viernes, 27 de diciembre de 2013
GOLPES BAJOS: HANSEL Y GRETEL (1984)
"Por la casita encantada
no te ha dejado caer,
los dulces se están perdiendo,
está volviendo a llover.
(...)
Se van quedando dormidos
en cada rincón del hogar,
los corazones de trapo
están muy lejos de la realidad.
Dejo entornada la puerta,
de un momento a otro puedes cruzar el umbral
aferrado a tu retrato...
No das señales de vida,
yo ya empiezo a envejecer.
¿Te acuerdas de esa casita?
Pues ahora han construido un hotel.
(...)"
(Teo Cardalda/Germán Coppini)
En homenaje
CAMILLE HENROT (1978): CYNOPOLIS, 2009
Cynopolis - trailer from pineau emmanuel on Vimeo.
El proyecto de una próxima exposición de encargo sobre las relaciones entre estética y arqueología (que este blog tratará a medida que avance el proyecto), para dos centros y museos norteamericanos en 2015, han llevado a buscar obras contemporáneas que ofrezcan una mirada nueva sobre el pasado y sobre su descubrimiento y conocimiento, la arqueología.
Camille Henrot obtuvo el premio de la Bienal de arte de Venecia este año.
Cyropolis es una filmación sobre uno de los yacimientos arqueológicos egipcios más antiguos. Basura y restos arqueológicos se mezclan, el orden y las construcciones se degradan y el sitio retorna lentamente a un orden previo a la intervención humana, como lo muestra los perros salvajes o abandonados que recorren dunas, pirámides deformadas, o ya informes, montículos de restos de un yacimiento otrora dedicado al culto a divinidades que los perros, por su nobleza casi sobrenatural, simbolizaban. El perro era un animal asociado a los muertos. Su viva presencia recuerda que el sitio pertenece al pasado, es cosa del pasado, que se quiere, inútilmente quizá, reavivar (o momificar de cara a su explotación comercial que las basuras, restos, por un lado, pero símbolo de vida presente, también, niegan o imposibilitan, a menos que formen parte del paisaje que se supone compone un país del "tercer mundo").
Espacio sagrado, hoy entregado al turismo.
jueves, 26 de diciembre de 2013
JEAN RUSTIN (1928-2013): ESPACIOS DE ENCIERRO (1971-2013)
Ha muerto Jean Rustin.
¿Quién conoce, o recuerda a este pintor francés? Hasta 1971, críticos y coleccionistas, sin duda. era un reputado pintor abstracto quien, de pronto, viró hacia un árido y violento naturalismo -cuya violencia se halla en los temas, no en la manera de pintar-.
Mientras Fautrier, Tàpies -a quien admiraba, junto con Dubuffet-, Bellmer, Bacon (obviamente), Guston cruzaron la barrera entre la abstracción y el naturalismo en un sentido inesperado, o se mantuvieron dentro del expresionismo, y fueron finalmente aceptados, la obra de Rustin fue rechazada, incluso condenada (por obscena).
Locos, deficientes, o solitarios, desnudos o semi desnudos (o, mejor dicho, desnudados), exhibiendo sus sexos grotescos, flácidos o descomunales -sin que a veces se sepa bien si son hombres o mujeres-, de carnes lívidas o abotargadas, encerrados, quizá atados en hospicios, hospitales, cárceles, centros de internamiento. A menudo encogidos en una esquina -casi todas las obras representan a una esquina interior-, o mal colocados -revelando incomodidad física y mental- en muebles de hospital (camas, sillas, bancos), bajo la luz azulada y lívida.
El mobiliario se reduce a una cama, o una silla y bombilla. El suelo enlosado acrecienta la sensación de opresión, pese al quicio de una ventana, una puerta abierta hacia la noche, o una apertura -un hueco en un bloque-.
