martes, 1 de junio de 2010
Petula Clark: Downtown (1965)
Perfecta canción urbana
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La arquitectura de louise Bourgeois (1911-2010)
Celda, 1993
Casa-mujer, 2001
Selección de casas-mujer, años cuarenta
Louise Bourgeois, escultora norteamericana de origen francés, ha fallecido a los noventa y nueve años.
Ha trabajado casi hasta el último día. Su obra empezó a ser conocida a finales de los años cuarenta del siglo pasado.
Una parte de sus dibujos y esculturas tratan el tema de la casa-mujer: la casa equiparada con un cuerpo femenino, pero también el cuerpo femenino asociado, y prisionero, del espacio doméstico.
La equiparación entre la casa y el cuerpo no es nueva. Se remonta a los albores de la historia. El palacio Enki el dios mesopotámico de la arquitectura tenía el nombre de su madre (Nammu o Abzu), una diosa-madre de las aguas primigenias, y estaba situado dentro del vientre de la madre.
Pero Bourgeois introduce una nota inquietante: el cuerpo de la mujer se metamorfosea en el volumen de una vivienda (o viceversa): según cómo se interprete, el cuerpo se petrifica, o la casa se humaniza. Contrastan violentamente las formas geométricas de la casa con los volúmenes proeminentes, abultados, redondeados del cuerpo, a veces grávido. El edificio ocupa el lugar de la cabeza. El resto del cuerpo, y en particular el vientre, es plenamente humano, como si las funciones o pulsiones animales y humanas no se vieran coartadas: mas la testa se ha convertido en un hogar o, muy posiblemente, yazca encerrada en una casa convertida en mazmorra.
Las casas que Bourgeois representa son, a menudo, esbeltas torres de planta cuadrada, dotadas de brazos y piernas humanos que gesticulan sin orden ni concierto. Torres antiguas, semejantes a bastiones de defensa construidos con sólidos sillares. La torre puede ser vista, simplísticamente, como un símbolo fálico, pero es sobre todo el tipo de edificio en el que tantas heroínas han sido encerradas (como Dánae o Bárbara) para evitar que dieran a luz (a un salvador). La torre, habitualmente, en un elemento de unión entre el cielo y la tierra, y que evoca plásticamente la elevación, pero se convierte aquí en una celda, que aprisiona el cuerpo, como si se tratara de un espacio subterráneo del que solo sobresalen manos y piernas que piden, quizá, ayuda.
Casas para clanes familiares, cubiertas a veces con un tejado a dos aguas, dibujadas como los hogares que dibujan los niños. Las estancias son cajones vacíos, y las ventanas, marcos alrededor de un cristal, en los que se asoman, no se sabe si para reir o para pedir ayuda, los rostros de todos los miembros de la familia: rostros de seres petrificados.
Una duda, sin embargo,: la obra de Bourgeois, que ha despertado tanta admiración tardía, ¿no está sobrevalorada?; Bourgeois quizá sea la mejor escultora contemporánea; o la única. Sus últimas esculturas eran catafalcos aparatosos, enormes jaulas que dejaban, extrañamente, indiferente. Escenografías abarrocadas, conceptistas, más que obras con la intensidad de las piezas de la post-guerra.
Declaraciones como las del director del Centro de Arte Reina Sofía (Madrid), que sostiene, cansina o tópicamente, que la obra de Bourgeois reacciona ante "el mundo del logos heterosexual y represivo" no sé si ayudan. Es muy posible que Bourgeois hubiera reaccionado ante la represión, sexuada o no, ante todo tipo de represiones, externas e interiores. Convertir la casa -el espacio tópicamente femenino, abierto a todos, un lugar de acogida y de recogimiento-, en una torre de defensa, que rechaza cualquier contacto humano, crea fronteras, levanta muros sin ventanas o con simples oberturas carcelarias: quizá la gran aportación plástica y reflexiva sobre lo que es la arquitectura de Bourgeois.
Casa-mujer, 2001
Selección de casas-mujer, años cuarenta
Louise Bourgeois, escultora norteamericana de origen francés, ha fallecido a los noventa y nueve años.
