"Estaba por entonces en Alemania, adonde la
ocasión de unas guerras aún no acabadas me había llamado; y volviendo
de la coronación del emperador hacia el ejército, el comienzo del
invierno me detuvo en un lugar donde, no encontrando ninguna conversación que me
distrajese, y no teniendo por otra parte, afortunadamente,
ninguna preocupación ni pasión que me turbaran, permanecía todo el día
encerrado y solo en una habitación con estufa, donde disponía de todo el tiempo
libre
para cultivarme con mis pensamientos. Entre los cuales, uno de los primeros fue
caer en la cuenta que a menudo no hay tanta perfección en las obras compuestas de
varias piezas y realizadas por la mano de distintos hombres como en aquellas en
que
uno solo ha trabajado. Así se ve que los edificios que un solo arquitecto ha
empezado y acabado son habitualmente más bellos y están mejor dispuestos que aquellos
otros que varios han tratado de componer, utilizando viejos muros que habían
sido levantados para otros fines. Así esas antiguas ciudades, que no habiendo sido
al principio sino aldeas han llegado a ser, con el paso del tiempo, urbes,
están ordinariamente tan mal trazadas, comparadas con esas plazas regulares que un ingeniero traza según su fantasía en una llanura, que
aunque al considerar sus edificios cada uno por su parte se encuentra a menudo tanto o
más arte que en aquellas otras dibujadas por un ingeniero, sin embargo, al ver
como están dispuestos, aquí uno grande, allí uno pequeño, y como hacen las calles
curvas y desiguales, se diría que es más bien la fortuna, que no la voluntad de
algunos hombres usando la razón, quien así la ha dispuesto. Y si se tiene en cuenta
que, a pesar de ello, ha habido siempre unos oficiales encargados del cuidado de
los edificios de los particulares para hacerlos servir al ornato público, se
reconocerá que es dificultoso, trabajando sobre lo hecho por otro, hacer
cosas perfectas. Así, me imaginaba que esos pueblos, habiendo sido antaño medio
salvajes y no habiéndose civilizado sino poco a poco, que
no han hecho sus leyes sino a medida que la incomodidad de los crímenes y las disputas
les iban apremiando, no pueden tener costumbres tan acomodadas como los
que, desde el comienzo en que se juntaron, han observado las constituciones de algún
prudente legislador".
(René Descartes: El discurso del método, parte segunda)
Hoy, los arquitectos buscan las huellas del pasado para proyectar y construir, manteniendo estas marcas desvaídas, construyendo como desvela el arqueólogo, pero hubo un tiempo, aun no lejano, en que se prefería hacer tabula rasa para elevar ciudades y monumentos necesariamente perfectos que no estuvieran condicionados, limitados, constreñidos por obras anteriores.
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