El toro es un animal asociado al tránsito hacia el más allá en las culturas mediterráneas. Cabe solo recordar al toro Apis llevando sobre el lomo al faraón fallecido hacia su última morada donde revivirá.
Su fuerza y su potencia sexual los convirtieron en símbolos de vida y renacimiento. Los dioses creadores solían tener al toro como atributo, o se metamorfoseaban en éstos para mostrarse entre los hombres quienes, en agradecimiento, como exigía el propio Yahvé, les sacrificaban en su honor una hecatombe (cien) toros.
Esta relación es muy evidente en la Edad del Bronce en la isla de Cerdeña. Numerosas tumbas se ornan con relieves de bucráneos. Las llamadas tumbas de los gigantes son recintos de piedra alargados y abovedados colectivos del segundo milenio, comunes en la isla. Contenían restos de numerosos difuntos, que fueron confundidos en el medioevo con los huesos de seres descomunales dotados de un esqueleto descomunal.
Estas tumbas no solo están decoradas con motivos taurinos, grabados o pintados, sino que la planta, compuesta por un muro curvo de entrada, abierto como unos brazos a lado y lado de la nave alargada recuerda la testa de un toro bravo. Algunas se orientan hacia la estrella más brillantes de la constelación de Tauro. Al menos ésta es la explicación más común, que casa con creencias mediterráneas, si bien algunos historiadores, marcados quizá por los posibles cultos a deidades femeninas, prefieren interpretar la planta como un útero en el que los difuntos se disponen para renacer en el más allá. El acceso, orientado habitualmente hacia el este, miraba hacia el sol. Estas tumbas, en todo caso,suelen estar dispuestas en lugares por donde circulan corrientes magnéticas..
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