La existencia de "una" asherat es conocida. Varios estudios, desde finales de los años sesenta, y en particular a finales de los noventa, se han centrado en la esposa de Yahvé, la diosa Asherat. Los estudios, sin embargo, no han impedido que el Museo de Israel, en Jerusalén, tuviera que tener cuidado, hace unos diez años, a la hora de redactar las cartelas de figuras femeninas de terracota identificadas como imágenes o fetiches de Asherat.
El Antiguo Testamento se refiere en varias ocasiones a Asherat. El mismo templo de Jerusalén es descrito como la morada de Yahvé y Asherat. Las traducciones, aún hoy, consideran, sin embargo que Asherat no es un nombre propio, sino un sustantivo que designa a una piedra sagrada o betilo, y no a una diosa. El culto a las piedras sagradas estaba proscrito, por lo que se intuye que la prohibición era enunciada porque aquel culto debía estar extendido. El sueño que Jacob tuvo, cuando vio a seres angelicales ascender por una escalera hacia el cielo, aconteció mientras Jacob apoyaba la cabeza sobre una asherat, lo que se traduce: sobre una piedra. La conversión de Asherat en una asherat debía estar justificada, no solo por la prohibición de Yahvé del culto a efigies -tanto suyas como de otras divinidades, cuya existencia no era negada- sino porque dichas efigies de culto, en particular de su esposa Asherat, estaban talladas en bloques de piedra.
No es tan conocida, sin embargo, una curiosa característica de Yahvé, recientemente puesta de manifiesto por los estudiosos bíblicos, y que se desprende en el Salmo 20. Así como varias divinidades mesopotámicas, independientemente de su género, eran consideradas padre y madre al mismo tiempo de los humanos, Yahvé es descrito como una divinidad que asume ambas funciones, es decir como una divinidad hermafrodita.
Este hecho ha llevado a una tercera interpretación del complejo término de asherat. Éste podría designar ya sea la esposa de Yahvé, ya sea la componente femenina de este dios, en los casos en que se impuso el monoteísmo. siempre se ha dado por supuesto que Yahvé era una divinidad masculina, a la que representaciones medievales y posteriores de un ser barbado nos han acostumbrado de modo que su género no parece causar problemas, pero, si bien la presencia de una divinidad femenina como Asherat ha acentuado el carácter patriarcal de Yahvé -a costa de su unicidad- la existencia de dos caras, masculina y femenina, de esta dios, ha permitido articular su omnipotencia -que se manifiesta por su doble faceta masculina y femenina- con su singularidad.
La doble condición sexual de una divinidad no es hecho raro, ya que dioses como Dionisos o Apolo, por ejemplo, han sido tanto considerados deidades masculinas y femeninas a la vez, sin que ningún género haya limitado su divinidad, asumiendo plenamente ambas condiciones (por el contrario, la diosa Atenea ciñó su feminidad en favor de un aspecto o condición masculina, guerra y nada "maternal").
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