Nimrud; y ahora Hatra. Las destrucciones del pasado mesopotámico
en Iraq y en Siria no cesan y no van a cesar.
¿Por qué se destruye? ¿Por miedo de unas imágenes escultóricas
consideradas vivas, imágenes de dioses paganos que se consideran demonios,
destrucciones que siguen el dictado bíblico y coránico sobre el trato de los
"ídolos"? Quizá. Pero los muros de Nimrud, o las columnas de Hatra no
son naturalistas ni evocan ninguna figura sobrenatural.
Quizá se destruyen debido a nuestro gusto por las ruinas.
Existen culturas, hoy en día, en las que las obras del pasado
tienen que mantenerse siempre vivas. Ocurre en el cristianismo. Las figuras de
los pasos procesionales, incluso si son tallas barrocas, se pintan y se
repintan, se vuelven a cubrirse de oro, se lavan, se visten una y otra vez con
ropajes recién tejidos, de modo que luzcan con un aspecto inmejorable, como si
hubieran salido del taller del tallista. Templos en la India y en el sudeste
asiático, independientemente de su antigüedad, se restauran regularmente, lo
que significa que se pintan una y otra vez, sustituyendo las partes dañadas por
nuevos elementos. Los templos, pese a los siglos que puedan tener, no guardan
ningún elemento antiguo que denote el paso del templo. Para que el templo sea
un organismo vivo, tiene que mostrarse con todo su esplendor, y los colores
vivos, y la ausencia de marcas del tiempo, son la manifestación de su
vitalidad. Tienen que irradiar.
Desde el siglo XVI, sin embargo, en Occidente, la lamentación
sobre la perdida grandeza de la tradición y la historia clásicas -es decir,
imperial romana- ha llevado a la preservación de las ruinas en tanto que
ruinas, como advertencia, por otra parte, de la fugacidad de las acciones y las
creaciones humanas -en comparación con la eternidad. La ruina es consustancial
con la noción de la transitoriedad de la vida humana -una noción que arranca en
Mesopotamia (de la que bebe la cultura bíblica) y en Grecia, y con la idea de
un dios celoso y vengador que castiga con la ruina del mundo, a quienes se
apartan de sus enseñanzas -o las desconocen, como los paganos. Las ruinas son
símbolos no tanto estéticos sino morales, que advierten de la omnipotencia de
la mirada y de la fuerza de dios que duda en abatir imperios -preparando así la
venida del hijo que restaura un orden perdido.
El descubrimiento de la superioridad moral del hombre ante la
naturaleza, que acontece en el siglo XVIII en Occidente, y está en el origen
del sentimiento de lo sublime -el sentimiento de la fuerza moral que no se
doblega ante los peligros y que lleva a aceptar la idea de la muerte porque
ésta solo afecta al cuerpo-, no conlleva el descrédito de las ruinas (que ya no
serían necesarias porque el hombre sabe que es el ser elegido, y que, por
tanto, en tanto que ser moral, no se apartará de lo que tiene que hacer, no
necesita advertencias porque la razón lo guía) sino, paradójicamente, su
importancia. Es ante una ruina, con las imágenes de la cólera divina, o la
furia de los elementos, que suscita, que el ser humano, como ante una falla
vertiginosa, o una situación peligrosas, se crece.
Quizá haya sido el cuadro del pintor barroco Poussin "Et in
Arcadia ego", que muestra a unos pastores contemplando ensimismados un
monumento funerario antiguo con la inscripción antes mencionada, el que haya
cambiado la actitud ante la muerte -o haya simbolizado mejor un cambio de
actitud ante el fin. La muerte existe en Arcadia, el jardín primigenio. Mas la
muerte no aterra. Por el contrario, aparece como una etapa de la vida. Los
pastores, los seres humanos, no se sientes disminuidos por la muerte. Ésta
afecta al cuerpo, no el espíritu. El hombre sabe que se impondrá ante la
muerte.
Las imágenes de destrucción que las ruinas le evocan, no suscitan
la sensación de la pequeñez humana, víctima del tiempo y los dioses, sino su
superioridad. Ante una ruina, el hombre se sabe mortal, ciertamente, pero
también siente que su muerte no es el fin. La ruina suscita sentimientos de
superación. Sabemos que no podemos abandonarnos al desánimo, ni entregarnos a
la muerte o a la auto-compasión, sino que tenemos que resistir. Nuestro ánimo
se rebela y se fortalece. La ruina nos hace fuertes, nos hace humanos, es decir
conscientes de nuestra condición mortal y de nuestra superioridad anímica o
espiritual. Una ruina despierta nuestras ganas de supervivencia. El hombre se
crece ante el peligro del que la ruina es un vivo testimonio.
La búsqueda de ruinas arqueológicas empezó, precisamente, a
finales del siglo XVIII. Se excavaron, se restauraron y se construyeron de un
modo tal que encerraran una lección moral. Las ruinas son una creación humana.
Se levantan o se añaden columnas y arquitrabes de manera a configurar formas
que nos fortalezcan, que nos hagan sentirnos más fuertes que las ruinas.
Amamos, necesitamos las ruinas porque somos, o nos sentimos, sujetos morales.
