Situacionistas y sumerios no parecen términos que se puedan
relacionar. Los Situacionistas fueron un grupo de artistas y arquitectos
internacionales que en los años 50 propugnaron una interpretación de la ciudad
basada en vivencias personales, en una exploración de la ciudad prescindiendo
de planos y planes ya conocidos. Los sumerios –los mesopotámicos del sur-
fueron quienes fundaron algunas de las primeras ciudades del mundo, o dotaron
de estructuras urbanas y políticas asentamientos anteriores convirtiéndolas en
ciudades que dominaban el entorno y vivían de él.
No parece que los Situacionistas pudieran interesarse –ni
siquiera pensar- en una cultura o unas ciudades del próximo oriente antiguo,
jerarquizadas y dominadas por reyes y sacerdotes.
Los Situacionistas combatían el tedio. Ciudades
idénticamente planificadas, vidas codificadas, desplazamientos trazados, la
vida urbana parecía regirse por códigos y modos de empleo fijados. Los esquemas
que se podrían haber dibujado a partir de movimientos y encuentros de
ciudadanos en diversas ciudades podrían haber coincidido. La imaginación no
debía de haberlos regido.
Un pintor situacionista italiano como Giuseppe
Pinot-Gallizio denunciada la falta de visión de la vida urbana. Era previsible.
Le faltaba hálito poético. Las epopeyas que constituían una vida, las pruebas
que pautaban éstas, las trágicas decisiones que hacían avanzar el mundo y las
vidas personales solo podían proceder de los mitos. Las culturas más antiguas
estaban imbuidos por el mito. El mito ofrecía modelos de comportamiento que
desbarataban el destino, y abrían perspectivas desconocidas. El mundo del mito
acabó con el incendio de la biblioteca de Alejandria. Leyendas, tragedias y
poesías se consumieron. Las enseñanzas que aportaban desaparecieron. Pero
incluso, entre los rescoldos, se salvaron algunos testimonios. Y éstos deberían
seguir alimentando la vida.
La cultura urbana más marcada por el mito era, según aquel
artista italiano, la sumeria: “las trazas de las civilizaciones urbanas de los
Sumerios –escribió en un pasquín en 1959, publicado este mismo año en la
revista situacionista italiana Notizie – y del nomadismo fenicio alimentan como
un incienso embriagador las esperanzas de los hombres”.
Las ciudades Sumerias fueron fundadas por dioses y héroes.
Los mitos las describen, describen las andanzas de aquéllos. Los trazados
urbanos laberínticos de las ciudades sumerias parecen un mapa de las vidas sin
rumbo pero con sentido de los seres que protagonizaban los mitos. Éstas eran
las estructuras que cabría recuperar, o éstas eran los recorridos, las lecturas
del espacio urbano que los incendios que acabaron con el mundo antiguo no
extinguieron. El pasado mítico aun podía ser una fuente de inspiración. Sumer
no había muerto.
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