lunes, 22 de abril de 2013

CASAS DEL ALMA ("SOUL HOUSES") EGIPCIAS


Casa del alma, terracota, finales tercer milenio aC, Museo de Dresde (almacenes)


Maqueta arquitectónica de piedra romano-egipcia, s. I dC, Museo Petrie, Londres



Objeto en forma de maqueta de casa romano-egipcia, Museo Petrie, Londres


Maqueta de santuario romano-egipcio, Museo Petrie, Londres
 

Casa del alma  egipcia, terracota, finales del tercer milenio aC, Museo Petrie, Londres

Fotos: Tocho, marzo-abril de 2013

Las llamadas "casas del alma" egipcias, halladas por el egiptólogo William Petrie a principios del s. XX en la llanura de Giza, parecen sencillas maquetas arquitectónicas.
En verdad se trataba de modestas bandejas de ofrendas individuales, modeladas, al igual que los alimentos, en barro -a fin que éstos duraran para la eternidad-, que soportaban una maqueta de una construcción que representaba o simbolizaba quizá el hogar del difunto.
Estos objetos, populares, se depositaban sobre la arena que cubría un simple hoyo dentro del cual  yacía el cadáver sin momificar, sobre, en el mejor de los casos, una estera. Las bandejas presentan un pequeño canal de evacuación por el que los líquidos ofrendados se vertían sobre la arena.
Las personas que no podían permitirse un monumento funerario de piedra ni un enterramiento que respondiera a un complejo ritual recurrían a estas modestas construcciones hechas a mano.
Se ha supuesto, pues, que estas "maquetas" eran, más bien, construcciones diminutas adaptadas a las almas (el ba) de los difuntos.

En cuanto a las maquetas romano-egipcias, habrían sido pequeños altares domésticos en forma de santuarios o de capillas, incensarios o pebeteros que podían reproducir el hogar del oferente o un edificio prototípico. La llama que albergarían simbolizaría el fuego del hogar.

ANDREA BEATY & DAVID ROBERTS: IGGY PECK ARCHITECT (2007)



Por fin, un libro imprescindible sobre arquitectura y para arquitectos.

Véase la web de este ilustrador inglés: http://davidrobertsillustration.com/home.html

viernes, 19 de abril de 2013

Burbuja universitaria en España

La Universidad Politécnica de Cataliña (UPC) en Barcelona está practicamente en bancarrota y está a punto de quebrar. La deuda ináudita  de ciento once millones de euros, ante un presupuesto poco más del doble ( doscientos setenta y ocho millones) es inasumible. La venta de bienes, la expulsión de personal, la subida de matrículas, la reducción de sueldos, etc. son medidas desesperadas y posiblemente inútiles.

Algunos economistas piensan que este hundimiento solo es el inicio de la puesta en evidencia de, tras la burbuja de la construcción, de una segunda burbuja, de la universidad pública española.
Se han creado, con costes excesivos - materiales caros, derroches de medios - universidades en todas las ciudades. La dispersión por todo el territorio de facultades y centros casi vacíos es sorprendente. Los campus se han multiplicado. Son campus casi fantasmas. No hay suficientes estudiantes para llenar tantos edificios.
Cada ciudad, cada pueblo ha querido tener una universidad. Posiblemente por el rédito político obtenido, no respondiendo a ninguna necesidad. ¿Cuántos profesores no se han desplazado a universidades, un día laborable en pleno año académico, para impartir un seminario, que parecían vivir un día festivo, con las dependencias nuevas, abiertas y casi vacías?

Sabemos qué ocurre cuando estalla una burbuja. Lo primero que causa el derrumbe no levanta cabeza, pero todo el resto, a continuación, cae. La universidad pública española está malherida, posiblemente gravemente condenada, o a muerte.
Sólo cabe lo que está ocurriendo. La emigración de los mejores estudiantes al extranjero, siempre que puedan pagarse el viaje. Sin retorno previsto.

jueves, 18 de abril de 2013

El ágora (ateniense)




Erictonio, uno de los primeros reyes míticos, rey "autóctono", de Atenas, con un cuerpo de serpiente.

Tras un posible periodo de gobiernos asamblearios (de jóvenes y de ancianos)  en ciudades-estado del sur de Mesopotamia en el cuarto milenio aC, la mayoría de las estructuras políticas de las culturas mediterráneas, en el primer milenio aC, descansaron en la figura de un monarca o un oligarca. Reyes o aristócratas asumieron el poder.

