jueves, 20 de marzo de 2014
ERIC RUSIÑOL (1988): RECONSTRUCCIÓN VIRTUAL DEL ÁGORA DE ATENAS DEL SIGLO V AC (CAIXAFORUM, BARCELONA, MARZO DE 2014)
Reconstrucción del Ágora de la Atenas democrática - Sala de exposición Caixaforum Barcelona - 2014 from Eric Rusiñol Cambray on Vimeo.
Filmación en la sala de proyección de la video-instalación con la reconstrucción virtual del ágora de Atenas tal como se supone existía en el siglo V aC, en el centro de la exposición Mediterráneo. Del mito a la razón, en Caixaforum de Barcelona, hasta el 15 de junio de 2014.
La proyección se desarrolla en cuatro pantallas situadas a la misma altura, la mayor de las cuáles tiene unos once metros de largo.
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Ciudades
miércoles, 19 de marzo de 2014
TANJA HARNEY (¿1990?): TALO (LA CASA, 2012)
Agradezco a Jorge Raedo el envío de este hermoso cortometraje.
Ferrari Land
Los habitantes de las provincias de Tarragona y de Castellón de la Plana suelen quejarse que acogen todos los equipamientos y residuos que nadie quiere tener en el patio trasero de su casa: centrales térmicas y nucleares, extensos basureros, etc.
Sin embargo gozan de equipamientos tan necesarios tales como Marina d´Or y Marina d´Or Golf, Port Aventura, pronto BCN World, y, no lejos, disponen también de Terra Mítica.
Un nuevo equipamiento, tan necesario como todos, acabará de convertir el sur de Cataluña y el norte de Valencia en una tierra prometida.
Llega Ferrari Land: un parque temático, alrededor de un gran hotel de lujo, asentado sobre una especie de "escalextric" que, sin duda, proporcionará la paz y la tranquilidad requeridas. Lo que parece una montaña rusa y toda clase de simuladores de conducción de carreras acabarán de conformar esta nueva oferta cultural.
Ferrari Land de Tarragona se asemeja a la que ya se ha edificado en Abu Dhabi, lo que no hace sino reforzar la asociación entre las costas catalana y valenciana, y el desierto.
El equipamiento en la Península arábiga, de mayor extensión que el previsto en Tarragona, es obra de la empresa inglesa Benoy.
Comprende un presidente (chairman), un vice-presidente, un director global, directores ejecutivos, directores de comunicación global, financieros (economistas, supongo), directores de área, etc. Algunos deben de ser arquitectos o urbanistas. Así, "Rufus tiene una formación (o unos conocimientos: background) en artes y ciencia y una atención desacomplejada (o desvergonzada: unashamed) en la comercialidad".
La empresa construye en Abu Dhabi, Qatar, Dubai, Hong Kong, China, etc, proyectos titulados, por ejemplo, Megacity (Taiwan), Supernova (India), Rio Carnival (no en Río, sino en China), Freeport Resort (Portugal), Prado Shopping Centre (Marsella), or "five iconic towers (...) that will create a strong an identificable addition to the skyline" (en...Barcelona). Vuelve lo icónico. Menos mal.
La empresa perfecta. Si construyera Ferrari Land en Tarragona -los hoteles en Abu Dhabi y en Tarragona, sutilmente inspirados en un carburador, y pintados aun más sutilmente de rojo, guardan un aire cierto de familia- no habría problemas con la arquitectura.
No existiría. ¿Para qué?
Viva el tocino -las granjas de purines-, y la velocidad.
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Modern Architecture,
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martes, 18 de marzo de 2014
MYSTICAL COMMUNICATION SERVICE: THE TRIP (EL VIAJE, 2014)
http://mysticalcommunicationservice.bandcamp.com/track/the-trip
Grupo de rock "psicodélico" liderado por el músico uruguayo-israelí Yair Karelic, compositor de música "clásica" contemporánea formado en Italia
Véase la página web de la banda.
Grupo de rock "psicodélico" liderado por el músico uruguayo-israelí Yair Karelic, compositor de música "clásica" contemporánea formado en Italia
Véase la página web de la banda.
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Teseo, héroe fundador
Tithemi: este verbo, en griego antiguo, significa: establecer, asentar, fundar.
