viernes, 11 de enero de 2013

Witold Giersz (1927): Gwiazda (Estrella, 1984)



 Prescindir de los tres minutos iniciales y concentrarse en la posterior descripción de la "orwelliana" ciudad polaca, entre Grosz y de Chirico. Corto realizado al óleo, como casi toda la obra de este maestro polaco de la animación.

jueves, 10 de enero de 2013

SUSAN HEFUNA (EL CAIRO, 1962): BUILDINGS & CITYSCAPES (EDIFICIOS Y VISTAS URBANAS) -O LA ARQUITECTURA SEGÚN SUSAN HEFUNA







































Susan Hefuna es una artista cariota (egipcia) instalada en Londres. Una parte de su obra versa sobre arquitectura y ciudades. Son dibujos -y grabados- de trazos trémulos, hechos a tinta, aunque la aguada también introduce color en ocasiones, sobre todo el azul de Esmira, para evocar a Estambul.

Densas tramas de desigual intensidad, visibles y tan solo intuidas, como las trazas de construccionesque fueron, o que fueron soñadas, marcadas sobre distintos papeles traslúcidos, posteriormente superpuestos, tejen espacios hechos con filas de elementos, con armaduras de hierro, o con hilos. Los muros se asemejan a tejidos; o a rejillas. Hefuna nunca precisa con qué materiales se imagina se han levantado, o urdido, los muros, los suelos, las vallas. También a alambradas, que constituyen vallas que impiden el paso, que encierran, y defienden. La mayoría de los edificios, sutilmente, evocan espacios detrás de celosías; que permiten que desde el interior se otee el exterior, impidiendo, sin embargo, que la mirada de fuera, o fonánea penetre los muros. Estas construcciones facilitan el contacyto humano, pero también son una especia de cárcelos, pues invitan solo al urmuro y a las miradas de reojo; quien observa desde el interior también se sabe observado; por otra parte, como muestra Hefuna en una fotografía, las figuras en los interiores quedan reducidas a sombras.
Sombras siempre femeninas, como femeninas son las manos que trencen los interiores -o sus cárceles.
Hefuna rehuye los perfiles rectos. Se trata de espacios trenzados por los usuarios. Los muros palpitan al rimo de la vida que encierran (encerrar: contener, proteger; también retener).
Los trazos irregulares, casi infantiles, contradicen el hieratismo que algunas plantas -si es que son plantas- quieren sugerir. Hefuna construye sus edificios en un estrecha espacio que ubica entre el deseo y las normas, las reglas y las pulsiones.
La grandeza de sus dibujos quizá resida en que revela la fragilidad de los hogares y de las esperanzas de las que son portadores.  Las paredes rectas, las plantas geométricas se tambalean o se adaptan al terreno, a los materiales, las posibilidades, las necesidades, los deseos. Los volúmenes arquitectónicos se convierten en hogares; para bien y para mal. Lugares para habitar, o enclaustrar.

La manzana de Eva (Curiosidades del Génesis, I)

La Biblia que solemos leer en la Europa occidental, en cada una de las lenguas modernas, deriva de la versión latina, de finales del siglo IV dC, una traducción, de San Jerónimo, de la versión griega, de principios del siglo III aC, realizada en Alejandría -por tanto por filólogos griegos conocedores de la lengua y la religión egipcias-, la cual, a su vez, traduce el texto hebreo. A esta Biblia (Antiguo Testamento) en hebreo se le sumaron algunos libros tardíos directamente redactados en griego.

Aunque el texto hebreo no sea muy antigua -remonta al s. VI ó V aC-, se compuso a partir, ya sea de textos anteriores, ya sea, probablemente, a partir de versiones orales previas, algunas de las cuáles podrían remontar a principios del I milenio aC.
Hoy, existe cierto consenso acerca de cuándo se redactó el Génesis. Aunque se componga a partir de dos o tres fuentes,  una más cercana a la mitología mesopotámica, y otra más cercana al lenguaje sacerdotal, ambas habrían sido puestas por escrito hacia los siglos VI o V aC.

