Fotos: Marc Marín (UPENN & UPC, Filadelfia y Barcelona), Jerwan, octubre de 2023
Agradecimientos a Marc Marin por éstas fotos recién tomadas.
Si de la Torre de Babel, es decir, el Zigurat del templo de Marduk, dios tutelar de la ciudad de Babilonia, apenas quedan rastros, menos rastros pueden quedar de los jardines colgantes de Babilonia, pues éstos, a diferencia del Zigurat, nunca existieron.
O mejor dicho, sí existieron unos jardines colgantes, sin duda extensos y prestigiosos, mas no en Babilonia, sino en la gran capital del imperio neo-asirio, Nínive, tan denostada en la Biblia, ubicada hoy en la periferia de la recientemente martirizada ciudad de Mosul.
Estos jardines requerían regadío constante y regular. Las altas montañas, nevadas en invierno, se hallan cerca. Rios, riachuelos y fuentes siguen manando. Solo cabía llevar el agua a las más árida región de la capital.
El emperador neo-asirio Senaquerib ordenó la construcción del primer acueducto de la historia, cinco siglos antes que en Roma, con sillares de piedra, aún en buen estado -en los que una inscripción en escritura cuneiforme e idioma acadio (asirio), da fe del mandato imperial-, que cruzaba un rio que discurría por debajo de varios arcos. A diferencia de los acueductos romanos, el acueducto neo-asirio discurría a la altura del nivel del suelo, adentrándose túneles abiertos en colinas, que atravesaba.
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