En el siglo VI aC., Atenas estableció una nueva forma de gobierno y dispuso nuevo tipo de gobernantes. El poder unipersonal (monárquico, tiránico u oligárquico) dio paso, gracias a Clístenes, a un poder equilibrado legislativo y ejecutivo en manos de dos asambleas: la “iglesia” (ekklesia) formada por numerosos ciudadanos (hombres libres) que sometían a discusión todo tipo de propuestas y dictaban leyes, y la boulé, un grupo ciudadano más restringido encargado de aplicar aquéllas.  La estructura de clanes se disolvió; el linaje ya no fue la condición para acceder a cargos públicos (aunque si la fortuna). Al mismo tiempo, los tres poderes, religioso, civil y judicial se separaron.

“Tenemos un régimen político que no se propone como modelo las leyes de los vecinos, sino que más bien es él modelo para otros. Y su nombre, como las cosas dependen no de una minoría, sino de la mayoría, es Democracia. A todo el mundo asiste, de acuerdo con nuestras leyes, la igualdad de derechos en los conflictos privados, mientras que para los honores, si se hace distinción en algún campo, no es la pertenencia a una categoría, sino el mérito lo que hace acceder a ellos; a la inversa, la pobreza no tiene como efecto que un hombre, siendo capaz de rendir servicio al Estado, se vea impedido de hacerlo por la oscuridad de su condición. Gobernamos liberalmente lo relativo a la comunidad, y respecto a la suspicacia recíproca referente a las cuestiones de cada día, ni sentimos envidia del vecino si hace algo por placer, ni añadimos nuevas molestias, que aun no siendo penosas son lamentables de ver. Y al tratar los asuntos privados sin molestarnos, tampoco transgredimos los asuntos públicos, más que nada por miedo, y por obediencia a los que en cada ocasión desempeñan cargos públicos y a las leyes, y de entre ellas sobre todo a las que están dadas en pro de los injustamente tratados, y a cuantas por ser leyes no escritas comportan una vergüenza reconocida” (Tucídides: “Discurso fúnebre de Pericles”, Historia de la guerra del Peloponeso, II, 37)

Esta distinción se plasmó espacialmente. El acrópolis, donde setecientos años (s. XII aC) había morado el “Basileo” (el rey-sacerdote), se dedicó a los dioses, mientras que el poder civil se asentó a los pies del acrópolis, en una llanura, constituyendo el ágora. Se trataba de un espacio abierto, situado en un cruce de vías, central y bien comunicado. Pronto se convirtió en el signo identitario de toda ciudad y colonia griegas. Las sedes antes citadas, junto con el pritaneo –que atesoraba el fuego sagrado de la ciudad- donde se reunían los responsables de la ekklesia, mercados, un teatro (durante un tiempo), y templos dedicados principalmente a divinidades ligadas al mercadeo y a las técnicas artesanas –con las que se fabricaban objetos en venta en el ágora-, se asentaron en el ágora. Cuando el imperio helenístico conquistó Atenas y acabó con un gobierno democrático, el ágora se convirtió en un escenario representativo y vacío, sin incidencia en la vida de la ciudad-estado.

El ágora, sin embargo, no fue inventada por la democracia. Se tratara originariamente de una plaza de armas temporal, descrita, por ejemplo, en la Odisea: un espacio abierto en cuyo centro se disponía el botín tras una victoria, que se repartía entre los guerreros. Este espacio, delimitado para la ocasión, pertenecía a la colectividad: los jefes de los guerreros se colocaban en el perímetro del ágora, y las ganancias obtenidas entre todos se centraban.

El nítido escenario del gobierno de los ciudadanos presentaba dos zonas oscuras, sin embargo: una declarada voluntad imperialista que llevó a Atenas a mantener guerras incesantes para doblegar ciudades e islas próximas, y la siniestra ideología de la autoctonía -ilustrada por los mitos de origen de Atenas, según los cuales, los primeros reyes, con cuerpo de serpiente, nacieron de la tierra-, que excluía a todos los que no eran atenienses porque no pertenecían a la tierra-madre desde los inicios, no tenían hondas raíces  –una ideología que, reanimada por los nacionalismos excluyentes de los siglos XIX, XX y XXI, ha llevado al sur de Europa a su fragmentada y enfrentada situación actual.        
    

miércoles, 17 de abril de 2013

MARIE AMAR (1962): LA MAISON (LA CASA, 2005)











Marie Amar (París, 1962) retrata, en fotografías de un cierto tamaño (unos 100x80 cm),  polvo acumulado durante años, capas de telas de araña convertidas en frágiles esculturas traslúcidas, residuos imperceptibles, muebles abandonados, alacenas vacías, puertas que bostezan por el abandono, desvanes de los que cuelgan telas protectoras convertidas en espectros, y que recuerdan que esos espacios, un día, estuvieron llenos de vida.
La serie titulada La Maison (La Casa, 2005), junto con Poussière (Polvo, 2011) es quizá su mejor obra.

martes, 16 de abril de 2013