterwards who came home to look for his house and his children!”
(William Makepeace Thackeray: Barry Lyndon, IV)
Novela escrita en 1844
Se están reformando los planes de estudios de arquitectura, sobre todo de los últimos cursos, para dar paso a talleres de proyectos, y a nuevos masters de arquitectura.
Se aconsejan textos que recorren épocas y culturas. He aquí una lista sugerida en algún curso de la escuela de arquitectura de Barcelona:
Gudea (2100 aC): Cilindros A y B. Madrid: editorial Trotta, 2013
Anónimo: Himno homérico a Apolo (s. VI aC), Himnos homéricos. Madrid: Cátedra, 2005
Anónimo: Libro de les Reyes 1. Numerosas ediciones
Platón (s. IV aC): La República. Diálogos IV. Madrid: Gredos, 2020
Anónimo (s. V dC): Manasara.
No existe traducción en español o catalán de este tratado de arquitectura hindú, con sorprendentes relaciones con el tratado de Vitrubio. Una edición original con traducción inglesa: Architecture of Manasara (Original Sanskrit Text with English Translation and Notes) (Set of 3 Vols). SAB, 2012
Abû-I-Hasan al Nûri (s. IX): Moradas de los corazones. Madrid: Trotta, 1999
Tachibana Toshitsuna (s. XI): Sakuteiki (Recuerdos del diseño de jardines). Tokio: Hirakawa-cho, 1976. Edición inglesa. No existen ediciones en español ni en catalán
Li Jie (s. XII): Yingzao Fashi (Tratado de métodos arquitectónicos). No existen traducciones.
El texto íntegro solo se encuentra en chino. Pero merece consultar: Jiren Feng: Chinese Architecture and Metaphor: Song Culture in the Yingzao Fashi Building Manual (Spatial Habitus: Making and Meaning in Asia's Architecture). Hawai University Press, 2012
Santiago de la Voragine (s.XIII): Tomás. La leyenda dorada. Madrid, Alianza editorial, 2016
Cristina Pizan (s. XIV): La ciudad de las mujeres. Madrid: Siruela, 2024
Teresa de Jesúa (s. XVI): Las moradas o el Castillo interior. Varias editoriales
Emile Zola (s. XIX): En el paraíso de las damas. Madrid: Alba, 2013
Émile Verhaeren (1895): Las ciudades tentaculares. Edición solo en francés. París: Gallimard, 1982
Paul Scheerbart (1913): Lesabendio. Editorial Traspiés, 2014
Uriel Birnbaum (1924): El Rey el el arquitecto.
Existe solo la primera edición en alemán.
No ha sido reeditado ni traducido. Se puede leer legalmente en archivos que ponen el texto al alcance del lector por internet . No se puede imprimir, pero leer legalmente en pantalla.
Virginia Woolf (1929): Una habitación propia. Austral, 2016
Martin Heidegger (1951): Construir, habitar, pensar. Oficina de ediciones, 2015
Erwin Panofsky (1957): Arquitectura gótica y escolástica. Madrid, Siruela, 2007
Gaston Bachelard (1960): La poética del espacio. México: Fondo de cultura económica, 2000
Hassan Fathy (1970): Arquitectura para los pobres. Madrid: Ediciones Asimétricas, 2021
Annie Ernaux (1965): El lugar. Barcelona: Tusquets, 2020
Roland Barthes (1976-1977): Cómo vivir juntos. Siglo XXI Editores, 2020
Vincent Scully (1979): The Earth, The Temple and the Gods. Yale University Press
Por los mares del norte, allende las costas de Perú, allí donde lleva la corriente del norte cuando barre el viento del este, es decir, en ninguna parte, se ubica la isla de Bensalem, llamada la Nueva Atlántida. Nada se sabía de ella hasta que llegaron unos marineros famélicos a los que los vientos y las corrientes arrastraron hasta esta isla de don nadie, cuando trataban de llegar al viejo mundo, y dieron cuenta de su casual descubrimiento . Y nadie volvería a saber de ella, porque a sus habitantes se les recomendaba fervientemente que no viajaran ni contaran a nada acerca de su isla, si bien el gobierno de Bensalem estaba perfectamente al corriente de cuántas culturas y gobiernos se daban desde la China hasta la vieja Atlántida (que el diluvio borró del mapa, contaba Bacon), porque enviaban espías por el mundo para recabar, en secreto, sigilosamente, informaciones sobre otros modos de gobernar, pensar, habitar.
