La imagen de los conductos subterráneos deriva del célebre acceso al antro de la Sibila, bajo el templo griego de Apolo, cerca de Nápoles, al que acudían en la antigüedad para interrogar al dios acerca del destino -un largo acceso abovedado que aún hoy desemboca en una cueva desde la que la Sibila profetizaba. Otra imagen remite seguramente a una tumba etrusca de Cerveteri.
En ambos casos, las referencias están hermosamente escogidas. Remiten a pasos que conectan el mundo de los vivos, de los mortales, con el oscuro mundo de los inmortales, al que solo se llega en trance o tras la muerte, en un recorrido sin retorno.
Hoy, a finales de 2022, el cortometraje (que se encuentra en una entrada de este blog, hace doce años) y sus referencias iconográficos, adquiere un extraño e inquietante, lúgubre, quizá premonitorio aspecto.
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