miércoles, 16 de mayo de 2018

NICOLAS DE STAËL (1914-1955): AGRIGENTO (1954)

















La exposición antológica que la ciudad de Aix-en-Provence (Francia) dedica en este momento a las pinturas de temática mediterránea (sobre todo, provenzal) del ingeniero y pintor franco-ruso Nicolas de Staël, ha vuelto a recordar el trabajo de este artista irregular, defendido y criticado, autor de un número excesivo de obras, pintada en muy poco tiempo, antes de su suicidio.

Siguiendo la estela de Matisse, a quien admiraba, y de los fauvistas, instalados en el sur de Francia y las riberas mediterráneas en el primer tercio del siglo XX, tras la Segunda Guerra Mundial, de Staël se asentó en Antibes y recorrió Sicilia, fascinado por la ciudad, las ruinas griegas -un cinturón de siete templos dóricos, edificados sobre una carena montañosa, cabe el mar, en el siglo VI aC, que protegía mágicamente la colonia griega de Acragas, fundada poco antes- y el entorno de la moderna ciudad siciliana de Agrigento, en una amplia serie de cuadros, pintados con amplias pinceladas que no distinguían intencionadamente entre formas y volúmenes, luces, reflejos y sombras; la tierra, el cielo y el mar: paisajes y construcciones definidos, constituidos por el juego de luces extendidos en cuerpos y planos, en los que figuras y fondos ya no se diferencian, y que constituyen, pese a los altibajos -y el peligro del decorativismo-, uno de los conjuntos más dramáticos de vistas y ruinas mediterráneas.

martes, 15 de mayo de 2018

La huida (de la ley)

Sócrates fue acusado de impiedad y de corromper a los jóvenes cuya educación le había sido encomendada. Hecho prisionero, fue juzgado y condenado a morir envenenado No intentó apelar ni evitar la condena. Cuando le trajeron la copa de cicuta, mientras departía con sus discípulos en la celda, tras haberse despedido de sus tres hijos y las mujeres de su entorno, bebió serenamente y se puso a caminar de un lado a otro, como se le había indicado, para que el veneno hiciera efecto y, con los primeros síntomas, se acostó de espaldas al suelo, mientras lentamente perdía los miembros perdían la sensibilidad y se enfriaban. Nunca se supo lo que quiso decir con sus últimas palabras. Murió antes de aclararlas.

Fedón, el diálogo de Platón que narra los últimos momentos de su maestro es, posiblemente, el más hermoso texto de toda la literatura. Sócrates no quiso insultar ni protestar, pues una mala palabra, una palabra mal dicha, era una falta en contra del alma.
La apología de Sócrates, un diálogo muy anterior de Platón, aclara porque Sócrates aceptó la condena. Entre el juicio y la ejecución pasaron meses: los meses de las fiestas religiosas en honor de Apolo, cuando se debían suspender las ejecuciones. Sócrates aprovechó el tiempo para adiestrarse en el  arte de las Musas, las servidoras de Apolo -tras un sueño en el que se le indicó que debía atender al dios- y compuso, no sin dificultad, según afirmó (Sócrates no se consideraba un poeta), un himno a Apolo.

Durante este tiempo habría podido huir, o apelar. Hubiera podido implorar a los jueces, aducir la existencia de una familia, de unos hijos pequeños (tenía tres, dos muy pequeños, y una hija adolescente). Hubiera podido también denunciar a los jueces o las leyes. Mas nada hizo.
Su protesta hubiera puesto en evidencia a la ciudad. hubiera cuestionado la agudeza o la imparcialidad de quienes le condenaban -pese a que el propio Sócrates demostró que no corrompió a nadie-, y la bondad de las leyes.
La comunidad ateniense se sostenía en la aceptación de las leyes y de quienes las aplicaban, de quienes velaban por su aplicación, por su adecuación a las causas, justas o injustas. La ley era garante del orden, de la convivencia. Aseguraba un reparto equitativo, desarmaba la tiranía y el despecio. La ley unía. Poner en tela de juicio las leyes y a los jueces, suplicar o huir hubiera desarmado a la ciudad, poniéndola en ridículo, poniéndose en ridículo.
Sócrates sostenía que se tenía que obedecer a las leyes -o cambiarlas tras un debate público- pero nunca tratar de huir de la justicia. Las reglas que fundaban una comunidad y daban fe de su bondad, que regulaban la vida urbana o comunitaria, que regían las relaciones interpersonales, no podían suspenderse o cuestionarse cuando nos afectaban. Su obediencia, su asunción, garantizaba la paz de la ciudad, y daba sentido a la vida en ella. La condena podía ser o parecer injusta. Pero debía asumirse so pena de desmantelar lo que tan dificilmente se había logrado: la asunción de una vida reglada. La huida o la denuncia solo servían para manifestar lo ilusorio de una vida en común. Y, entonces, volvía la selva, la ley del más fuerte, las divisiones, las disensiones.

