Katherine Keeling y Charles Woolley en Ur
Katherine Keeling
Leo & Katty en Ur (fotos. Archivos de Ur, UPennMuseum, Filadelfia)
Max Mallowan, Agatha Christie y Charles Woolley en Ur
Carta recibida por Woolley, y transcripción a máquina
Sir G.B. Gordon, director del Museo de la Universidad de Pensilvania, en Filadelfia, remitió una carta a Charles Leonard Woolley, director de la misión arqueológica conjunta de los museos Británico de Londres y de Filadelfia en Ur (Mesopotamia, Irak) el 8 de Julio de 1926. Se trataba de un asunto "personal y confidencial". Le comunicaba que no había sabido nada más de lo que Woolley le había mencionado por carta el 30 de noviembre anterior: una noticia que algunos turistas ocasionales ingleses y norteamericanos, de visita por Iraq y Palestina, le habían confirmado indignados y de la que ningún responsable de la misión le había vuelto a hablar, por lo que suponía se trataba de un hecho serio sobre el que era mejor callar. Una mujer Katherine Keeling, formada en Oxford, había visitado sola el campanento de Ur un año antes, y había regresado como ayudante para trabajar en la misión al año siguiente; nuna mujer entre cuatro hombres. Los rumores se habían disparado. Algún arqueólogo podía llegar a dar más importancia a la presencia de Mrs. Keeling que al mismo ziggurat. "In any case I should be a little apprenhensive that a woman in that situation might incur the risk of becoming the subjetct of inconsiderate remarks which though as matter of indifference by you or anyone in a responsible position."
Sin sacar valor a su trabajo, Gordon pedía que, en aras del buen nombre de la misión y de la propia Mrs. Keeling, pese a un cierto libertinaje árabe según el cual ciertas licencias podían ser concebibles -pero no tolerables-, no se la aceptara más y se le pidiera que regresara. Los comentarios insidiosos de los visitantes podían hacer mucho daño (e impedir que la misión siguiera recibiendo sustanciosos fondos privados).
La epístola de respuesta de Woolley, del 8 de Agosto de 1926, enviada ya desde Oxford, ocupa más de dos largas y densas páginas (Archivos del UPennMuseum, Filadelfia). Argumentaba que una mujer podía trabajar en una misión arqueológica, que Mrs. Keeling no se había ofrecido espontáneamente sino que su presencia había sido requerida para dibujar todas las piezas excavadas -algo que Woolley, demasiado ocupado por la dirección de la exploración no podía ya asumir-, que se ocupaba, además, de las tareas domésticas y en limpiar, o en ordenar a los cuatro sirvientes que limpiasen la casa que los arqueólogos se habían hecho construir, en guiar a los visitantes por el yacimiento (lo que liberaba a Woolley de una tarea que le hubiera ocupado tiempo) y, por fin, que tenía cuarenta años, era viuda desde hacía más de siete, y no venía en pos de un marido. Sostenía, además, que los arqueólogos, que se podían casar, estaban solo centrados en su trabajo."Finalmente, pienso que la presencia de una dama tiene un positivo efecto moral sobre los jóvenes arqueológos en el campamento y los mantiene despiertos (
keeps them up to standard)". "Quizá", añadía, "éste -rumores acerca de su conducta e intenciones- sea el precio que las mujeres deban aún pagar para cooperar en tareas científicas".
Un año más tarde, Wooley y Keeling se casaban. Woolley pidió entonces que la señora Woolley fuera pagada, después de años de trabajo gratis.
Se dijo, desde entonces, que Katherine Wooley acaparó a su esposo. Gertrude Bell (noble británica que, junto con Lawrence de Arabia y Churchill, trazó las fronteras del reino de Irak en los acuerdos de El Cairo, tras la Primera Guerra Mundial, y creó y dirigió el primer museo iraquí: el Museo Nacional en Bagdad) la describieron como una mujer peligrosa. Fue odiada u admirada. Murió en 1945.
Agatha Christie, casada con el joven arqueólogo Max Mallowan, quien excavaba con Woolley en Ur (y que, en 1930, cobraba dos veces y medio menos que Mrs. Woolley), la convirtió en la protagonista de su novela
Asesinato en Mesopotamia.