 Pasaron ocho siglos entre el "original" hebreo y la Vulgata (la traducción latina), la cual se basó no en el hebreo sino en el texto griego, dos o tres siglos posteriores al texto hebreo, escrito posiblemente a la vuelta del exilio de Babilonia.

Es inevitable que el texto sufriera alteraciones: algunas partes del Génesis no son claras, existen conceptos difícilmente traducibles del hebreo al griego y al latín, y, por fin, tanto lo que las palabras evocan cuanto el trasfondo cultural no podía ser idéntico en Jerusalén, y en Roma, a mediados del primer milenio aC, y a finales del Imperio Romano.

Destacan varios cambios, no tan anecdóticos como pudiera parecer.
El Génesis cuenta que en el Edén destacaba uno -o dos- árboles (según qué párrafos, es decir, según qué tradiciones; ambas fueron compiladas en un mismo texto, que compone hoy el Génesis) : el árbol de la vida, y el árbol del conocimiento.  
Yahvé avisó a la humanidad que no comiera de la fruta del árbol -sin duda, del árbol de la sabiduría: quien lo hiciera no cometería pecado alguno, y menos ningún pecado original; tampoco cometería un acto de soberbia o un acto desmesurado. Adquiriría unos conocimientos no aptos para los humanos. Aunque Yahvé expulsó a los humanos del Edén por este acto de desacato, no dejó de bendecir a la descendencia de Eva, cuyo nombre significa Vida.
 El texto hebreo no especifica en ningún momento qué tipo de fruta portaba el árbol (del conocimiento). En griego tampoco. Lo que la serpiente tiende a Eva es un karpos: una fruta -o un fruto. La versión latina, sin embargo, aclara que se trataba de una manzana, o al menos así se traduce. ¿Por qué? Manzana, en latín, se decía malum (a corta); y malum (a larga) también significaba mal. Curiosamente,  malum (de griego melon, que no es el término de la Biblia de los Setenta) no significa solo manzana; también granada, melocotón, limón y naranja. El que Eva comiera la fruta que la serpiente le tendía -un acto, en sí, no perjudicial, pues iba a permitir a la humanidad alcanzar un mayor conocimiento, y separarse de su condición animal- no era un "pecado". Solo con el paso de los siglos fue juzgado de ese modo. Parecía, entonces lógico, seguir el juego de palabras entre manzana y maldad. Mas se trataba de un juego; no hubiera cabido darle la importancia que adquirió. Por otra parte, la serpiente merecía, en griego, el calificativo de phronimos: es decir, sensata, inteligente. El hebreo utilizaba el adjetivo arum, que se traduce por sabia; también buena artesana, dotada de buena mano; sabia,  experta, como los sacerdotes. Se trata de un adjetivo en absoluto negativo. Recordemos que la serpiente, que ha sido creada por Yahvé, es la guardiana del árbol de la sabiduría. Fue Jerónimo quien tradujo phronimos por callidus: astuta, calculadora, es decir, malvada (aunque también hábil o habilidosa). El significado que ha perdurado es el infernal.
La Vulgata diluyó en gran parte la "atmósfera" mitológica -o las características propias de un relato en parte mitológico, en parte épico, también religioso, etc.- , para ofrecer un texto sin sobreentendidos, más claro y organizado, es decir, más esquemático, menos "problemático", también.  


martes, 8 de enero de 2013

Bruno Bozzetto (1938): Neuro (2004)



Excelente corto de animación del excelso Bozzetto, que completa la "trilogía" dedicada a la vida en bloques de vecinos.

YAHVÉ, ARQUITECTO (O ¿QUIÉN HA COLOCADO LA PIEDRA ANGULAR?)