Aunque la etimología de los nombres propios suele ser incierta y es aventurado aseverar a fe cierta acerca de su significado, algunos estudiosos destacan el parecido turbador entre el verbo tithemi y el nombre propio Teseo.
Dicha relación no sería descabellada. ¿Por qué?
Los atenienses creían descender de una serie de reyes primigenios nacidos de la tierra. Erictonio, Erecteo y Cércope tenían todos una misma figura: seres con dos formas yuxtapuestas, cuyo cuerpo exteriorizaba su doble naturaleza. Por un lado, eran divinidades, lo que se mostraba a través de la parte inferior del cuerpo en forma de serpiente; la parte superior, empero, era humana.
El primer rey de este linaje había brotado, como una planta, de las entrañas de la tierra. Era el fruto, o el hijo de la tierra, la diosa-madre tierra, Gea, fecundada, involuntariamente por una divinidad. En efecto, el dios de la forja, el cojo Hefesto, de rostro ennegrecido y requemado por el fuego alrededor del cual pasaba los días, encerrado en su taller, había intentado seducir reiteradas veces a la diosa Atenea, fría y distante, una divinidad guerrera, más masculina que femenina, que rechazaba cualquier contacto que supiera subordinarse a un varón. En una de las tentativas más apremiantes de Hefesto, éste eyaculó sobre el muslo de la diosa: asqueada, Atenea se limpió con un paño, que tiró al suelo: así es cómo Hefesto fecundó a Gea.
Los atenienses creían, pues, que la región del Ática les pertenecía desde tiempos inmemoriales. Existían desde el tiempo de los dioses. No provenían de ningún otro lugar. Siempre habían estado allí, en el Ática, cerca del mar. No se les podía echar, ni podían aceptar como ciudadanos a foráneos; solo ellos tenían razones poderosas para considerar que el Ática era suya. Ésta les había alumbrado.
Este mito, sin embargo, dibujaba una situación que impedía a Atenas partir a la conquista de nuevas tierras. Si la posesión de una ciudad estaba justificada siempre y cuando se hubiera nacido allí en el origen de los tiempos, los atenienses solo podían asentarse en Atenas. Su imperio marítimo no tenía sentido; no era legal.
Sin embargo, el mito de la autoctonía -el nacimiento de la tierra, el enraizamiento en ella- se completaba con la historia de Teseo.
El perfil de Teseo correspondía bien con el de un héroe singular, destinado a fundar una ciudad. En verdad, Teseo no podía fundar Atenas, porque ésta existía desde siempre; pero sí pudo unir bajo unas mismas leyes distintos poblados vecinos, todos ellos asentados en el Ática, convertidos, tras el acto fundacional de Teseo, en barrios o distritos de una misma ciudad a la que dotó de las instituciones políticas necesarias para un gobierno justo: Teseo creó la Boulé -el ayuntamiento- y el Pritaneo -una asamblea "municipal", formada por representantes políticos de cada distrito, que legislaban y gobernaban en un edificio que acogía el fuego sagrado de la ciudad-. Los estamentos políticos que permitían el buen funcionamiento de Atenas estuvieron a cargo de Teseo, mientras que la diosa Atenea se limitó a amurallar y perfilar el acrópolis, el espacio consagrado exclusivamente a los dioses.
Teseo fue un mal nacido. Un oráculo había advertido al rey Egeo, descendiente de Cércope, incapaz hasta entonces, pese a sucesivos esponsales, de tener un hijo, que solo tendría descendencia si se cumplía una muy extraña situación: si un palo se hundiera en un odre de vino camino de Atenas. La metáfora sexual se aclararía pronto.
En un viaje a la ciudad vecina, Egeo se unió a la hija del rey de aquella ciudad. Ésta quedó encinta, sin que Egeo lo supiera claramente. Sin embargo, escondió una espada y calzado debajo de una roca pesada, explicando a la muchacha -una adolescente, casi una niña. llamada Edra- que si, por casualidad, daba a luz, su hijo solo podría presentarse ante Egeo como su hijo, si portaba la espada y las sandalias que solo un hijo de rey habría podido obtener.
Y así aconteció.
Antes, sin embargo, de ser reconocido por su padre Egeo, Teseo viajó hasta Atenas por un camino infestado de salteadores de caminos y criminales. Hubiera podido viajar por mar. Mas, entonces, no habría podido emular a Heracles cuando éste libró la tierra de un sin fin de monstruos. Monstruos ya no quedaban, pero sí aun bandidos. Heracles era el espejo en el que Teseo se miraba. Con los años llegarían a encontrarse y compartir aventuras.
