Cuando la guerra entre Iraq e Irán en los años ochenta, teólogos iraníes, bajo el patrocinio del presidente Khomeini, defendieron las virtudes del suicidio con bomba para la vida en el más allá del difunto afín de proporcionar cobertura teológica a los mil niños de diez años enviados diariamente al frente para que, al saltar por los aires, permitieran localizar áreas minadas por Iraq y eliminar las bombas anti-personas. Murieron un millón de personas, muchas niños pre-adolescentes.
Una ponencia ha expuesto que la polución en Iraq como consecuencia de las dos guerras del golfo (1992, 2003-2004), de la guerra entre Iraq e Irán (1980-1989), y de la actual guerra contra el ISIL, causante de elevadas tasas de cáncer y deformaciones congénitas, equivale hoy a la explosión de cincuenta bombas atómicas.
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