La capital de la Nueva Atlántida se organizaba alrededor de la Casa de Salomón, un gran laboratorio científico donde se estudiaban toda clase de fenómenos naturales y se experimentaban con nuevos tipos de cultivos y de tratamientos médicos. Además de salas de música, de cocina, de química, de fábricas de aparatos científicos, de laboratorios químicos, la Casa de Salomón contaba con unas salas donde se experimentaban con toda clase de prodigios, efectos especiales y trucos de prestidigitador, para estudiarlos, conocerlos y valorar sus efectos, de modo que se pudiera distinguir bien la naturaleza del artificio y que, por tanto, los efectos fueran reconocibles y pudieran ser proscritos en favor de la belleza natural, quedando en evidencia, desnudos, en beneficio, en fin, del ornamento que no pretende ser lo que no es, que no busca deslumbrar, el efecto fácil e inmediato, sino que trata de mejorar el mundo sin falsearlo o esquivarlo. Una fábrica de mentiras que permita conocerlas para reconocerlas y condenarlas.
La Nueva Atlántida, una obra póstuma del pensador inglés Francis Bacon, del siglo a XVII, es una maravillosa y, sí, deslumbrante fábula sobre las capacidades humanas de explorar y estudiar el mundo, evitando el uso tramposo de ciertas aplicaciones. Francis Bacon con conocía Chat GPT, mas, como si lo hubiera intuido.
"Tenemos también casas de ilusiones de los sentidos, donde hacemos juegos de prestidigitación, falsas apariciones, impostoras, ilusiones y falacias. Usted creerá fácilmente, con seguridad, que nosotros, que poseemos tantas cosas naturales que inducen a admiración, podríamos engañar a los sentidos si mantuviéramos ocultas estas cosas, y arreglárnoslas para hacerlas aparecer como milagrosas. Pero odiamos tanto las imposturas y mentiras que hemos prohibido severamente a nuestros ciudadanos, bajo pena de ignominia y multa, que muestren cualquier obra natural adornada o exagerada, debiendo mostrarla en su pureza original, desprovista de toda afectación.”
cada enero ponía
mi calzado cabrero
a la ventana fría.
Y encontraban los días, que derriban las puertas, mis abarcas vacías, mis abarcas desiertas.
Nunca tuve zapatos,
ni trajes, ni palabras:
siempre tuve regatos, siempre penas y cabras.
Me vistió la pobreza,
me lamió el cuerpo el río, y del pie a la cabeza pasto fui del rocío.
Por el cinco de enero,
para el seis, yo quería
que fuera el mundo entero una juguetería.
Y al andar la alborada
removiendo las huertas,
mis abarcas sin nada,
mis abarcas desiertas.
Ningún rey coronado
tuvo pie, tuvo gana
para ver el calzado
de mi pobre ventana.
Toda gente de trono,
toda gente de botas
se rió con encono
de mis abarcas rotas.
Rabié de llanto, hasta
cubrir de sal mi piel,
por un mundo de pasta
y unos hombres de miel.
Por el cinco de enero,
de la majada mía
mi calzado cabrero
a la escarcha salía.
Y hacia el seis, mis miradas
hallaban en sus puertas
mis abarcas heladas,
mis abarcas desiertas.
Miguel Hernández. Poema publicado en el semanario ¡Ayuda! Semanario de la Solidaridad, núm. 36, 2 de enero de 1937.
Agradecimientos a Pedro Martínez-Avial por el envío del poema.
Fotos y comunicación de las fotos de la ventana de la ciudad valenciana de Alboraya en la que está inscrito el poema (Miguel Hernández era valenciano): Helena Tatay, a quien agradezco este envío y la información que la acompaña.
Nicolas II Larmessin fue un miembro de un linaje de grabadores franceses del siglo de Luis XIV, célebre por sus colecciones de retratos de reyes franceses desde las invasiones bárbaras, y profesiones artesanales, mecánicas, -alegorizadas a la manera de Arcimboldo, con los profesionales vestidos con sus obras-, entre las que se encuentran aquellas relacionadas con las artes de la edificación, desde el arquitecto (sorprendentemente equiparado a un artista mecánico, y no liberal, pese al supuesto dominio de las Academias de Bellas Artes, al igual que el pintor y escultor, contrariamente al carácter intelectual de los fundamentos de las artes representativas, la idea o el boceto, directa expresión de la idea) hasta el albañil y el carpintero.
Grabados de esta obra de Larmessin se incluyeron en la célebre exposición sobre Arte fantástico, dadá y surrealismo, en el MoMA de Nueva York, en 1937.
Agradecimientos a la arquitecta, docente e investigadora Mónica Sambade, de la Universidad Politécnica de Cataluña, por esta maravillosa comunicación.
…. o El arquitecto ¿es un constructor, 2?
El viejo pintor Wang-Fo y su discípulo Ling erraban a lo largo de los caminos del reino de Han.
