1.- El arte de la representación mimética o naturalista ha sido considerado, desde finales del siglo XIX, en Occidente, académico, reaccionario, anclado en el pasado. El arte llamado primitivo, por el contrario, fue celebrado, desde principios del siglo XX, como una muestra de vitalidad, ingenio y creatividad, liberada del sometimiento a la realidad, que debía, paradójicamente, ser tomado como modelo, imitado.
2.- El arte neo-asirio, desplegado en los grande relieves de piedra que ornaban las estancias palaciegas, en Nínive, Nimrud, Khorsabad, etc., entre los siglos VIII y VI aC, ha sufrido cierto desprecio tanto por su reiteración, hieratismo y naturalismo. Figuras idénticas, monumentales, representadas de lado, carentes de signos de identidad que permitan distinguirlas, y escenas de guerra y de caza desplegadas en los grandes paramentos de piedra, reproducidas, sin "estilo", han sido consideradas representativas de un arte de escasa calidad, comparado, además, con las artes egipcias y griegas del mismo periodo. Los asirios no parecían dotados para el arte. El creciente naturalismo de las escenas parecía confirmar el abandono a las convenciones, a un mimetismo convencional que dejaba escaso campo para la imaginación. Los artistas asirios parecían contentarse con convenciones, entregados a la representación mimética.
Sin embargo, este desprecio o esta escasa consideración del naturalismo, referido al arte asirio, quizá deba ser revisado, como comenta el arquitecto, especialista en el Próximo Oriente Antiguo, Mar Marín (UPenn University, Filadelfia), comentando además los estudios de la asirióloga norteamericana Irene Winter.
En efecto, las grandes escenas de caza de leones, ubicadas en los palacios del último rey neo-asirio, Asurbanipal, se despliegan por todo el plano representativo. Lejos de que éste esté compartimentado en cuadros o viñetas, en las que se inscriben figuras o escenas parecidas, marcadas por convenciones estilísticas, aquéllas detallan minuciosamente lo que acontece en una caza por todo un territorio. Los escultores atendían a los menores cambios, reproducían a la perfección los detalles de las escenas, las posturas, los gestos, en un intento logrado de plasmar en una única gran escena la viveza de la caza.
Este proceso de creciente naturalismo que acontece en el arte neo-asirio recuerda el que también se dio en Grecia y, un milenio y medio más tarde, en el Renacimiento flamenco y florentino. En todos esos casos, el naturalismo liberaba las figuras de las convenciones. El arte imitativo permitía que las figuras pudieran mostrarse tal como eran, sin atender a criterios estilísticos prefijados. El hieratismo o el "primitivismo" no eran muestras de creatividad, liberada de la atención al mundo natural para atender al estilo personal, sino que eran la expresión de la incapacidad de representar lo que ocurría en la vida o el temor a fijarse en ésta. El naturalismo, por el contrario, con su atención cuidadosa a los detalles supo reflejar con precisión los aconteceres cotidianos, atento no a lo inmutable o lo prefijado, sino a la sorpresa, a situaciones imprevistas e imprevisibles, mostrando la innata "creatividad" natural que debía ser exaltada.
Es así cómo, sorprendentemente, el arte neo-asirio aparece como el primer arte de la historia que, antes que en Grecia o en China, supo sacudirse de las convenciones para exaltar las constantes variedades del quehacer en la tierra, plasmándolo, fijándolo en la piedra, sin tener que encorsetarla en unos esquemas prefijados.
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