Ha trabajado casi hasta el último día. Su obra empezó a ser conocida a finales de los años cuarenta del siglo pasado.
Una parte de sus dibujos y esculturas tratan el tema de la casa-mujer: la casa equiparada con un cuerpo femenino, pero también el cuerpo femenino asociado, y prisionero, del espacio doméstico.
La equiparación entre la casa y el cuerpo no es nueva. Se remonta a los albores de la historia. El palacio Enki el dios mesopotámico de la arquitectura tenía el nombre de su madre (Nammu o Abzu), una diosa-madre de las aguas primigenias, y estaba situado dentro del vientre de la madre.
Pero Bourgeois introduce una nota inquietante: el cuerpo de la mujer se metamorfosea en el volumen de una vivienda (o viceversa): según cómo se interprete, el cuerpo se petrifica, o la casa se humaniza. Contrastan violentamente las formas geométricas de la casa con los volúmenes proeminentes, abultados, redondeados del cuerpo, a veces grávido. El edificio ocupa el lugar de la cabeza. El resto del cuerpo, y en particular el vientre, es plenamente humano, como si las funciones o pulsiones animales y humanas no se vieran coartadas: mas la testa se ha convertido en un hogar o, muy posiblemente, yazca encerrada en una casa convertida en mazmorra.
Las casas que Bourgeois representa son, a menudo, esbeltas torres de planta cuadrada, dotadas de brazos y piernas humanos que gesticulan sin orden ni concierto. Torres antiguas, semejantes a bastiones de defensa construidos con sólidos sillares. La torre puede ser vista, simplísticamente, como un símbolo fálico, pero es sobre todo el tipo de edificio en el que tantas heroínas han sido encerradas (como Dánae o Bárbara) para evitar que dieran a luz (a un salvador). La torre, habitualmente, en un elemento de unión entre el cielo y la tierra, y que evoca plásticamente la elevación, pero se convierte aquí en una celda, que aprisiona el cuerpo, como si se tratara de un espacio subterráneo del que solo sobresalen manos y piernas que piden, quizá, ayuda.
Casas para clanes familiares, cubiertas a veces con un tejado a dos aguas, dibujadas como los hogares que dibujan los niños. Las estancias son cajones vacíos, y las ventanas, marcos alrededor de un cristal, en los que se asoman, no se sabe si para reir o para pedir ayuda, los rostros de todos los miembros de la familia: rostros de seres petrificados.
Una duda, sin embargo,: la obra de Bourgeois, que ha despertado tanta admiración tardía, ¿no está sobrevalorada?; Bourgeois quizá sea la mejor escultora contemporánea; o la única. Sus últimas esculturas eran catafalcos aparatosos, enormes jaulas que dejaban, extrañamente, indiferente. Escenografías abarrocadas, conceptistas, más que obras con la intensidad de las piezas de la post-guerra.
Declaraciones como las del director del Centro de Arte Reina Sofía (Madrid), que sostiene, cansina o tópicamente, que la obra de Bourgeois reacciona ante "el mundo del logos heterosexual y represivo" no sé si ayudan. Es muy posible que Bourgeois hubiera reaccionado ante la represión, sexuada o no, ante todo tipo de represiones, externas e interiores. Convertir la casa -el espacio tópicamente femenino, abierto a todos, un lugar de acogida y de recogimiento-, en una torre de defensa, que rechaza cualquier contacto humano, crea fronteras, levanta muros sin ventanas o con simples oberturas carcelarias: quizá la gran aportación plástica y reflexiva sobre lo que es la arquitectura de Bourgeois.
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lunes, 31 de mayo de 2010
El tiempo, una categoría a priori
Decía Kant que no se podía no tener en cuenta el tiempo, que condiciona nuestra experiencia. No sé si sabía lo tan en cierto en que estaba.
......... o arte moderno y arte contemporáneo (ah, los "inmortales" Bay CITY Rollers)
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Ciudad sin defensas, ciudad bien defendida: la ciudad según Platón
Las leyes son el diálogo tardío en el que Platón expone, no la concepción de una ciudad ideal, sino la construcción de una ciudad real o posible, de la que el carácter mágico no está, sin embargo, ausente.