Sócrates partió. Su final demostraba que, por injusta que fuera una sentencia, su aceptación mostraba que los humanos podíamos vivir en paz más allá de nuestras diferencias.   
Quiénes huyen solo buscan la salvación personal y el hundimiento de quienes hasta entonces habían defendido -es decir, tiranizado.

lunes, 14 de mayo de 2018

La toma de la ciudad (Guerra y arquitectura)




El artista catalán Domènec (1962), a quien el Museo de Arte Contemporáneo de Barcelona MACBA dedica una excelente exposición monográfica, documenta entrenos del ejército israelí en pueblos ficticios palestinos construidos en el desierto, decorados que simulan puebles "reales", y que ponen de manifiesto la imagen que se tiene de aquéllos: calles de tierra estrechas y laberínticas en medio de una densa trama de casuchas con escasas salidas al exterior, que recuerdan fortalezas, y que deben ser tomadas al ataque, sin contemplaciones, derribando puertas y  gritos. Toda una escenografía del miedo.

No es necesario acudir a fuentes tan lejanas.
Como comentaba un  estudiante de quinto curso de arquitectura, el ejército español se entrena de modo similar, en un decorado en la provincia de Toledo, que también plasma el imaginario que tenemos de un pueblo en el norte de África o en el Medio Oriente: casas construidas con bloques de hormigón, sin apenas salidas al exterior, consideradas como guaridas de francotiradores, con coches quemados y destruidos, quizá por bombas, en medio de las calles que no llevan a ningún sitio...

El imaginario arquitectónico se revela a veces mejor, o de modo más descarnado, ante lo que tememos.

Agradecimientos a quien comunicó esta información.





domingo, 13 de mayo de 2018

Raza

Sería interesante ver esta película -con guión de Jaime de Andrade, seudónimo de Francisco Franco, dictador español- a raíz de unos textos, breves o largos, que se han divulgado esos últimos días en España, publicados por un representante político de nuevo cuño, en los que la palabra que da título a esta película es citada reiteradamente.
Los espíritus se encuentran.

http://www.rtve.es/alacarta/videos/filmoteca/raza-1941/3336985/ 

El arte y la realidad: MACBA, la derecha, la izquierda y los ricos



Esclarecedor documental sobre las razones que llevaron a crear un Museo de Arte Contemporáneo en Barcelona, en los años noventa.
Documental recomendado por Helena Tatay y David Mesa, a quienes agradezco esta información

El palacio neo-asirio de Khorsabad (Dur Sharrukin)




El Museo del Louvre lleva a cabo un proyecto de recogida de datos, pasados y presentes, del yacimiento arqueológico de Khorsabad: el palacio de nueva planta (llamado Dur Sharrukin: Fortaleza de Sargón) que el rey neo-asirio Sargón II fundó en un terreno prácticamente virgen -solo existía un poblado- en el siglo VIII aC. Palacio -y ciudad (apenas explorada)- que, tras treinta años de obras, fue parcialmente inaugurado y ocupado, antes que el hijo del emperador, Sennaquerib, decidiera trasladar ala corte a su ciudad natal, Nínive (hoy en la periferia de la destruida Mosul). El palacio y la ciudad no se abandonaron completamente; estuvieron, durante años,  bajo el mando de un gobernador. Pero se fueron convirtiendo progresivamente en un pueblo.
Explorados en la primera mitad del siglo XIX (1842) por un diplomático francés, Paul-Émile Botta, consul en Mosul, y posteriormente por Victor Place, en competencia con los ingleses -por obtener el mayor número de estatuas-, una parte del palacio se perdió cuando las primeras misiones arqueológicas -un barco que transportaba los hallazgos por el río camino del Golfo Pérsico, donde hubieran tenido que embarcar hacia el Museo del Louvre en París, se hundió-. Pero un cierto número de grandes relieves, y toros y genios protectores, llegaron a buen puerto. 

El yacimiento ha sufrido recientemente un nuevo expolio bajo el Estado Islámico -largos túneles han sido excavados en busca de piezas arqueológicas-, y todavía no es enteramente seguro.

Pero próximas campañas tratarán de establecer un balance de lo poco que el tiempo, tras su desenterramiento, ha permanecido, y de comprobar la veracidad de los datos, mapas y planos obtenidos y establecidos desde hace ciento setenta años.

