jueves, 26 de noviembre de 2020

El origen del museo

Las Musas

 

El museo es una institución -y una tipología arquitectónica- aparecida en Europa como consecuencia de la Revolución Francesa y el desmantelamiento de las monarquías absolutas -y en algunos casos del poder eclesiástico- tras las invasiones napoleónicas. Tenía como fin poner a disposición del público bienes y tesoros cuya contemplación, hasta entonces, solo estaba al alcance de la corte.

La creación del museo se sustentaba en un nuevo concepto creado a mediados del siglo XVIII: la obra de arte, entendida como una creación humana que se ofrecía para el disfrute o el deleite, pero también la reflexión de quienes la contemplaban, algo así como un mensaje cifrado, presentado bajo una forma sensible, que debía ser interpretado.

Esta noción de obra de arte -formalmente semejante a un amuleto, una obra sagrada o un útil, pero conceptualmente muy distinta, ya que la obra de arte no pretende ni educar o aleccionar, influir mágicamente en el mundo ni ser el receptáculo de ninguna fuerza sobrenatural invisible-, a su vez, se apoyaba en la noción de genio, determinada un siglo antes (aunque ya en el helenismo se creía en la existencia del genio, no necesariamente dedicado a actividades artísticas, sin embargo), entendido como un creador capaz de producir obras innovadoras, sorprendentes e inigualables -aunque más cercanas a obras mágicas, capaces de incidir en el mundo pero no necesariamente placenteras, que a obras de arte tal como se definieron un siglo más tarde.

Que un museo sea una institución relativamente reciente no significa que no existieran colecciones anteriormente. Éstas, hasta el siglo XVIII, formaban lo que se denominó gabinetes de curiosidades (Barcelona posee el gabinete completo más antiguo de Europa, el Gabinete Salvador). Los museos de Oxford y el Museo Británico, nacieron, precisamente, como Gabinetes de Curiosidades a mediados del siglo XVIII, antes de la moderna conceptualización de la noción de arte y de obra de arte. Un gabinete d curiosidades, en efecto, no atesoraba tanto pinturas, esculturas y objetos decorativos -que constituyen la mayor parte de las colecciones museísticas, tanto clásicas cuanto contemporáneas-, como maravillas naturales, tales como piedras, fósiles, esqueletos, cristales, etc., que se coleccionaban porque eran testimonios de la inventiva divina, de la omnipotencia creativa sobrenatural, muy superior a la humana.  Eran maravillas (mirabilia, en latín, designa a un objeto sorprendente, digno de mirarse)

Los gabinetes de curiosidades nacieron con el Renacimiento. Antes, en Europa, también se coleccionaban creaciones humanas: pinturas, esculturas, objetos, telas, etc.: eran ofrendas para los santuarios y las tumbas. Eran obras sagradas o funerarias. No se creaban para el disfrute humano sino como mediación con los poderes sobrenaturales o para acompañar el tránsito de los difuntos al más allá. Eran obras creadas para no ser contempladas por los humanos.

Estas obras, en Grecia, se depositaban en los llamados Tesoros, edificios destinados a albergar las ofrendas a una divinidad. Entre éstos, seguramente el Tesoro más conocido, sea el Partenón en Atenas. Del mismo modo, el Arca de la Alianza contenía todos los objetos del culto a Yahvé.

La primera institución que recibió el nombre ce Museo no se dio en la Europa ilustrada sino en África, en el Egipto faraónico bajo dominio alejandrino. El Museion, en efecto, se construyó en Alejandría en el siglo IV aC. Sin embargo, poco tenía que ver con un museo tal como lo entendemos desde finales del siglo XVIII. El Museion albergaba todo tipo de ofrendas a las Musas, las diosas, hijas de la diosa de la Memoria (la diosa Mnemósine), que velaban por la excelencia creativa humana, que inspiraban y alentaban a los humanos para producir obras, cantos, poemas que honraran dignamente a las divinidades. Las Musas, eran, en verdad, las inspiradoras de la creación humana. Y las creaciones modélicas, dignas de verse, se atesoraban en el Museion, que también acogía a pensadores y creadores que quisieran intercambiar conocimientos bajo la protección divina. El Museo era, por tanto, un espacio sagrado, un Tesoro y un taller de producción de ofrendas.

