jueves, 16 de junio de 2022

MARÍA-ELENA VIEIRA DA SILVA (1908-1992): CIUDADES (EN RUINAS)































 

Si no fuera porque el acuerdo entre Francia y Portugal, este año, ha permitido organizar una completa serie de exposiciones de arte antiguo y moderno portugués por distintas ciudades francesas, el nombre de la pintora portuguesa, nacionalizada francesa, María-Elena Vieira da Silva, que se expone hoy en Marsella, seguiría estando semi-olvidado, pese al prestigio y la presencia que tuvo entre los años cincuenta y setenta, sobre todo en la década de los años cincuenta, cuando sus cuadros, a menudo de temática urbana, entre la cuidada geometría y el gestualismo, la abstracción geométrica y el expresionismo abstracto, se exponían regularmente, en Francia sobre todo.
Sus vistas urbanas evocan a menudo ruinas, ciudades devastadas durante la Segunda Guerra Mundial, en la que las líneas nerviosas y las diminutas teselas ( la influencia de Klee es visible) se refieren tanto a edificios destruidos como desaparecidos -de los que solo quedan trazas-, y ciudades devastadoras, abiertas en canal por y para la velocidad, en una confusión de formas, cables y luces de colores que alcanzan el cielo, invadiendo toda la tela. Pinturas que son sismógrafos de la vida presente de la ciudad, que evocan las sinfonías urbanas de los años 30, con un mayor grado de confusión y enredo,  y de vidas perdidas definitivamente, enredadas en laberintos de calles y señales. 










miércoles, 15 de junio de 2022

THOMAS RUFF (1958): CASAS (1987-1991)























Aunque el fotógrafo alemán Thomas Ruff haya sucumbido ocasionalmente a los encantos de construcciones de prestigio -o de arquitectos de prestigio, como el pabellón de Barcelona de Mies van der Rohe-, sus mejores y más características imágenes arquitectónicas no tienen atributos. 
El cielo, lívido, blanquecino o gris, como si no hubiera cielo; las casas se asemejan a sus maquetas. Los muros parecen no tener cuerpo. Son casas degastadas, y aunque seguramente no están abandonadas -las malas hierbas no las invaden-, nadie parece vivir o merodear por ellas. 
Bloques paralelepipédicos grises, plantados en ninguna parte, a menudo en pareja, indistinguibles entre sí, supuran tristeza y una perversa nostalgia por lo que quiso ser un edificio plenamente moderno, romo, chato, esquemático, o una caricatura de una construcción que quiere evocar la casa intemporal y solo es una construcción sin historia, cuyo carácter plano, liso, por el que resbala la mirada, se acentúa por el punto de vista, frontal o de tres cuartos, característico de la escuela fotográfica de Düsseldorf, como si el edificio se deslizara sin dejar huella, aunque su triste presencia, que evoca olores agrios, no deja indiferente.