Nos sentimos superiores a la naturaleza -y a los dioses.
Y la muerte de una ruina nos afecta más que la muerte de un ser
humano ya que, de pronto, nos descubrimos mortales, física y espiritualmente.
Perdemos la referencia o el espejo que nos habla de nuestra superioridad
mental. Ya no nos sentimos sublimes, ya no tenemos nada, no estamos ante nada
que despierte en nuestro interior ese sentimiento de lo sublime, esa placentera
sensación que se alza cuando superamos el miedo que la visión de la destrucción
causa.
La destrucción de las ruinas es un ataque a la linea de flotación
de la concepción humana occidental.
Tiene razón:saben que nos duele más la destrucción de un sitio arqueológico o una lugar "patrimonio de la humanidad" que las vidas humanas.Es un desafío:"Somos capaces de destruir lo que es más sagrado para vosotros sin conmovernos lo más mínimo" .
ResponderEliminarTambien una forma de acabar con lo anterior a ellos para instaurar una nueva época .Algo que,por otra parte,ha ocurrido en otros tiempos y lugares a lo largo de la Historia.
Quizá en el inconsciente es el deseo de destruir aquello que no se tiene capacidad de apreciar.La belleza,el saber ,el placer,la libertad,el amor.Como Savonarola ,al que usted ha mencionado en otra ocasión en relación a todo esto. El odio a la vida.
Es muy cierto. el odio -que revela miedo, quizá- parece impulsar esas acciones.
EliminarTambién escenifican "bien" sus acciones, desde los videos con atroces acciones, hasta con destrucciones planificadas.
Dudo que la religión esté detras de esos horrores.
Y saben que en Occidente impacta mucho, sobrecoge, la destrucción del pasado, que Europa sufrió hace cincuenta años.
Para algunos iraquies, la destrucción del pasado es terrible, tanto como la de ciudades, sin especiales monumentos, en las que han nacido o vivido, ya que una parte de lo que son, de sus recuerdos, se borra para siempre
Se que esos demonios que parecen surgidos de las entrañas de la tierra respiran, sienten. Necesito ver esa cara oculta de la luna que la rotación occidental nos impide ver. No me creo que sean la encarnación del mal por muchas cabezas que corten, por muchas personas que quemen vivas , por muchos monumentos que destruyan. No me creo que quieran destruir occidente mas que lo que occidente quiere destruir también , son personas como nosotros...cambian las circunstancias como en la Alemania nazi, en los USA de Hiroshima, las cazas de brujas, la santa inquisición, cruzadas, quema del Amazonas, cruces quemando en Alabama, bombas en supermercados, desahucios, no...no tienen la exclusiva del mal... aunque debido a una muy buena campaña publiocitaria lo parezca.
ResponderEliminarDesde luego, no tienen la exclusividad del mal, que poseen los seres humanos. Es quizá lo que nos define -como la práctica contraria, la valoración ética de los actos.
EliminarHorrores parecidos han ocurrido en todas partes y desde siempre. Eso no los justifica. Que otros hagan el mal, no convierte el mal que hacemos en bien.
Lo que sí los singulariza es que se realizan en nombre de un dios único y increado, un dios invisible, que condena a cualquier otra fuerza o ideal superior a las tinieblas.
Otras religiones monoteístas no han llegado a tanto. La trinidad es ambigua, y el judaísmo reconoce o reconocía a un dios superior, pero no único.
Muchas gracias por su esclarecedor artículo. No obstante, me parece que atrás de la destrucción hay más elementos que no podemos comprender aún. Y porque no entendemos mucho, de uno y otro lado, contribuimos a la consabida degollina. Me avergüenza dejar el mundo así a mis hijos
ResponderEliminarNo lo entendemos porque es incomprensible, inasumible, me parece.
EliminarHay que escuchar las razones de los otros pero eso exige que nuestras razones sean escuchadas. Sino, no existe diálogo.
Y escuchar razones tampoco implica compartirlas.
Me parece
Un ejemplo de barbarie en nuestro país ;el del mosaico romano de Ecija .Uno más http://terraeantiqvae.com/profiles/blogs/graves-destrozos-en-el-yacimiento-romano-de-plaza-de-armas-de-eci?xg_source=activity#.VQNj4-aG8z4
ResponderEliminarSin contar la de yacimientos destruidos para construir aparcamientos subterráneos,autopistas o los abandonados a su suerte y al expolio de buscadores de piezas para vender en el mercado de las antigüedades etc.
Y,por si fuera poco ,el anfiteatro de Merida será utilizado como pista de"padel "...http://terraeantiqvae.com/profiles/blogs/m-rida-convierte-su-anfiteatro-romano-en-una-pista-de-p-del#.VQNmsuaG8z4
En efecto, la destrucción sibilina tiene lugar en todas partes y no digamos en España, salvo cuando se infiltra la ideología. ¿Por qué, sino, se han preservado los restos de la ciudad de Barcelona del XVIII, bombardeada en 1714, y se borraron restos idénticos, para contruir un parking subterráneo, en 1992, al tiempo que no se ha preservado la trama urbana del barrio tan maltrecha por intervenciones urbanísticas terroríficas recientes?
EliminarMuchas gracias por la información aportada.