Hoy, el Museo protege y expone manifestaciones sensibles de la intuición humana, de su percepción del mundo, que el artista tiene a bien comunicar a la comunidad. Pero, al mismo tiempo, el museo mantiene una de las funciones del Museion de Alejandría, aunque de manera profana: se trata también de un lugar desde el cual reflexionar sobre el mundo,  produciendo obras o realizando acciones que muestran dichas reflexiones que se consideran dignas de ser tenidas en cuenta. Esta función se apoya en la moderna noción de genio que no existía en el mundo helenístico, ya que entre los morales y los inmortales mediaba un abismo que las ofrendas a los dioses apenas salvaban.

El Museo como un lugar de creación y de reflexión entronca con el Museo helenístico, mas éste reflejaba la creencia en la existencia de las Musas y su devoción por estas, mientras que, desde el siglo XVIII, las Musas invisibles han cedido el paso al artista genial muy visible en la sociedad actual, especialmente en la Occidental -los magos y los chamanes, en cambio, productores de amuletos y sobre todo, figuras capaces de utilizarlos para entrar en contacto con las fuerzas sobrenaturales, siguen activos en otras sociedades.

miércoles, 25 de noviembre de 2020

MICHAL LEVY (1975): GIANT STEPS (2001) & ONE (2007)

Giant Steps by Michal Levy from Csongor Fabian on Vimeo.


Sobre esta animadora israelí, véase su página web.


Agradecimiento a Jorge Raedo por la comunicación de esta hermosa animación.


LAURENT GAPAILLARD (1980): LA MÉMOIRE DE BABEL (LA MEMORIA DE BABEL, 2019)

 

















Laurent Gapaillard es un prodigioso ilustrador francés de cuentos y novelas para jóvenes, principalmente, conocido por sus fantásticas arquitecturas, entre el sueño manierista de la torre de Babel, las visiones neo-medievales de finales del siglo XIX  y las ciudades futuristas de principios del siglo XX, con una técnica de dibujo que da como resultado imágenes que se confunden con los precisos grabados en blanco y negro que ilustraban libros antes de la invención de la fotografía.

La Memoria de Babel es una novela para adolescentes de la escritora francesa  Christelle Dabos, ilustrada por Gapaillard.

martes, 24 de noviembre de 2020

MOURNS: BARCELONA CITY TOUR (2018) & HOUSE, HOLD (2020)



MICHEL OCELOT (1943): PABLO PARIS SATIE (2020)


Sobre el director de cine -de animación, principalmente- francés Michel Ocelot, véase, por ejemplo, este enlace
Sobre el primer bailarín de la Ópera de Paris, Pablo  Legasa  (1996), véase este enlace.

domingo, 22 de noviembre de 2020

Retratos de El Fayum (ss. I.IV dC)



Retrato de Eirene, s. I dC, El Fayum (Egipto), Museo de Stuttgart


El hallazgo de centenares de momias tardías, en el área del oasis del Fayum, a principios del siglo XX, tuvo que causar cierta decepción. La testa de las momias estaba tan solo cubierta por tablas pintadas con la efigie del difunto, muy alejadas de las suntuosas máscaras de oro y piedras preciosas dispuestas, como en juego de muñecas rusas, unas dentro de otras. Hoy, sin embargo, estas máscaras inexpresivas, técnicamente perfecta pero indistinguibles unas de las otras, fascinan menos que las tablas pintadas tardías: éstas constituyen los primeros retratos de la antigüedad, equiparables a los retratos occidentales desde el Renacimiento, llegados hasta nosotros.

