Después de haber derribado "un templo muy antiguo" en un burgo, Martín llegó a otro pueblo en cuyo centro se hallaba un templo parecido al que prendió fuego. Se desplazó entonces a Leprosum para echar abajo "un templo pagano que la superstición había enriquecido", lo que logró hasta "llos cimienos, reduciendo a polvo todos los altares y los ídolos".
Podríamos seguir. La vida de San Martín, contada por Sulpicio Severo (finales del s. IV), es la descripción de una continua y sistemática destrucción de templos paganos, derribados o incendiados, reducidos a cenizas.
Esta es la consecuencia que tuvo para la religión pagana, sus lugares y estatuas de culto, la cristianización del imperio romano y la entronización del cristianismo como religión de estado a partir de finales del siglo IV. La imagen de turbas saqueando templos y abatiendo estatuas se ha impuesto.
La imagen, sin embargo, debe ser matizada.
La figura del propio emperador romano Teodosio I -el último emperador que dominó un imperio unificado antes de la división definitiva, y que impuso la religión cristiana como religión imperial-, conocido por su feroz labor destructiva de santuarios paganos, debe ser matizada. Tales destrucciones se dieron pero no fueron ni sistemáticas ni extensas. Ante esta imagen, se alza una muy distinta: Teodosio I protegiendo templos y estatuas paganas, una actitud que compartió con emperadores tardíos como Graciano y Valentiano II.
¿Qué razones se dieron para preservar lugares de culto e imágenes paganas? Unas razones que se han atribuido a Emanuel Kant y el Siglo de las Luces, mil cuatrocintos años más tarde.
En efecto, sucesivos edictos imperiales cristianos prohibieron la destrucción de las imágenes paganas. Se afirmaba, y esta afirmación ha sido fundamental para la teoría del arte, que dichas imágenes (pinturas, frescos, mosaicos, relieves y estatuas) ya no "eran" dioses, porque los dioses olímpicos y capitolinos no existían, pero eso no significaba que dichas imágenes ya no tenían razón de ser o de existir. Es cierto que ya no podían ser consideradas la materialización de los dioses, necesariamente invisibles; ya no les proporcionaban un cuerpo visible para que los hombres supieran a quién, en qué dirección dirigir sus súplicas.
Pero las imágenes tenían otra función, que ahora se descubría, se enunciaba. Existían para placer sensiblemente. Sus formas, los materiales empleados, la técnica o la habilitad con la que estas imágenes habían sido pintadas, modeladas o esculpidas, no eran despreciables. Antes bien, eran admirables y tenían que exponerse a la vista, la contemplación de los hombres para encantarlos. Los edictos imperiales y eclesiásticos lo enuncian claramente: las estatuas de culto debían, ahora, ser consideradas como obras de arte: artis pretio quam divinitate metianda. No se les debía rendir culto, sino que se las debía admirar como entes superiores y deslumbrantes.
Ya el neoplatonismo (pagano) sostenía que los dioses eran inmateriales e irrepresentables, lo que no estaba reñido con la producción de imágenes capaces de producir sensaciones hermosas. No eran imágenes divinas, sino "humanas", que alegraban la vista. Así, Máximo de Tiro (un filósofo neoplatónico de finales del s. II dC), en su célebre Disertación segunda -una piedra angular de la teoría del arte occidental- escribió: "¡Cuántas y cuán variadas imágenes! De ellas, unas fueron creadas por el arte, otras, estimadas por la necesidad,
otras, honradas por sus beneficios, otras, admiradas por la
impresión que producen, otras, divinizadas por su tamaño y
otras, encomiadas por su belleza."
La noción de obra de arte como un ente cuya existencia es la de atraer, seducir, distraer, iluminar, animar, mostrando formas o entes modélicos, "mejores" que los seres naturales, se constituyó a finales del imperio romano. Esta noción cayó en el olvido y no estoy seguro que Kant la conociera, pero sin duda sí los filósofos del Siglo de las Luces. Esta noción no logró evitar la destrucción de una parte del legado clásico, pero sí que dió sentido a la labor humano de imaginar y llevar a cabo trabajos que hacen que la vida sea más llevadera porque despiertan la ilusión en formas, seres y mundos que solo existen gracias a dichas imágenes.