Sean cuáles sean sus intenciones, confesables o no, usted desea hacer carrera en la universidad. Ya está “dentro”, impartiendo clases, como becario, personal investigador, asociado, lector, agregado, titular o incluso catedrático. Ya tiene ORCID (un número que lo identifica como investigador). Otros indicadores también lo localizan. Todos los datos sobre sus actividades también están registrados en bases de datos. Es usted un verdadero investigador y docente que cumple con lo exigido. Y quiere mantener su puesto o prosperar. ¿Qué cabe hacer?
Busque un tema de investigación que no se agote en una única publicación, sino que le permita, mediante variantes y leves cambios, seguir publicando sin emprender una nueva y quizá dificultosa investigación. Piense entonces dónde publicar el artículo. Descarte las editoriales de libros, las actas de congresos, los catálogos de exposiciones, incluso si se anuncian como académicos (y lo son, a menudo). Escoja una revista llamada indexada, es decir, clasificada en ciertas listas “reconocidas”. Deberá familiarizarse y jurar con nombres vagamente latinos como Scopus o WOS (Web of Science), que deberá conocer como el Padrenuestro, la alineación de su equipo favorito o la lista de la compra.
Aún le falta hasta tocar el cielo (es decir, obtener un sexenio de investigación, y una acreditación). Tiene entonces que fijarse qué cuartile ocupa la revista. Bajo esta insólita palabra se quiere indicar la posición que ocupa la revista en la lista antes escogida. Si ésta no se halla en el “primer cuartile “, es decir, en el vigésimo quinto primer tanto por cierto, olvídese, y siga buscando.
Remita el artículo. Espere con paciencia recibir una anotación de su texto acompañado de comentarios condescendientes o sarcásticos, que pueden denotar la incomprensión del texto -ante lo que tiene que mantener un perfil bajo-, a los que deberá responder volviendo a enviar el artículo. Así, habitualmente, unas tres veces. Y no se le ocurra enviar el texto a otra revista. Una atrevimiento, una imprudencia, un error de cálculo, una muestra de falta de previsión o conocimiento de las diabólicas reglas de juego que lo apartará definitivamente de la carrera universitaria. Estará proscrito para el resto de su vida.
El artículo, finalmente, se publica, unos tres años más tarde. Ahora ya puede encadenar publicaciones con variantes de su texto, en diversas lenguas, en diversas revistas, todas indexadas.
¿Ha concluido la carrera a ninguna parte? Ha llegado a la mitad del camino.
Tras la publicación deberá, tras un cierto tiempo, empezar a buscar quién y dónde le citan: qué investigador, en qué publicación, qué página y nota a pie de página se cita, y en qué página se le cita. Y deberá calcular cuántas citas ha recibido, buscando en qué índices y en qué cuartiles se halla la revista que le cita. Si las citas se encuentran en un libro, deberá buscar, en distintas listas, qué clasificación “merecen” dichas editoriales. Verá que algunas relevantes no aparecen frente a otras muy bien situadas. No pierda el tiempo devanándose los sesos.
Y finalmente deberá calcular, tila mediante, el factor h atribuido a su escrito.
Seguramente me olvido de algún obstáculo más.
Solo entonces podrá caer muerto.
Y así con cada nueva publicación.
Mas, ¿cuenta lo que dice el texto para su evaluación?
Es el cuartil, estúpido.
Nota :
“Los cuartiles son cuantiles que se multiplican por un cuarto de un conjunto de datos” (Wikipedia). Alabado sea el señor
Agradecimientos a Mònica Sambade, y a María Rubert, Felix Solaguren y Estanislao Roca, sin cuya ayuda, dedicación y consejos habría soltado la cuerda.