¿Qué son estos retratos? ¿Son verdaderamente retratos? Pintados en el Egipto faraónico muy tardío, bajo dominio del Imperio romano, entre los siglos I y IV dC, reflejan influencias helenísticas, etruscas y propiamente romanas. Los primeros retratos eran naturalistas, el modelado y las sombras, cuidadas; los últimos, por el contrario, se aplanaron y se esquematizaron, alejándose de la ilusión de realidad. Dichos retratos fueron realizados en vida del modelo. Pero la finalidad no se alcanzaba en este mundo, sino en el más allá. No estaban destinados para exhibirse en el espacio doméstico ni compartir el espacio con los vivos. Pese a la ilusión de vida que pudieran suscitar, eran retratos destinados al mundo funerario. Guardaban para la eternidad la efigie que el difunto tuvo en el momento de esplendor de la vida. Algunos detalles, como coronas de laurel pintadas con pan de oro, aluden al mundo de los muertos.

Los retratados, habitualmente, giran levemente la cabeza y miran al espectador. La mirada caracteriza dichos retratos: los ojos están bien abiertos, casi desorbitados en los retratos del Fayum últimos. Se ha comentado que esta mirada fija e hipnótica se dirige, desde el mas allá, hacia los vivientes tanto para asegurarles de su salvación como para animarles a no temer cruzar el umbral del mundo de los muertos. La vida sigue en el más allá, muy lejos de la vida evanescentes, en sombras, de las creencias griegas. La muerte no es el fin sino el inicio de una vida plena, una creencia del Egipto faraónico, así como del platonismo (que algunos han supuesto refleja influencias egipcias). Pero, sin duda, los retratos del Fayum no se preocupaban de los mortales. Dichos retratos se animaban en las tumbas, y los retratados miraban de igual a igual a los dioses y a los resucitados. Los retratos eran el testimonio de la creencia en la inmortalidad del alma y en la preservación del cuerpo.

A finales de la práctica de los retratos del Fayum, a lo largo del siglo IV dC, el imperio romano se cristianizó. El dios cristiano era un mortal a parte entera, sin que su condición moral supusiera mengua alguna de su divinidad. Mortal e inmortal al mismo tiempo, Jesucristo -su nombre doble aúna el nombre del mortal, Jesús, con el del inmortal, Cristo o el Uncido- murió, como cualquier mortal, y resucitó, como cualquier divinidad. Su muerte fue real; no fingió; sufrió, agonizó y falleció. Pero su resurrección también fue cierta. ¿Cómo representar esta doble naturaleza? Las figuras de Apolo, Hermes o Hércules fueron un modelo: dioses y héroes con cuerpo de ser humano. Divinidades paganas tardías, como Atis, Mitra u Osiris, nacían, morían, casi siempre con una muerte cruenta, y renacían. Pero estos dioses nunca fueron humanos. Siempre se manifestaron como inmortales cuya muerte acrecentaba su poder regenerador.  Aunque la figura de Cristo se modeló a partir de estos modelos divinos, la verdadera condición del dios cristiano, hombre y dios en igualdad de condiciones, se representó a partir de los retratos del Fayum: mortales que alcanzan la inmortalidad, sin que su naturaleza humana, idéntica a la de cualquier humano, quedara eclipsada ante el resplandor de la inmortalidad alcanzada. Las primeras representaciones de Cristo que supieron atender a ambas naturalezas, humana y divina, se pintaron a semejanza de los retratos del Fayum. Jesucristo era una figura que asumía su condición mortal, la cual no implicaba el final de la vida sino el inicio de una vida más resplandeciente, sin olvidar lo que había pasado, como los ojos bien abiertos de los iconos bizantinos evocaban. Los retratos del Fayum ofrecieron un modelo plástico convincente para destacan la humanidad de la divinidad, aunque también permitieron que algunos humanos trataran de mostrarse como seres superiores o sobrenaturales, como los emperadores bizantinos, con una mirada menos cercana o humana son más distante y displicente. La mirada de los retratos del Fayum, retomada por la pintura bizantina, sirvió para representar la complejidad humana, su temor ante la muerte y su arrogancia ante ella, entre un dios que se hizo hombre, y un emperador que se creyó un dios.


Nota: Versión de un texto para la una exposición virtual sobre el retrato en la Fundación Juan March de Madrid.

VERA CHYTILOVÁ (1929-2014): STROP (CIELO RASO, 1962)

Strop/Celing (Věra Chytilová, 1962) from Cristina Álvarez López on Vimeo.


Sobre esta cineasta checoslovaca, véase, por ejemplo, este enlace