Quizá las referencias a Velázquez y a Géricault -sin valorar la calidad pictórica- no estén desencaminadas
miércoles, 25 de diciembre de 2013
La primera iconografía de Cristo (ss. III-IV)
El Buen Pastor, s. III, Walters Art Museum, Baltimore
Sarcófago romano con Cristo como filósofo, s. IV, Arles, Museo del Arles antiguo
El Buen Pastor, s. IV, Arles, Museo del Arles antiguo
Cristo como filósofo, s. IV, Arles, Museo del Arles antiguo
Fotos: Tocho, 2013
El Buen pastor, s. IV, Fundación Medinacelli (incluido en la muestra Mediterráneo. Del mito a la razón)
El Buen Pastor, s. IV, Museo de Almería
Cristo filósofo, o Cristo sedente, s. III, Roma, Museo Nacional Romano
El Buen Pastor, s. III, Ciudad del Vaticano, Museo Pío Clementino
Cristo se distingue del resto de las divinidades redentoras
aparecidas en el Imperio romano oriental tardío porque se inserta en la
tradición judía, según la cual un Mesías –un Rey- vendría para instaurar el
reino de Yahvé, mientras que aquéllas se alimentan de la cultura griega o
helenística. Cierto es, sin embargo, que la figura divina de Cristo, una nueva
divinidad, fue definida por Pablo y por el autor o los autores del Evangelio de
Juan, a finales del siglo primero, ambos formados en- o conocedores del-
neoplatonismo. Si, por un lado, mitos
como los de los trabajos de Heracles pudieron influir en la composición de la
leyenda de Cristo, la familiaridad de
estos mitos por parte de pensadores
estoicos y neoplatónicos acaso facilitara la recepción y aceptación de
una historia judía en el Imperio romano fuertemente helenizado.
La tradición judía proscribía la representación
antropomórfica, sobre todo de divinidades, al igual que el neoplatonismo que
postulada la existencia de una divinidad invisible y posiblemente no humana. La
doble condición mortal e inmortal de Cristo solía causar un problema en Oriente,
por lo que se tendió a prescribir la superioridad –o la única “existencia”- de
la condición divina; la representación “humana” de Cristo se volvía, así,
problemática. Sin embargo, en Occidente, donde la humanidad de Cristo era mejor
aceptada –que fuera una persona era teológicamente asumible-, y, por tanto,
también su forma antropomórfica, la imagen plástica de Cristo, preferentemente
joven, vestido con una toga o una túnica, se construyó a partir de modelos
paganos de la tradición de dioses “tradicionales”, olímpicos o capitolinos:
dioses y héroes cuyas acciones podían asemejarse a las de Cristo, como las de
Prometeo –creador y educador de los seres humanos-, Hermes como Buen Pastor
–cuya faceta de divinidad “psicopompa” o guía de las almas también ayudaba a la
equiparación-, Apolo, que guiaba a los colonos hasta la tierra prometida,
Orfeo, que amansaba las fieras, Mitra, dando su sangre para salvar a sus
fieles, y Hércules, liberador de peligros, principalmente. Las figuras
modélicas de Serapis y de Zeus, dioses adultos y barbados, también fueron
empleadas.
Las primeras
representaciones de Cristo, sobre todo a partir de Constantino, a principios
del s. IV, insistían en su faceta de guía o buen pastor (una iconografía que se
remontaba más allá de Grecia, hasta Mesopotamia, y que quizá figurara al dios Enki o a sus fieles), y de educador, filósofo o
juez.
La imagen estuvo asociada al mundo funerario, no por la
condena, la tortura y la muerte de Cristo, que solo aparecerá en la alta Edad
Media (las primeras serían del s. V), sino por la capacidad de Cristo de
conducir el alma al más allá, o de educarla o iluminarla.
La victoria de Cristo sobre la muerte, liberando al ser
humano de su imperio, se tradujo también
por efigies de Cristo en majestad, inspiradas en las estatuas de los
emperadores divinizados.
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