No bien Teseo se presentó ante Egeo, su madrastra, la maga Medea, intuyó quien era, y los problemas que acarrearía. Trató de envenenarlo mas, justo cuando Teseo posó los labios en la copa, Egeo reconoció la espada que Teseo blandía y, tras repudiar a Medea, nombró a Teseo sucesor suyo.
Atenas, por el aquel entonces, dominaba la tierra, mas no el mar. Atenas estaba sometida a Creta. Cada año tenía que entregar a siete muchachos y siete muchachas al Minotauro, un ser híbrido, mitad toro, y mitad humano, para que los devorara en su palacio, el Laberinto, situado en la costa cretense.
Los atenienses se lamentaban amargamente del precio que pagaban para que Creta no les invadiera. Teseo se propuso para solucionar el problema.
Era el héroe más dotado para esta tarea. Enfrentarse a un ser híbrido implicaba estar familiarizado con su doble naturaleza. Mas las condiciones dobles no eran extrañas a Teseo. Era ateniense mas nació fuera de la ciudad. su padre lo quería pero lo abandonó. Sacrificó su cabellera a Apolo, en Delfos, donde acudió para saber cual iba a ser su destino, por lo que perdió temporalmente un signo eminentemente viril, la cabellera que se agitaba como la melena de un león durante los fieros combates. Deseado y temido, hombre y mujer, apátrida y héroe patrio, príncipe de una comunidad que nunca se había desplazado, y viajero impenitente, Teseo unía situaciones extremas. Nada humano le era ajeno: hombres y mujeres, jóvenes y ancianos, padres y madrastras, amados y repudiados, todos habían sido íntimamente conocidos por Teseo. Ninguna situación, ninguna acción, por retuerta y artera que fuera, le podía sorprender. Un ser entre el hombre y la bestia no podía constituir un obstáculo.
Teseo halló el camino que le condujo sin perderse hasta el corazón del Laberinto. Mató por sorpresa al Minotauro. Partió de Creta con los jóvenes rescatados, acompañado de Ariana, la hija del rey Minos de Creta: ésta, enamorada del príncipe ateniense, le había entregado un ovillo para que pudiera, a medida que lo deshacía en el Laberinto, hallar la salida tras librar al mundo del monstruo.
Quizá Teseo, impaciente de volver a Atenas, se olvidara de cambiar la vela negra con la que bogó a Creta por una blanca, signo de victoria, o quizá el destino había decidido que, como Edipo, Teseo fuera el causante de la muerte de su padre, pero lo cierto es que Egeo, al ver una vela negra despuntar por el horizonte, desesperado, temiendo la noticia, se tiró al mar que, desde entonces, en recuerdo suyo, se llamó como él.
Teseo aceptó la corona. Pero no fue un rey, sino un gobernante que, tras instituir la democracia, volvió a emprender el camino hasta que encontró la muerte.
Los mitos de Cécrope y de Teseo eran complementarios. A través del primero se definía la centralidad del espacio: Atenas se asentaba en un lugar. La ciudad se organizaba como un punto de referencia; y un punto desde dónde partir para explorar o a la conquista de nuevos espacios. Precisamente, el mito de Teseo traduce las ansias marítimas de Atenas. El mito de Cécrope es centrípeto, centrífugo el de Teseo. Con cécrope, los atenienses exploraron su identidad: el mito era un espejo en el que se miraban. el mito de Teseo, por el contrario, tendió puentes hacia los otros -presentados como los que no eran atenienses-, puso a Atenas en contacto con "los otros", mostró a Atenas otros rostros, quizá rostros que Atenas no quería ver. Es muy posible que Teseo haya sido utilizado políticamente, quizá ya desde el siglo VI aC. Pero ese uso no minusvalora la importancia y la función del mito. Al igual que el rito, que organiza gestos en el espacio, una gestualidad por la que se ocupa el espacio y se traduce las imágenes y las esperanzas que éste suscita, el mito también es un medio de expresión. A través de él, los humanos no solo exteriorizan la imagen que tienen del mundo sino que la comunican; por tanto, el mito educa; permite el diálogo y la discusión. Los mitos son relatos compartidos. Son medios para imponer pero también para transmitir imágenes y vivencias, deseos confesables o inconfesables, que se confiesan a través de héroes y aventuras. El mito no es la voz de su amo. Posee una densidad que impide que pueda ser manipulado. Los héroes y las escenas son demasiado complejos, las relaciones que se tejen suficientemente enrevesadas, con múltiples caras, para que los hilos del relato puedan ser manejados a voluntad. Los humanos no se expresan a través del mito, sino que es éste el que recurre a la voz y los gestos humanos para comunicar verdades, al igual que la tragedia, cuyo sustrato es el mito, que lo escenifica, y muestra cómo el mito revela los pliegues de la historia, y del alma humana.