En efecto, "los templos (...) se situarán en círculo alrededor de la ciudad sobre lugares elevados, para la seguridad y la higiene" (Lg, 778 c) (los sacrificios animales, sobre todo las hecatombes, cuando se desangraban un centenar, al menos, de víctimas, debían generar nubes de moscas y un olor nauseabundo -al menos para nosotros, hoy).
Este dato, que la arqueología de las ciudades coloniales de la Magna Grecia (Sur de italia) ha confirmado, y que el anillo de templos bien conservados que circundan la ciudad siciliana de Agrigento aún prueba, implica que la ciudad carecía de murallas.
En efecto, Platón repite un lugar casi común en Grecia (en Esparta, sobre todo): son los ciudadanos (los jóvenes) las verdaderas defensas de la urbe. La ciudad son los ciudadanos, quienes se encargan de defenden su espacio, es decir de defenderse en tanto que partes integrantes, miembros activos, componentes, piedras talladas de la ciudad. La metáfora cristiana de los fieles como partes del templo, o templos a parte entera, era de origen sin duda platónico (o neo-platónico).
La razón de la ausencia de las murallas era poderosa: la muralla defensiva, además de ser poco higiénica (quizá porque no permite una buena ventilación y retiene los miasmas), favorece el abandono:
"dispone los habitantes a la molicie ya que les incita a refugiarse tras de ella sin luchar contra el enemigo, a no buscar la salvación en contínuas guardas diurnas y nocturnas, sino a creer que una vez atrincherados detrás de los muros y las puertas ya no les quedará sino a dormirse para sentirse en seguridad, como si no hubieran nacido para sufrir penas e ignorasen que la facilidad, por el contrario, nace en realidad del trabajo; añadiré que la facilidad vergonzante y la indolencia están hechas para engendrar nuevas penalidades" (Lg, 778 d-779a)
Si se aplicara hoy esta máxima en las escuelas.... Pero volvamos a Platón.
Platón es consciente que, en ocasiones, algún tipo de cinturón amurallado es necesario. En este caso, sin embargo, Platón no defiende la construcción de un muro perimetral, sino que pide que las casas se adosen al límite externo, muy juntas, dando la espalda al exterior. De este modo, son las viviendas las que constituyen una sólida barrera ante los peligros venidos de fuera. Por otra parte, la importancia de la imagen, las cualidades sensibles o estéticas no están descuidadas. Este sistema no es solo eficaz; también es hermoso, ya que "el aspecto de una ciudad no es desagradable cuando ésta se asemeja a un único caserón" (Lg, 779b).
La ciudad, vista desde fuera, se confunde entonces con un único bloque macizo y cerrado, como si la ciudad entera fuera una solo casa: un único espacio doméstico. Como si estuviera enteramente "vuelta" hacia la protección de los ciudadanos, quienes ya hacen o son parte de la ciudad; son la ciudad. La casa única que es la ciudad se confunde con los habitantes, como si Platón jugara con los dos sentidos del término casa (oikos, que es el término que utiliza): edificio (envolvente) y familia (habitantes). La casa es una metáfora de la "casa": del clan familiar. En este caso, toda vez que los ciudadanos son iguales, como si fueran de una misma familia, poseen un único hogar: la ciudad entera. Ésta ya no se divide en unidades enfrentadas (un conjunto de casas cerradas), sino que constituye un mismo techo protector, un mismo abrigo para todos los ciudadanos "hermanados".
Una hemosa concepción de la ciudad, y del papel del ciudadano. Posiblemente irreal (por eso es hermosa).
En efecto, "los templos (...) se situarán en círculo alrededor de la ciudad sobre lugares elevados, para la seguridad y la higiene" (Lg, 778 c) (los sacrificios animales, sobre todo las hecatombes, cuando se desangraban un centenar, al menos, de víctimas, debían generar nubes de moscas y un olor nauseabundo -al menos para nosotros, hoy).