En las culturas antiguas, el universo fue engendrado -o modulado- por una o una divinidades principales, normalmente masculinas, si bien, ocasionalmente -al menos en las versiones de los mitos que nos han llegado- con la participación, más o menos activa y voluntaria, de alguna divinidad femenina primigenia, alguna diosa-madre.
Se trata de un motivo mítico común. Esta o estas divinidades no crean la materia -existe siempre una materia, o una especie de diosa informe, una materia, que es un lugar, al mismo tiempo, divinizada, o dotada de poderes sobrenaturales(si bien opera, a menudo, de modo plenamente orgánico)-, ni siquiera en la Biblia, sino que esta o estas divinidades, infernales o celestiales principales, la activan, la conforman o la animan.

La acción de la divinidad engendradora del universo remite a modelos conocidos: normalmente al buen hacer del artesano (el ceramista, el herrero, el tallista), pero también al agricultor que labra la tierra, abre pozos, delimita parcelas, etc., es decir, a modelos artesanos humanos. Los dioses creadores son artesanos modélicos.

Existe otro modelo, también muy conocido, existente en varias culturas, que a veces cuesta distinguir del anterior. En este caso, la teoría del arte occidental clásica ayuda a discernir y distinguir los modelos. La divinidad, llámese Apolo, Ptah -en Egipto-, Enki -en ocasiones, en Mesopotamia-, o Yahvé, ya no se comporta como un artesano, sino como quien no cabría definir sino como un arquitecto.  El modelo del mago -si es que, en tiempos arcaicos, magia, arte y artesanía, estaban bien separadas- no es infrecuente también.

Entre los artistas (lo que, desde el Renacimiento nombraríamos artistas) destacaban los poetas; pero sobre todo, los arquitectos.

Un dios creador que, en un momento u otro de la creación -o, mejor dicho, según qué versión o visión de la creación del mundo se cuenta, que depende de la época y del bagaje cultural de quien narra- se comportó como un arquitecto, se halla el bíblico Yahvé. 

Su obrar arquitectónico no es descrito -porque debía ser inconcebible- en el Génesis, sino en dos libros aún más tardíos: los Salmos (en concreto, el Salmo 104) y el Libro de Job, en particular en la demoledora autoproclamación final de Yahvé de su absoluta libertad creativa, de la que no tiene que dar cuentas al ser humano, el cual, por otra parte, es incapaz, no solo de emularla, sino ni siquiera de entenderla. La creación divina es imprevisible y no atiende a modelos, pautas ni razones.

El Salmo 104 presenta a Yahvé que, literalmente, monta el universo, descrito o simbolizado como una tienda de campaña –una tienda de un nómada- que se tiene que plantar y extender.  Esta tienda, empero, posee un piso, o una cámara alta, situada cerca de las aguas superiores. 
Tras “plantar” la bóveda celestial, Yahvé se ocupa de la base: la tienda descansa sobre la tierra que dota de fundamentos o asideros sólidos, que impiden que la tienda se hunda. El obrar de Yahvé combina el trabajo del nómada con el del asentado. La base sobre la que planta la tienda del universo dispone de unos themela (en la versión griega): unos cimientos. Themelion es un término propio del vocabulario arquitectónico, que denota, puesto que deriva de Themis, la justicia –Themis es la diosa de la justicia, madre de Apolo, el dios griego de la arquitectura-, lo bien fundado del obrar de Yahvé, si es que se pudiera dudar de la solidez de sus acciones.  Finalmente, los elementos que dotan de solidez al espacio son lo que la Setenta traduce por orion: es decir mojones que delimitan parcelas y pautan el espacio. Entre estos elementos que aportan orden, entre el orion por excelencia, se halla el oros: la línea del horizonte, que marca un límite infranqueable. Yahvé actúa así como un agrimensor: convierte un páramo ilimitado en un espacio pautado y, por tanto, habitable. Crea o funda, de algún modo, hábitats.