Gracias a Teseo, los atenienses pudieron conquistar el Mediterráneo. No hacían´más que seguir la senda de Teseo: partían para divulgar las ideas benefactoras del héroe allende los mares, librando al mundo de los monstruos que ponían en jaque la convivencia e impedían que las comunidades se sintieran seguras.
De algún modo, el comportamiento justo de Teseo marcaría para siempre la vida cívica europea.
Quizá hoy, sin embargo, lo hayamos olvidado.
domingo, 16 de marzo de 2014
SMILJAN RADIC (1965) & OSCAR WILDE (1854-1900) : (EL CASTILLO D)EL GIGANTE EGOÍSTA (LONDRES, 1888, 2014)
OSCAR WILDE: THE SELFISH GIANT (EL GIGANTE EGOÍSTA, 1888)
Cada
tarde, a la salida de la escuela, los niños se iban a jugar al jardín del
Gigante. Era un jardín amplio y hermoso, con arbustos de flores y cubierto de
césped verde y suave. Por aquí y por allá, entre la hierba, se abrían flores
luminosas como estrellas, y había doce albaricoqueros que durante la
primavera se cubrían con delicadas flores color rosa y nácar, y al llegar el
otoño se cargaban de ricos frutos aterciopelados. Los pájaros se demoraban en
el ramaje de los árboles, y cantaban con tanta dulzura que los niños dejaban
de jugar para escuchar sus trinos.-¡Qué felices somos aquí! -se decían unos a
otros.
Pero un
día el Gigante regresó. Había ido de visita donde su amigo el Ogro de
Cornish, y se había quedado con él durante los últimos siete años. Durante
ese tiempo ya se habían dicho todo lo que se tenían que decir, pues su
conversación era limitada, y el Gigante sintió el deseo de volver a su
mansión. Al llegar, lo primero que vio fue a los niños jugando en el jardín.
-¿Qué
hacen aquí? -surgió con su voz retumbante.
Los niños
escaparon corriendo en desbandada.
-Este
jardín es mío. Es mi jardín propio -dijo el Gigante-; todo el mundo debe
entender eso y no dejaré que nadie se meta a jugar aquí.
Y, de
inmediato, alzó una pared muy alta, y en la puerta puso un cartel que decía:
ENTRADA ESTRICTAMENTE PROHIBIDA
BAJO LAS PENAS CONSIGUIENTES
Era un
Gigante egoísta...
Los pobres
niños se quedaron sin tener dónde jugar. Hicieron la prueba de ir a jugar en
la carretera, pero estaba llena de polvo, estaba plagada de pedruscos, y no
les gustó. A menudo rondaban alrededor del muro que ocultaba el jardín del
Gigante y recordaban nostálgicamente lo que había detrás.
-¡Qué
dichosos éramos allí! -se decían unos a otros.
Cuando la
primavera volvió, toda la comarca se pobló de pájaros y flores. Sin embargo,
en el jardín del Gigante Egoísta permanecía el invierno todavía. Como no
había niños, los pájaros no cantaban y los árboles se olvidaron de florecer.
Solo una vez una lindísima flor se asomó entre la hierba, pero apenas vio el
cartel, se sintió tan triste por los niños que volvió a meterse bajo tierra y
volvió a quedarse dormida.
Los únicos
que ahí se sentían a gusto eran la Nieve y la Escarcha.
-La
primavera se olvidó de este jardín -se dijeron-, así que nos quedaremos aquí
todo el resto del año.
La Nieve
cubrió la tierra con su gran manto blanco y la Escarcha cubrió de plata los
árboles. Y en seguida invitaron a su triste amigo el Viento del Norte para
que pasara con ellos el resto de la temporada. Y llegó el Viento del Norte.
