sábado, 24 de abril de 2010

Una curiosa y estimulante lectura de la arquitectura moderna y contemporánea españolas. David Bestué: Formalismos Puros (2010)


"Carretera de Esplugues, última parada delante del edificio Walden 7. Ya estoy en casa, perdone usted las molestias. Marés salta del autobús con el acordeón a la espalda y los bolsillos repletos de monedas. Llegando al portal, las redes sobre su cabeza paran las losetas y otros objetos a menudo no identificables que caen desde lo alto. A saber lo que arrojan por las ventanas a estas horas de la noche. Vecinos desesperados. En las redes hay botellas de cava, recipientes de plástico, medias y calcetines, condones y pájaros muertos. El viento silba en los húmedos vestíbulos y en los oscuros pasadizos del maldito edificio, un laberinto de corrientes de aire para pillar pulmonías. Hay que sortear los charcos de agua. El buzón rebosaba de propaganda (...)


Por la noche, en casa, (Marés) se acostaba temprano, pero no podía dormir. Se levantaba, se servía una copa y conectaba la radio para oír música. De pie ante la ventana, contemplaba en medio de la noche la doble serpiente de luces en la autopista A-2 y el rótulo de neón de los estudios luminoso y falaz, una querencia artifiosa. El mundo le parecía una trampa y también su habitáculo en Walden7: esas losetas del revestimiento que caen en la noche se desprenden de mi cerebro, se dijo, esas redes de ahí abajo me esperan a mí (...)


Estuvieron hablando melancólicamente del extraño destino de algunas personas solitarias y del lento, misterioso e implacable deterioro del edificio Walden 7, un sueñpo que se desmorona."


(Juan Marsé: El amante bilingüe)


¿Pueden ser los edificios metáforas de los secretos quiebros del arquitecto o de los que allí habitan?


David Bestué recuerda aque para Marsé, la lenta caída de Marés (el protagonista de El amante bilingüe), cuando su mujer le abandona, y el incesante goteo de las baldosas mal aplacadas en la fachada del edificio Walden 7, de Ricardo Bofill, (donde se aloja Marés) -que se estrellaban contra el suelo antes de que se tendieran redes, pronto sucias de todos los restos (de sueños, de vidas y de enseres) lo que los vecinos echaban por la ventana-, corrían de parejo.

El derrumbe de la fachada simbolizaba el derrumbe físico e interior del protagonista. La fachada se iba quedando desnuda como a Marés le iban despojando de su vida.


La última exposición de David Bestué (Formalismos puros, en la Galería Sis de Sabadell, que comprende un video y un secuencia de fotografías) ofrece una curiosa y distinta lectura de la arquitectura moderna española que no pasa por las convenciones que rigen en la historiografía y la crítica habituales.


¿Pueden ser una iglesia moldeada en hormigón -líquida antes de petrificarse-, de Miguel Fisac, una expresión de la crisis religiosa del arquitecto, de la fluidez e inestabilidad de su credo?; ¿el desconchado y tétrico Walden 7, de Bofill -hoy restaurado, pero tan laberíntico como siempre-, salpicado de torreones en medio de estrechos pasadizos exteriores, una metáfora de la ruindad de las relaciones humanas o de vecindad?; ¿una necesariamente modesta escalera de emergencia, de Miralles, por la que no se puede descender (cada peldaño es distinto y tiene una anchura y altura distintas, al tiempo que los tramos que la componen van de un lado para otro, como en una escalera imposible de Escher) -ya que lo único que desciende es la escalera misma, precipitándose los escalones hasta caer al suelo (escalera está basada en el célebre óleo de Marcel Duchamp, Desnudo bajando la escalera)-, una manifestación del puro formalismo que preocupaba el arquitecto (en detrimento del usuario)?; ¿el edificio de viviendas de la Barceloneta, un icono de la arquitectura moderna de los 50, con su fachada de persianas de librillo, dispuestas como pestañas que se abren y se abaten, facilitando la visión obsesiva y disimulada, el símbolo del desprecio por las "clases populares" y de la homofobia de Coderch?; o ¿los bancos sucios y rotos de la plaza de los Paises Catalanes, machacados por los skatters, la manifestación que la vida rebulle, y se rebela contra del vacío (que quiso ser un simbolo de pureza y solo era de incomprensión o ceguera ante la diversidad, el carácter turbio de la vida) impuesto en su día por Piñón/Viaplana?


David Bestué retrata una treintena de edificios, desde un dolmen inmutable hasta, saltando en el tiempo, recorrer la historia canónica de la arquitectura española, desde Gaudí a Enrique Ruiz, mostrando, en fotos que retratan a los edificios como si se acabaran de levantar, la cara ni siquiera lavada, como la historia de la arquitectura -o la historia que narran o crean edificios de los siglos XX y XXI- dibuja una historia de la compleja relación de los arquitectos con sus temores y con la vida exterior no enteramente domesticada, una historia que no tiene que ver con ideas sino con anhelos y preocupaciones humanos, demasiado humanos.


Y todos los edificios se van desconchado, cubriéndose de parches, y cerrándose.


No hay comentarios:

Publicar un comentario