Este carácter del obrar de Yavhé que lo equipara con el de un constructor, se acentúa en el Libro de Job. El final del poema enuncia la grandeza de Yahvé: Yahvé se proclama a sí mismo como un dios trascendente. Y su grandeza se funda en su obrar, el cual es el obrar del arquitecto. Yahvé es grande porque crea el mundo y lo dota de sentido, y éste se adquiere o se manifiesta por las bien fundadas acciones de la divinidad: son sus acciones las propias de un constructor. Así, en efecto,  Yahvé funda la tierra. Como en los Salmos, lo que hinca en la tierra es un themelion: dota así a la tierra de bases seguras. Por otra parte, Yahvé maneja con soltura cuerdas de medir y escuadras, con las que mide y proporciona la creación. Traza líneas, hinca ganchos en la tierra, y posa piedras de ángulo (lithoi gooniaioi).  Es decir, procede a un replantea e instala asideros (gruesas argollas metálicas, utilizadas en Mesopotamia, a las que se ataban cables o cuerdas), y cimientos. Las condiciones están fijadas para levantar entonces muros que contendrán las aguas, y delimitarán así un espacio libre del asalto continuado de las aguas –la lucha de Yahvé con las aguas, ya sea en forma de ondas, ya sea de animales serpenteantes que reciben diversos nombres, es incesante en la Biblia; Yahvé llegará hasta a enfrentarse verbalmente con las olas, que detendrá con un rugido-; muros en los que instala puertas (pulai), las cuales, una vez, cerradas a cal y canto, también ayudarán a contener las aguas que podrían disolver los límites establecidos.
El trabajo de Yashvé tiene lugar, pues, en el terreno. Asume múltiples funciones: proyectista, director de obra, albañil, carpintero, incluso. La descripción bíblica del obrar de Yahvé en el inicio de los tiempos se asemeja a una minuciosa descripción de los trabajos necesarios para delimitar y edificar un techo protector contra las inclemencias que, sin duda, bien se conocían en el Próximo oriente Antiguo.
Ambos textos requieren un estudio minucioso, y comparativo, entre las versiones hebrea, griega y latina, que, posiblemente, ilustren sobre todo sobre el imaginario de los escribas,  pero que debieron reflejar la cambiante concepción del dios creador, finalmente equiparado con un constructor, una imagen que evolucionará en la Edad Media, cuando, definitivamente, Yahvé y, sobre todo, su Hijo, abandonarán las prácticas manuales y, armados de un compás, emblema de la Geometría, se dedicará a proyectar y a trazar los límites del universo, de las órbitas de los cuerpos siderales circulares o esféricos.  

lunes, 7 de enero de 2013

Brighton 64: La casa de la bomba (1986) / Barcelona Blues (1983)



 Cuando con Brighton 64 (que ahora vuelven, mas, ¡ay!, han pasado veinticinco años) -y Ariadna Gil, hermana de los fundadores del grupo (los hermanos Gil), que reinaba por el aquel entonces-, se vivía mejor en Barcelona.

YAHVÉ: DE ARTESANO A PENSADOR, EN LA BIBLIA

El hecho que la Biblia no sea un libro escrito unitariamente, sino que conjuga textos de épocas (entre los siglos VI y II aC), culturas  y autores diversos, en hebreo y en griego, que reflejan creencias que necesariamente variaron, puede explicar que no solo la creación del mundo se narre dos veces sucesivas, de dos modos distintos, sino que también recoge, en diversos libros, narraciones o explicaciones que no tienen porque coincidir con uno u otro de los mitos de la creación narrados en el Génesis.

El Génesis, en efecto, suma  lo que posiblemente sean dos mitos, uno de tribus del sur, para las que la divinidadse llamaba Yahvé, con otro de tribus norteñas fieles a Elohim -nombre en plural pero que posiblemente refleje un plural mayestático-. Éstos, por otra parte, no son los únicos nombres que la divinidad de Israel, si es que se trata siempre de la misma, recibe.
 
El mito que concede la primacía a Yahvé sería el más antiguo, si bien es narrada en segundo lugar. La creación del universo es fruto de un laborioso trabajo artesano, en el que caben rectificaciones. El ser humano es modelado, la tierra es plantada y abierta, las aguas proceden de pozos abiertos esforzadamente. Es difícil saber si el texto refleja una creencia en un dios que trabaja manualmente como cualquier artesano, o si las descripciones de las labores divinas son metafóricas, mas, siendo éstas tan semejantes a las de otras culturas, mesopotámica, por ejemplo, es muy posible que, en una época más arcaica, Yahvé fuera un dios artesano cuya obra, el universo, era fruto de sus aptitudes manuales, de su trabajo físico con la materia.

