jueves, 31 de enero de 2013
El demonio Pazuzu (protector del hogar)
El exorcista espaÑol parte 1 por reichlavp25
Enki, el gran dios sumerio de la arquitectura, hijo del Cielo, An, tuvo varios hermanos y hermanastros. Enlil, el dios de las tormentas destructivas, fue el mayor y más conocido. Heredaría los temibles poderes de su padre. Fue quien abrió las compuertas del cielo y desencadenó el diluvio, con el que barrió de la faz de la tierra seres humanos y edificaciones, a fin de purgar aquélla de la presencia de quienes se habían enfrentado al Cielo.
Otro, Ishkur, era un hermano gemelo, lo que confirmaba la capacidad fabuladora o engañosa del dios Enki -por su condición de ser doble-, capaz de crear un espacio distinto, aunque similar al espacio natural, en el que los humanos pudieron cobijados: el espacio de la arquitectura y la ciudad.
Enki tuvo, al menos, dos hermanos más. De algún modo, estaban relacionados con los poderes constructivos de su hermano mayor. Uno velaba sobre el divino Bosque de los Cedros. Se llamaba Humbaba. Se trataba una divinidad monstruosa, cuya faz, plana como una mácara, estaba recorrida por tantas y tan profundas arrugas, que parecía un mapa de un laberinto, o dibujaba las circunvalaciones de unas vísceras (gracias a las que se podía adivinar el porvenir y prevenir desgracias). Humbaba era una amenaza constante. en concreto, desde el lejano Bosque, causaba el mal a la ciudad de Uruk. Por eso, el rey, Gilgamesh, tuvo, junto con su escudero Enkidu, que partir para combatirlo, y que el bienestar retornara a la ciudad.
Finalmente, el cuatro hermano se dio a conocer popularmente en época tardía, hacia el siglo VII aC, en Asiria, lejos de las marismas del delta del Tigris y el Éufrates, al sur, aunque ya en tiempos de los sumero-acadios era ya conocido, y temido, sin duda.
Si Enki era una divinidad amigable, próxima a los humanos a los que había moldeado, sus hermanos, por el contrario, se oponían a sus decisiones y a sus actos, aunque, en ocasiones, las secundaban, de manera retorcida.
En efecto, Pazuzu, que tal era el nombre del cuarto hermano -o hermanastro, ya que su padre no fue An, el Cielo, sino Hanbu, divinidad del antitético mundo subterráneo-, era muy poco agraciado. Toda su figura inspiraba temor o terror: cabeza de león con ojos de dragón, cuatro alas como el pájaro del destino Anzu, que siempre traía malas noticias, garras en vez de pies, y un pene en forma de serpiente. Su llegada precedía el súbito viento del Oeste que traía toda clase de infecciones.
Y, sin embargo, efigies suyas poblaban las casas y se depositaban en los cimientos, y su testa se utilizaba como un amuleto. Era un verdadero protector del hogar -así como de los recién nacidos, amenazados por el demonio que atacaba las parturientas, Lamashtu.
Ya se sabe que, igualmente, en Grecia, la maléfica Gorgona, de faz bestial, cuyos ojos, también globulosos, petrificaban, tenía el poder, si uno se cuidaba de cruzar la mirada con ella, de ahuyentar a los enemigos, por lo que innumerables testas de Gorgona, todas dirigidas hacia el exterior, coronaban los templos, a fin de impedir que quienes acudían con malas intenciones pudieran dañar la construcción y a quienes trabajaban o se refugiaban en su interior.
El mal combatía el mal.
Se ha escrito que Pazuzu era la versión asiria del dios egipcio Bes. Éste era tan monstruoso como Pazuzu. Bes tenía la forma de un enano paticorto, cuyas piernas arqueadas le impedían caminar recto. De andares torcidos, con una testa desmesurada, una faz bestial, colmillos y una lengua animal, Bes era un monstruo, sin duda.
Pero Bes era el hermano gemelo -o la cara inversa- de una divinidad "apolínea": el de hiératico porte, tieso como una columna, aferrado a un pilar, precisamente: el dios Ptah, padre de los arquitectos, que edificó el mundo, y lo sustentaba, al mismo tiempo que alentaba a quienes lo recreaban -los arquitectos, constructores y fundadores de ciudades y santuarios.
En tanto que asociado tan estrechamente a Ptah, Bes protegía de cuanto y cuántos querían atentar contra los espacios protectores: su sola figura los paralizaba. Nadie se hubiera atrevido a tener un hogar sin unas cuantas efigies de Bes. Si Ptah construía, Bes mantenía, preservaba las obras benéficas de Ptah.
Esta función protectora, a través del miedo, era la que asumió Pazuzu. Defendía lo que su hermano mayor, Enki, había edificado.
Pazuzu ha sido considerado un demonio. Mas, los demonios, fuera del cristianismo, eran semi-dioses (daemones): su ffunción era, sobre todo profiláctica. Dañaban, ciertamente, a todos los que se oponían a ellos. Y, por tanto, defendían a quienes recurrían a ellos. Los daemones eran genios benéficos: los genii romanos. Eran las encarnaciones del espíritu familiar. Protegían, pues, las "casas": los moradores y los edificios; a quienes habían echado raíces en un lugar en el que se sentían bien, cultivaban y defendían.
Pazuzu, en suma, no era una figura demoníaca, en el sentido habitual del término. Tomaba posesión de un lugar al que, como un perro rabioso, defendía. Pero nunca poseyó a nadie, salvo a quienes buscaban hacer daño.
God saves Pazuzu.
Nota:
El Exorcista, de William Friedkin -una película a la que todas las enciclopedias y estudios citan como una obra en la que aparece, por última vez, el demonio Pazuzu-, fue rodada en parte en Hatra, un yacimiento tardo-romano en el norte de Mesopotamia (hoy Iraq), en 1973.
Debo la referencia a esta película a Jordi Abadal, quien la obtuvo de Lluis Feliu (IPOA), gracias a una conferencia sobre los demonios mesopotámicos.
Obviamente, el mítico y delicado grupo polaco de Death Metal, Behethoh, ha dedicado un entregado y "sonoro" tema a Pazuzu. Quién se atreva con él....
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