Venía envuelto en pieles y anduvo rugiendo por el jardín durante todo el día,
desganchando las plantas y derribando las chimeneas.
-¡Qué
lugar más agradable! -dijo-. Tenemos que decirle al Granizo que venga a estar
con nosotros también.
Y vino el
Granizo también. Todos los días se pasaba tres horas tamborileando en los
tejados de la mansión, hasta que rompió la mayor parte de las tejas. Después
se ponía a dar vueltas alrededor, corriendo lo más rápido que podía. Se
vestía de gris y su aliento era como el hielo.
-No
entiendo por qué la primavera se demora tanto en llegar aquí -decía el
Gigante Egoísta cuando se asomaba a la ventana y veía su jardín cubierto de
gris y blanco-, espero que pronto cambie el tiempo.
Pero la
primavera no llegó nunca, ni tampoco el verano. El otoño dio frutos dorados
en todos los jardines, pero al jardín del Gigante no le dio ninguno.
-Es un
gigante demasiado egoísta -decían los frutales.
De esta
manera, el jardín del Gigante quedó para siempre sumido en el invierno, y el
Viento del Norte y el Granizo y la Escarcha y la Nieve bailoteaban
lúgubremente entre los árboles.
Una
mañana, el Gigante estaba en la cama todavía cuando oyó que una música muy
hermosa llegaba desde afuera. Sonaba tan dulce en sus oídos, que pensó que
tenía que ser el rey de los elfos que pasaba por allí. En realidad, era solo
un jilguerito que estaba cantando frente a su ventana, pero hacía tanto
tiempo que el Gigante no escuchaba cantar ni un pájaro en su jardín, que le
pareció escuchar la música más bella del mundo. Entonces el Granizo detuvo su
danza, y el Viento del Norte dejó de rugir y un perfume delicioso penetró por
entre las persianas abiertas.
-¡Qué
bueno! Parece que al fin llegó la primavera -dijo el Gigante, y saltó de la
cama para correr a la ventana.
¿Y qué es
lo que vio?
Ante sus
ojos había un espectáculo maravilloso. A través de una brecha del muro habían
entrado los niños, y se habían trepado a los árboles. En cada árbol había un
niño, y los árboles estaban tan felices de tenerlos nuevamente con ellos, que
se habían cubierto de flores y balanceaban suavemente sus ramas sobre sus
cabecitas infantiles. Los pájaros revoloteaban cantando alrededor de ellos, y
los pequeños reían. Era realmente un espectáculo muy bello. Solo en un rincón
el invierno reinaba. Era el rincón más apartado del jardín y en él se
encontraba un niñito. Pero era tan pequeñín que no lograba alcanzar a las
ramas del árbol, y el niño daba vueltas alrededor del viejo tronco llorando
amargamente. El pobre árbol estaba todavía completamente cubierto de escarcha
y nieve, y el Viento del Norte soplaba y rugía sobre él, sacudiéndole las
ramas que parecían a punto de quebrarse.
-¡Sube a
mí, niñito! -decía el árbol, inclinando sus ramas todo lo que podía. Pero el
niño era demasiado pequeño.
El Gigante
sintió que el corazón se le derretía.
-¡Cuán
egoísta he sido! -exclamó-. Ahora sé por qué la primavera no quería venir
hasta aquí. Subiré a ese pobre niñito al árbol y después voy a botar el muro.
Desde hoy mi jardín será para siempre un lugar de juegos para los niños.
Estaba de
veras arrepentido por lo que había hecho.
Bajó
entonces la escalera, abrió cautelosamente la puerta de la casa y entró en el
jardín. Pero en cuanto lo vieron los niños se aterrorizaron, salieron a
escape y el jardín quedó en invierno otra vez. Solo aquel pequeñín del rincón
más alejado no escapó, porque tenía los ojos tan llenos de lágrimas que no
vio venir al Gigante. Entonces el Gigante se le acercó por detrás, lo tomó
gentilmente entre sus manos y lo subió al árbol. Y el árbol floreció de
repente, y los pájaros vinieron a cantar en sus ramas, y el niño abrazó el
cuello del Gigante y lo besó. Y los otros niños, cuando vieron que el Gigante
ya no era malo, volvieron corriendo alegremente. Con ellos la primavera
regresó al jardín.