Esta página web acoge todos los documentos conocidos y muestra una reciente restitución virtual del palacio que atiende a los últimos hallazgos e interpretaciones:

Enlace legal: http://archeologie.culture.fr/khorsabad/fr

Agradecimientos a Ariane Thomas, conservadora del Museo del Louvre, por su reciente conferencia y presentación de esta página web en el Institut del Pròxim Orient Antic (IPOA) de la Universidad de Barcelona.

jueves, 10 de mayo de 2018

Desaparición

El tiempo no lo borra todo.
Los escribas del Medioevo andaban faltos de pergaminos. Las sociedades anteriores al año mil carecían de bienes materiales que, por el contrario, eran habituales en el Imperio Romano. Recurrían, entonces, a hojas ya escritas. Rascaban cuidadosamente la tinta para poder disponer de una superficie lisa y limpia sobre la que volver a escribir. Este proceso podía repetirse un par de veces.
Mas, las trazas de las escrituras anteriores no han desaparecido totalmente. Como si de un yacimiento arqueológico que conserva capas de huellas de distintas ocupaciones en el tiempo en un mismo lugar se tratara, hoy, técnicas láser permiten leer allí donde no se ve nada y rescatar textos olvidados, desconocidos.
Se sabe de artistas que han creado borrando obras ajenas. La obra resulta del borrado. El gesto, materializado en el papel, gracias al que una imagen se desvanece casi completamente, da lugar a una obra que expone la desaparición de una obra anterior, quedando tan solo trazas borrosas, difuminadas, como la flotante sonrisa del gasto de Cheshire, que aparece y se esfuma rítmica y calladamente. El pintor Rauschenberg se dio a conocer borrando un dibujo del artista mucho más prestigiado entonces de Kooning.   

Pero se puede crear borrando "nada". "Nada" desaparece, pese a que se borra. Lo que se borra no existe. Se borra una hoja en blanco. Pero, borrando se manifiesta que allí no hay nada; se pone en evidencia una ausencia. De algún modo, se produce una aparición. Lo que no existía acaba existiendo porque se ha borrado. Y no se puede borrar nada. De algún modo, algo debería haber estado allí.
El artista español Ignasi Aballí creó una de las obras modernas más poéticas a finales de los años noventa: Gran error. Se halla (¿?) en el Museo de Arte Contemporáneo de Barcelona (MACBA). Se ubica sobre una de las grandes paredes blancas del museo. Y, sin embargo, es invisible. Nadie, en verdad, sabe si aún existe. Mas, cuando existía, cuando se tenía constancia que se había realizado, tampoco se percibía. En un gesto que aúna poesía, pintura y arquitectura, Aballí fue cubriendo una superficie rectangular del muro blanco con tipex, un producto común en mecanografía: un líquido blanco espeso que permite cubrir letras o líneas con una delgada capa blanca que permite volver a escribir a máquina, sin faltas esta vez. Las "pinceladas" eran cortas y regulares. Fueron cubriendo una porción de la pared. Ésta desapareció.
Aballí no actuó como un pintor o un constructor encalando una pared o cubriendo con una lechada un fresco caído en desgracia, como ha ocurrido tantas veces en la historia -preservando así, paradójicamente, los colores originales de las pinturas cubiertas. No preparaba un lienzo en blanco. Su gesto no tenía como fínalidad disponer de una superficie lista para volver a ser pintada, o un muro encalado, o de un muro encalado. No cubrió indiscriminadamente. En verdad, no cubría. Pintaba. Cada pincelada estaba pensada. Se aplicaba según unas pautas. Es cierto que una pincelada siempre recubre un lienzo o una superficie de base. Pero esta cubrición da nacimiento a una figura que aparece. En el caso de la obra de Aballí, la aparición se producía. Pero era invisible. No se distinguía del muro blanco. Era una aparición desmaterializada, que hacía desaparecer, además el muro, escondido por el corrector blanco. Extraño, perturbador gesto que produce una obra plástica que se funde con el soporte hasta hacerlo desaparecer. Un corrector blanco siempre borra -un error. El muro,. o la concepción de una imagen pintada, en este caso, es el error que el correcto señala y elimina. Porque la verdadera imagen no está ante sino en nosotros. somos nosotros, con nuestra imaginación, la que damos carta de ciudadanía, y sentido, a la imagen. La verdadera imagen es invisible. Con la imaginación podríamos hacer desaparecer el mundo -si tuviéramos tiempo y fe.