El Génesis recoge una segunda versión de la creación, posiblemente más reciente, llevada a cabo por Elohim. Por razones que se me escapan, esta versión es la que aparece en primer lugar en la Biblia: se trata del primer texto. Elohim, en este caso, ya no es un artesano sino un orador. El mundo se hace según su dictado. El verbo divino es el que crea o nombra las cosas y los entes; éstos son engendrados, o se materializan, en cuanto son llamados. Esta versión no es insólita. Los mismos mitos mesopotámicos describen al dios ordenador del  universo, a Enki, ya sea como un dos artesano que moldea a los humanos, abre canales y trabaja la tierra -amén de masturbarse para llenar los cauces secos de los ríos-, ya sea como un ordenador cuyo verbo, cuyas palabras son efectivas ya que logran que las cosas sean o se muestren.

Los mitos mesopotámicos, en ocasiones, insisten en la capacidad planificadora de los dioses. Éstos, antes de crear, idean. Las imágenes mentales son generadoras. Están en el origen de las formas materiales. No queda claro, empero, dónde se hallan estas ideas necesariamente divinas, si en las divinidades o por encima o fuera de éstas, como si fueran otras deidades, superiores incluso a las que materializan dichas ideas. La importancia de la idea no va en detrimento de la materialización de las formas y los entes. Ambos procesos son necesarios y son llevados a cabo por deidades, si bien, parece que la ejecución material es confiada a deidades menores, engendradas incluso para la ocasión.

Tal concepción tiene su reflejo o corre de parejo con lo que cuenta algún libro tardío del Antiguo Testamento con son los Proverbios. Aquí, Yahvé, definitivamente planifica. Posee sabiduría. No queda claro, tampoco en este caso, si la Sabiduría divina consiste en una facultad divina, gracias a la que Yahvé idea, o si ser trata de una segunda divinidad, quizá emanada de Yahvé. Pero esta Sabiduría es anterior a la creación. Parece haber sido establecida por Yahvé. Fue engendrada antes que el universo; no se precisa por quien; mas es esta Sabiduria la responsable de la creación. Piensa por Yavhé, o es el pensamiento de Yahvé quizá hipostasiado, a quien Yahvé confía la creación del universo. El texto ya no describe trabajos manuales; tampoco se refiere a órdenes dadas, sino al trabajo intelectual de Yahvé que idea el universo gracias a la presencia de la Sabiduria, que dota a Yahvé de la capacidad de imaginarse el universo. La Sabiduría es la razón de ser de la creación; es lo que otorga entidad, da cuerpo a lo que va formando el escenario cósmico. Éste "responde" a un pensamiento, y existe ya en tanto que es concebido mentalmente. Su proyección material no altera ni completa, como si no fuera necesaria, la creación. Una idea es ya una obra.

Este proceso, que, casualmente recuerda la evolución de la concepción de la creación occidental -desde la manualidad artesana al arte conceptual, pasando por una fase en la que el artista da órdenes a los arrtesanos y aprendices de los talleres manieristas y barrocos italianos sobre todo, refleja el tránsito de la Edad de Bronce, en la que el trabajo de la tierra era esencial para la supervivencia, a la Edad del Hierro, cuando los intercambios comerciales eran constantes y fluidos, y los productos eran manufacturados en países o talleres, cercanos a fuentes materiales o a condiciones de trabajo más favorables, pero que respondían al gusto, los requisitos, los deseos de cortes muy alejadas. Las obras ya no eran trrabajadas por quienes las ideaban, y era la idea la que caracterizaba la creación; la factura manual, todo y siendo necesaria, no intervenía en la importancia o singularidad de la obra.