"En los tiempos naifs cuando el tirano arrasaba ciudades para su mayor gloria, cuando el esclavo encadenado al carro del vencedor desfilaba en las ciudades en fiesta, cuando el enemigo era echado a las fieras ante el pueblo reunido, la conciencia podía ser firme, y el juicio claro. Pero los campos de esclavos bajo la bandera de la libertad, las matanzas justificadas en nombre del amor de los hombres o el gusto por la sobre-humanidad, dejan, en un sentido, el juicio desamparado. El día en que el crimen se viste con los despojos de la inocencia, por una curiosa inversión propia de nuestro tiempo, es la inocencia la que es forzada de justificarse."
(Albert Camus: El hombre rebelde, 1951)
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