Fotos: Tocho, diciembre de 2015
El hermoso edificio del Museo del Mar en la ciudad gallega de Vigo fue un encargo al arquitecto italiano Aldo Rossi desarrollado, tras su fallecimiento, por el arquitecto gallego César Portela.
El museo rehabilitó unas fábricas de conservas de finales del siglo XIX a las que se le añadieron dos nuevos cuerpos: una sala expositiva y un acuario.
El conjunto, de granito, se adapta a las cantos y las rocas del entorno, y conforma un paseo cerca del mar, entre el mar abierto y un recoleto puerto para barcas de pescadores.
Los edificios no sirven para la función encomendada. La imposibilidad de controlar la iluminación (excesiva), la temperatura (una heladera en invierno, un horno en verano), y la humedad impiden que se puedan exponer obras originales que requieran ciertos parámetros ambientales, a menos de construir un segundo recinto hermético dentro del propio museo, lo que encarece en exceso cualquier muestra.
Sin embargo, parece que el arquitecto no quiso construir un museo sino "algo" indefinible (¿qué es la "esencia" que el visitante pueda encontrar?)
«… una constelación de sitios que hace posible que cada visitante pueda encontrar ‘el suyo’
propio, acompañado siempre por el color, el sonido, la esencia…, el misterio del mar, teniendo siempre como referencia la línea del horizonte o, al atardecer, las luces de los faros de Cabo Home, de Cabo Silleiro, de las Islas Cíes, del Monte de la Guía, o de las innumerables balizas estratégicamente emplazadas que delimitan los caminos del mar…. Un encuentro afortunado entre una arquitectura lógica, unas artes hermosas y una naturaleza feliz».
La utilización de puertas de metal, que se oxidan, tampoco favorecen el coste del mantenimiento.
Un lugar muy hermoso para pasear y contemplar el pintoresco entorno, y a evitar si se quieren mirar obras.
El punto de partida, la poesía que definía el proyecto es precioso. Como lo es su fotogenia. Mas, ¿que fue del interior del edificio que debía albergar un museo? A hacer puñetas, que se fastidien y agradezcan esta escultura metafísica.
ResponderEliminarEn mi tierra a eso se le llama un timo.
A lo mejor le quedó por aclarar que pretendía reproducir las temperaturas extremas de una caseta de baño, tipología en la que se inspira buena parte de su obra. La coincidencia de este tipo de cobijo con el paradigma de una casa fue una ocurrencia brillante, propia para quedarse en lo teórico si no sabía más. Hejduk es un ejemplo, aunque desconozco si los pocos edificios que construyó eran o son habitables.
Un cordial saludo.
El interior del museo es de una pobreza inexplicable: un simple contenedor con unas cerchas sorprendentes, un cajón vacío y muy mal acondicionado, que no permite ningún recorrido.
EliminarPero la responsabilidad también recae en la administración público que no se dio cuenta -o no quiso- que el museo incumplía todas las nomas que un museo debe, para bien o para mal, cumplir, si se quiere que se expongan piezas obtenidas en préstamo.
Es cierto, además el pobre Rossi murió antes de acabar el museo. Recuerdo que cuando se inauguró todo eran parabienes de los colegas, lucía tan bien en las fotos...
ResponderEliminarMuchas gracias.
Se manifiesta de nuevo la falta de comunicación entre arquitectos y conservadores y quizá cierto recelo
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