Avanzaban lentamente porque Wang-Fo se detenía de noche a contemplar los astros, y de día para mirar las libélulas. Iban poco cargados, pues Wang-Fo amaba la imagen de las cosas y no a las cosas en sí mismas, y ningún objeto en, el mundo le parecía digno de ser adquirido, salvo pinceles, frascos de laca y de tintas de China, rollos de seda y de papel de arroz. Eran pobres porque Wang-Fo cambiaba sus pinturas por una ración de papilla de mijo, y desdeñaba las monedas de plata. Ling, su discípulo, doblado bajo el peso de una bolsa llena de bocetos, encorvaba respetuosamente la espalda como si cargara la bóveda celeste, pues esa bolsa, a los ojos de Ling, estaba repleta de montañas bajo la nieve, de ríos en primavera y del rostro de la luna de verano.
Ling no había nacido para recorrer los caminos al lado de un viejo que se apoderaba de la aurora y apresaba el crepúsculo. Su padre cambiaba oro; su madre era la única hija de un mercader de jade que le había heredado sus bienes maldiciéndola por no haber nacido varón. Ling había crecido en una casa en donde la riqueza eliminaba los azares. Aquella existencia, cuidadosamente protegida, lo había vuelto tímido: le temía a los insectos, al trueno y al rostro de los muertos. Cuando cumplió quince años, su padre eligió una esposa para él, y cuidó de que fuera muy bella, pues la idea de la felicidad que procuraba a su hijo lo consolaba de haber alcanzado la edad en la que la noche sirve para dormir. La esposa de Ling era frágil como un junco, infantil como la leche, dulce como la saliva, salada como las lágrimas. Después de las nupcias, los padres de Ling llevaron la discreción hasta morir, y el hijo se quedó solo en su casa pintada de cinabrio, en compañía de su joven esposa que sonreía siempre, y de un ciruelo que cada primavera daba flores rosas. Ling amó a esa mujer de corazón cristalino como se ama a un espejo que no se empaña jamás, a un talismán que siempre protege. Frecuentaba las casas de té para obedecer a la moda y favorecía con moderación a los acróbatas y a las bailarinas.
Los romanos construyeron carreteras empedradas o al menos con varias capas de tierra compactada, cuidadas, que unían las principales ciudades del Imperio. Algunas aún están en uso.
Anteriormente, en Mesopotamia, las vías tenían postas para descansar y alimentarse.
Los viajes eran largos, a merced del tiempo y los encuentros no deseados, pero eran relativamente seguros.
Entre mil quinientos y tres mil años más tarde, las condiciones de los viajeros habían cambiado. Y no para bien.
Una vez que hubo escapado de la isla desierta en la que vivió abandonado durante casi treinta años, Robinson Crusoe regresó a Lisboa para poner en orden sus bienes desatendidos durante tantos años. De allí tuvo que viajar a Londres de dónde era originario. El final del libro de Daniel Defoe ofrece una desgarrada descripción de un largo recorrido por Europa.
Estamos a finales del siglo XVII. Un viaje de Lisboa a Londres se realizaba habitualmente por mar. Robinson Crusoe compró pasaje en dos ocasiones, pero renunció al último momento. La fortuna le protegió. La primera nave fue tomada por unos piratas beréberes, la segunda se hundió durante una tormenta. Estas situaciones, empero, no eran excepcionales. Robinson Crusoe se alegró de no haber emprendido el viaje por mar. Pero no se sorprendió del trágico final de ambas naves.
Solo quedaba la ruta por tierra. Pero no habían rutas sino sólo caminos . Hace milenios que Roma había desaparecido. Un viaje por Europa -que necesitaba de cortos trayectos por mar, incluso, bordeando la costa- requería la formación de un grupo de viajeros fuertemente armados y a caballo, acompañados de sirvientes o esclavos, y de guías. Los viajes más allá de la península ibérica exigían el cruce por los Pirineos, nevados durante gran parte del año ( el siglo XVII fue particularmente frío). A menudo el tránsito, desde Pamplona, era imposible. Solo cabía bordear la cordillera hasta el mediterráneo, habitualmente libre de nieve, y seguir hacia Toulouse. El viaje proseguiría por mar hasta Burdeos, por tierra hasta París y de allí hasta Caláis para cruzar el canal de La Mancha.
Los caminos eran inseguros, pero el mayor peligro no lo causaban los salteadores de caminos, sino las manadas de lobos y los osos, sobre todo en invierno, cuando, hambrientos, atacaban sobre todo a los caballos. Ataques de unos trescientos lobos no eran excepcionales, hasta en el interior de los pueblos, contra animales domésticos e incluso humanos, en los que las batidas debían ser constantes.
Europa estaba cubierta de bosques. Los caminos estaban a merced de las fieras. Las postas solo se encontraban en pueblos y ciudades, distantes entre sí.
No todos los viajes llegaban a su destino.
Europa era un conjunto de ciudades y aldeas aisladas, y los viajes de largo recorrido muy poco habituales.
Apenas trescientos años más tarde, añoramos inconscientemente a veces la aventura, porque sabemos que la vida no corre peligro.