Este dato, que la arqueología de las ciudades coloniales de la Magna Grecia (Sur de italia) ha confirmado, y que el anillo de templos bien conservados que circundan la ciudad siciliana de Agrigento aún prueba, implica que la ciudad carecía de murallas.
En efecto, Platón repite un lugar casi común en Grecia (en Esparta, sobre todo): son los ciudadanos (los jóvenes) las verdaderas defensas de la urbe. La ciudad son los ciudadanos, quienes se encargan de defenden su espacio, es decir de defenderse en tanto que partes integrantes, miembros activos, componentes, piedras talladas de la ciudad. La metáfora cristiana de los fieles como partes del templo, o templos a parte entera, era de origen sin duda platónico (o neo-platónico).
La razón de la ausencia de las murallas era poderosa: la muralla defensiva, además de ser poco higiénica (quizá porque no permite una buena ventilación y retiene los miasmas), favorece el abandono:
"dispone los habitantes a la molicie ya que les incita a refugiarse tras de ella sin luchar contra el enemigo, a no buscar la salvación en contínuas guardas diurnas y nocturnas, sino a creer que una vez atrincherados detrás de los muros y las puertas ya no les quedará sino a dormirse para sentirse en seguridad, como si no hubieran nacido para sufrir penas e ignorasen que la facilidad, por el contrario, nace en realidad del trabajo; añadiré que la facilidad vergonzante y la indolencia están hechas para engendrar nuevas penalidades" (Lg, 778 d-779a)
Si se aplicara hoy esta máxima en las escuelas.... Pero volvamos a Platón.
Platón es consciente que, en ocasiones, algún tipo de cinturón amurallado es necesario. En este caso, sin embargo, Platón no defiende la construcción de un muro perimetral, sino que pide que las casas se adosen al límite externo, muy juntas, dando la espalda al exterior. De este modo, son las viviendas las que constituyen una sólida barrera ante los peligros venidos de fuera. Por otra parte, la importancia de la imagen, las cualidades sensibles o estéticas no están descuidadas. Este sistema no es solo eficaz; también es hermoso, ya que "el aspecto de una ciudad no es desagradable cuando ésta se asemeja a un único caserón" (Lg, 779b).
La ciudad, vista desde fuera, se confunde entonces con un único bloque macizo y cerrado, como si la ciudad entera fuera una solo casa: un único espacio doméstico. Como si estuviera enteramente "vuelta" hacia la protección de los ciudadanos, quienes ya hacen o son parte de la ciudad; son la ciudad. La casa única que es la ciudad se confunde con los habitantes, como si Platón jugara con los dos sentidos del término casa (oikos, que es el término que utiliza): edificio (envolvente) y familia (habitantes). La casa es una metáfora de la "casa": del clan familiar. En este caso, toda vez que los ciudadanos son iguales, como si fueran de una misma familia, poseen un único hogar: la ciudad entera. Ésta ya no se divide en unidades enfrentadas (un conjunto de casas cerradas), sino que constituye un mismo techo protector, un mismo abrigo para todos los ciudadanos "hermanados".
Una hemosa concepción de la ciudad, y del papel del ciudadano. Posiblemente irreal (por eso es hermosa).
Antoni Arissa (1900-1980): Preludi d´un grata-cels (1930-34)
Aguda metáfora de la arquitectura en los años treinta del siglo pasado: instrumentos de medición y de dibujo: diversos tipos de compases, todos de tinta, apuntando al papel, abiertos sobre él, para verter la imagen mental que el arquitecto elabora -o ha ganado-, afiladas estructuras verticales, aisladas las unas de las otras.
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domingo, 30 de mayo de 2010
Alain Resnais & Chris Marker: Les statues meurent aussi (1953)
Les statues meurent aussi (1953) from vbrv on Vimeo.
Premio Jean Vigo en el Festival de Cannes de 1954. Censurada durante años.
¿Qué buscamos, qué apreciamos cuando decimos apreciar el arte "africano"?
Nota: dos copias de la película (dada la baja resolución de las proyecciones)
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