Una de las mejores y turbadoras obras en el Arsenal de la Bienal de Venecia 2015 es la vídeo-instalación del artista kurdo-iraquí Hiwa K (que vive hoy en Berlín).
Consistente en dos proyecciones y una gran campana de bronce, documenta el trabajo de un metalista iraquí que recupera armas, balas y vehículos militares (aviones, tanques, jeeps, etc.) destrozados para fundirlos y obtener el metal (cobre, hierro, etc.), vendido en el extranjero.
El trabajo, peligroso, debido a los componentes tóxicos o letales y a ocasionales bombas y balas aún activas -el metalista cojea debido a una bomba perdida- permite conocer la procedencia de las armas.
Fundir cañones para fabricar campanas ha acontecido en la Europa cristiana a lo largo de los siglos.
El artista ha encargado una gran campana a un artesano italiano, a partir del metal recuperado en Iraq. La campana se orna con motivos mesopotámicos (acadios, sumerios, asirios, babilónicos) por razones casi previsibles. El sonido grave o lúgubre de la campana alerta sobre la destrucción del patrimonio iraquí (mesopotámico) a manos de la coalición, la guerra civil y hoy el ISIL. Estos motivos quedan como un eco perdido. El relieve neo-asirio tan conocido de una leona agonizando adquiere un nuevo y turbador significado, mientras que los leones y toros alados guardianes de palacios neo-asirios, hoy destruidos, voltean patéticamente, como si saltaran por los aires.
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