El Génesis no parece ofrecer dudas: los hijos de Adán y Eva, Caín, el primogénito, y el benjamín Abel, ofrecieron un sacrificio a Yahvé. Cain, las primicias; Abel, un animal recién nacido. Yahvé aceptó y agradeció el sacrificio de Abel; rechazó, luego, lo que Caín le tendía. Éste, celoso del favor que Abel recibía, tras una discusión, en la que nadie supo que se dijeron, mató a su hermano y fue expulsado del paraiso, condenado al destierro hasta su muerte. Sin embargo, Caín, sabiendo que cualquiera se sentiría autorizado a matarle, pidió clemencia: Yahvé advirtió que nadie podría levantar la mano contra él; a fin de señalar su preferencia, lo marcó con la enigmática marca de Caín que le protegería, y le autorizaría a construir la primera ciudad de la historia en la que se refugiarían todos los desterrados de la tierra.
Desde entonces, los hijos de Caín fueron malditos, y Abel, santificado. Era la primera víctima del primer crimen.
Sin embargo, el nombre de Abel no augura un destino tan prometedor. El nombre Abel deriva del hebreo hebel, o del acadio aplu, derivado a su vez del sumerio ibila. Aplu e ibila significan hijo, o heredero. Se trata de un simple nombre genérico, común. No destaca ningún rasgo, ninguna virtud especial de Abel.
Hebel se traduce por soplo, o incluso nube o neblina. Bien podría aludir al paso fugaz de Abel por la tierra; pero es muy posible que también se refiera al carácter apagado o apocado de Abel. Ningún otro libro del Antiguo Testamento cita a Abel; no tiene descendencia (Adán y Eva tendrán un tercer hijo, tras la muerte de Abel, Set que sí dio origen a un próspero linaje). No habla. No hace nada. No se sabe lo que piensa. Se trata de una figura apagada y pasiva. Por otra parte, nada justifica la preferencia de Yahvé. La ofrenda de Cain es sincera y valiosa; desde luego, la de Abel no supera, en calidad y cantidad, a la de Caín.
La decisión de Yahvé parece gratuita, injustificada. Se diría que quiso poner a prueba a quien era, no solo el hermano mayor, sino... su hijo, como bien denota su nombre, que significa adquirido, ganado (qanah) -la ganancia de Eva por parte de Yahvé. En efecto, el texto bíblico original es suficientemente ambiguo para dar a entender que Yahvé podría ser el padre de Caín. Por eso, Caín debía de ser el predilecto de Yahvé: pese al crimen que comete, Yahvé lo protege. Maldice a todo aquél que se atreva a levantarle la mano, y le autoriza a fundar una ciudad, con lo que pone fin a un destierro que, inicialmente, iba a durar una vida. Caín no paga un precio excesivo por la falta cometido. No es convertido en estatua de sal, por ejemplo. Se diría, y el texto hebreo lo insinúa, que Yahvé se siente culpable del furor justificado de Caín, víctima del capricho de su padre. De algún modo, quien mató a Abel no fue Caín sino Yahvé. La decisión gratuita de Yahvé de favorecer, sin que nada lo justificase, a Abel, fue la causa de la pérdida de éste. No era nada, ni nadie. No pudo soportar el juego al que Yahvé le sometió.
La humanidad desciende de Caín; no de Abel. Esto bien podría indicar el estatuto bajo, y criminal, despreciable de la humanidad, ciertamente. Mas Cain es un hacedor. Su nombre también podría proceder de una raiz, qayyin, que significa herrero o forjador; y como forjador de un mundo, o una ciudad, se revela, guiado o inspirado por Yahvé. La humanidad sobrevive gracias a él. Y su marca lo distingue del resto de los seres vivos. Es un testimonio de la gracia divina de la que disfruta.
El Génesis, así, se muestra como un texto complejo, que ofrece una imagen más matizada del ser humano, y de la divinidad, que aparece descrita en términos ambiguos, casi acusadores. Crea y destruye a los humanos, juega con ellos, los convierte en víctimas de sus caprichos. Pero los humanos reacciones airadamente y Yahvé, sorprendentemente cede: anula su condena, y les permite habitar en el lugar que han escogido, como si la ciudad fuera un nuevo Edén.
viernes, 18 de enero de 2013
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Me agrada poder ver al fin a Caín como el herrero, el forjador de ciudades, heredero del saber tecnológico, artístico y demás de Yahvé. Caín y Abel, ¿Podrían ser los símbolos del mesolítico en el Próximo Oriente? Es decir, el paso previo del paleolítico al neolítico, nacimiento del sedentarismo, agricultores y ganaderos: dos caminos entrelazándose pero con destinos distintos, al parecer incompatibles, pero algunas veces conviven compartiendo creencias y tradiciones en las generaciones posteriores. Del destierro, Caín fundó la ciudad de Enoch dando el mismo nombre para su primogénito; otro enigmático personaje.
ResponderEliminarSaludos
Esther
Muchas gracias por el comentario.
ResponderEliminarEn efecto, Caín y sus descendientes son los inventores de las artes o las técnicas, desde la forja hasta la construcción de ciudades.
Se puede pensar que este linaje es maldito y por tanto sus obras también lo son.
En verdad, al menos en interpretaciones posteriores, los verdaderos malditos son los hijos de los hijos de los dioses y las mujeres, que inventan artes como el de la cosmética, asociada al engaño. Éstas sí son artes condenadas.
Supongo que, en efecto, la lucha entre Caín y Abel refleja las tensiones entre agricultores y ganaderos. El que los sedentarios sean descendientes de Caín es muy posible que refleje el punto de vista de nómadas -de ganaderos.
Gracias por puntualizar la relación entre las artes y Caín