-Desde
ahora el jardín será para ustedes, hijos míos -dijo el Gigante, y tomando un
hacha enorme, echó abajo el muro.
Al
mediodía, cuando la gente se dirigía al mercado, todos pudieron ver al
Gigante jugando con los niños en el jardín más hermoso que habían visto
jamás.
Estuvieron
allí jugando todo el día, y al llegar la noche los niños fueron a despedirse
del Gigante.
-Pero,
¿dónde está el más pequeñito? -preguntó el Gigante-, ¿ese niño que subí al
árbol del rincón?
El Gigante
lo quería más que a los otros, porque el pequeño le había dado un beso.
-No lo
sabemos -respondieron los niños-, se marchó solito.
-Díganle
que vuelva mañana -dijo el Gigante.
Pero los
niños contestaron que no sabían dónde vivía y que nunca lo habían visto
antes. Y el Gigante se quedó muy triste.
Todas las
tardes al salir de la escuela los niños iban a jugar con el Gigante. Pero al
más chiquito, a ese que el Gigante más quería, no lo volvieron a ver nunca
más. El Gigante era muy bueno con todos los niños pero echaba de menos a su
primer amiguito y muy a menudo se acordaba de él.
-¡Cómo me
gustaría volverlo a ver! -repetía.
Fueron
pasando los años, y el Gigante se puso viejo y sus fuerzas se debilitaron. Ya
no podía jugar; pero, sentado en un enorme sillón, miraba jugar a los niños y
admiraba su jardín.
-Tengo
muchas flores hermosas -se decía-, pero los niños son las flores más hermosas
de todas.
Una mañana
de invierno, miró por la ventana mientras se vestía. Ya no odiaba el invierno
pues sabía que el invierno era simplemente la primavera dormida, y que las
flores estaban descansando.
Sin
embargo, de pronto se restregó los ojos, maravillado, y miró, miró…
Era
realmente maravilloso lo que estaba viendo. En el rincón más lejano del
jardín había un árbol cubierto por completo de flores blancas. Todas sus
ramas eran doradas, y de ellas colgaban frutos de plata. Debajo del árbol
estaba parado el pequeñito a quien tanto había echado de menos.
Lleno de
alegría el Gigante bajó corriendo las escaleras y entró en el jardín. Pero
cuando llegó junto al niño su rostro enrojeció de ira y dijo:
-¿Quién se
ha atrevido a hacerte daño?
Porque en
la palma de las manos del niño había huellas de clavos, y también había
huellas de clavos en sus pies.
-¿Pero,
quién se atrevió a herirte? -gritó el Gigante-. Dímelo, para tomar la espada
y matarlo.
-¡No!
-respondió el niño-. Estas son las heridas del Amor.
-¿Quién
eres tú, mi pequeño niñito? -preguntó el Gigante, y un extraño temor lo
invadió, y cayó de rodillas ante el pequeño.
Entonces
el niño sonrió al Gigante, y le dijo:
-Una vez
tú me dejaste jugar en tu jardín; hoy jugarás conmigo en el jardín mío, que
es el Paraíso.
Y cuando
los niños llegaron esa tarde encontraron al Gigante muerto debajo del árbol.
Parecía dormir, y estaba entero cubierto de flores blancas.
|
"The Selfish
Giant",
The Happy Prince and Other Tales, 1888 |
El arquitecto chileno Smiljan Radic ha sido escogido este año para proyectar el pabellón temporal, de verano, que cada año un arquitecto internacional construye para las galería de arte contemporáneo Serpentine Galleries, cerca del lago de Serpentine, en Kensington Gardens dentro de Hyde Park en Londres.
El proyecto se basa en una reciente escultura de dicho arquitecto inspirada en el cuento de Wilde: El gigante egoísta.
El pabellón, quizá, quiera traer la primavera en el centro de Londres y alargarla hasta la primera escarcha. Y poblar el parque de niños, convirtiéndole en una imagen del Paraíso, cuando los hombres eran aun no se habían vuelto adultos y adustos, no sin que el primer crimen no tuviera lugar.
Aunque también podría traer el infierno: una cubierta translucida en los cada vez menos londinenses veranos. ...
Wilde to wild?
Aunque también podría traer el infierno: una cubierta translucida en los cada vez menos londinenses veranos. ...
Wilde to wild?
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