La preservación y transmisión del conocimiento del pasado en Oriente, tanto cristiano (bizantino) cuanto islámico, bajo los -y gracias a los- imperios bizantino y árabe y los eruditos neoplatónicos y del o de los califatos (tanto en Oriente como en Occidente), frente a la desaparición de saberes en el antiguo Imperio Romano Occidental a causa de las invasiones "bárbaras" y la desagregación de las estructuras políticas y culturales, es conocida. Textos griegos fueron preservados en el Imperio Romano Oriental (bizantino) y, traducidos, en los califatos. La división entre Oriente y Occidente impidió que hasta casi el Renacimiento occidental, dichos saberes pudieran ser compartidos.
Es menos conocida, sin embargo, la conservación de saberes en Occidente perdidos en Oriente. Las ruinas persas de Persépolis (hoy en Irán) son un caso singular. el último gran imperio mesopotámico antes de la invasión venida de lo que hoy es Arabia Saudí, la invasión árabe en el siglo VII dC, el imperio sasánida, centrado en Persia -aunque dominó toda Mesopotamia- trató por un lado de emular de la grandeza del imperio aqueménida, mil años antes, y de borrar su memoria para que la comparación no pudiera ser posible. Política, intencionadamente, fueron borradas todas las referencias a gran imperio persa. Textos, imágenes fueron destruidos o sustituidos por referencias mitológicas. Así, la ciudad de Persépolis fue convertida en la obra de héroes míticos de la saga sasánida del Libro de los Reyes de los que los emperadores sasánidas afirmaban descender. Los árabes prosiguieron esta linea asociando las ruinas con los personajes de la saga de Shanameh, redactada a finales del primer milenio dC, que narra la historia mítica de Persia, basada en las leyendas que crearon los sasánidas (para dar realce a su reinado en detrimento de culturas anteriores). En otros casos, las atribuciones fueron bíblicas. La tumba del emperador Ciro el Grande se convirtió en la tumba de la madre del rey Salomón.
Fueron los primeros viajeros occidentales, que conocían la historia de Persépolis gracias a los textos griegos de historiadores como Herodote, Jenofonte y Arriano, quienes reestablecieron la verdad. Los persas estaban familiarizados con las ruinas pero hasta el siglo XIX desconocían que fueron obra de los aqueménidas. Por el contrario, los viajeros y los eruditos occidentales sabían que los aqueménidas fundaron una gran capital en el desierto de la que no tenían ninguna constancia física. La lenta penetración occidental en Irán en el siglo XIX permitió juntar y armonizar ambas visiones.
Esta historia se cuenta en la nueva exposición El ojo del Shah (The Eye of the Shah) que el Instituto de Estudios del Mundo Antiguo (ISAW) de Nueva York inaugura hoy.
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Es la primera vez que tengo noticia del concepto: saberes de Ocidente perdidos para Oriente, Muy buena reflexión, la verdad. Felicidades.
ResponderEliminarDesconocía este hecho que me fue contado por una estudiosa y que, desde luego, revela que la historia ofrece sorpresas o perspectivas inesperadas.
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