El monumento se alza en medio de la ciudad. tiene veintidós metros de alto, y es visible desde todos los rincones. Tiene un perfil recto, y responde as un estilo híbrido, entre clásico y faraónico. Ha perdurado hasta hoy, si bien se le han eliminado imágenes e inscripciones. Está a punto de ser derribado porque representa la victoria del mal sobre el bien. Es un signo de inmoralidad. Deberá, sin duda, ser minado.
¿Estamos en Palmira? No, en Palma.
El monumento de tardío estilo art deco. Se levantó para honrar la memoria de muertos. Como todos los monumentos (memento, en latín, significa acordarse).
Los primeros cristianos, y los primeros musulmanes trataron de derribar las pirámides egipcias: monumentos funerarios, de dudoso atractivo, levantados para exaltar a un solo hombre, a costa de miles de trabajadores. Gracias a que no lo lograron, mil quinientos años más tarde, a partir del ejemplo de las pirámides, Hegel pudo escribir el primer tratado de teoría del arte en el que enunció cómo se podría valorar la obra de arte, libre de criterios morales y políticos. Ha fracasado, como se ve. El arte no existe. El arte por el arte es un sueño. El deseo de poder es demasiado fuerte.
Deberíamos derribar las catedrales. Son el signo de la imposición de un credo. En Barcelona, con las ruinas del templo, podríamos reconstruir la mezquita que allí se alzó, para hacerla saltar por los aires y reemplazarla por el templo de Augusto que, sin duda, pisotea, algún santuario íbero. Y asi borraremos la historia.
Arquitectos iraquis -que sufrieron la dictadura de Saddan Hussein y hoy son víctima del ISIL- sostienen que el delirante palacio que Hussein mandó erigirse en el centro de las ruinas de Babilonia, sobre un tell, dominando el yacimiento, debe ser restaurado -ha sido expoliado (comprensiblemente)- y preservado, porque ya forma parte de la historia de Babilonia, para bien o para mal. La historia no se entendería sin este horror. Manifiesta cómo Babilonia fue percibida y utilizada, qué valor se le otorgó. Babilonia no se limita a la puerta de Ishtar y las murallas -construidas tras el derribo de centenares de edificios, sobre las ruinas de innumerables Babilonias que se sucedieron durante mil quinientos años-, sino que el palacio despreciado -en verdad, no más vulgar que la ostentosa y chillona puerta de Ishtar, levantada solo para impresionar a las masas y exibir el poder del último emperador en el que ya nadie creía- explica qué fue y qué es, qué significa Babilonia.
El monumento en Palma puede derribarse. Por razones estéticas, sin embargo. Pero el gusto cambia, y mediocridades como el templo de Bel en Palmira son hoy admiradas y defendidas, porque hombres del pasado no pudieron -o no quisieron- borrarlo, por impotencia, prudencia o gusto ("bueno" o "malo", según el juicio estético de cada uno).
Con lo que el tiempo ya destruye...
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