jueves, 19 de marzo de 2020

FRITZ LANG (1869-1976): METROPOLIS (1927) Y BABILONIA



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Metropolis es una película desconcertante: ya tan solo por el cartel original de la película, se intuye que ésta trata de una ciudad -y una sociedad- futuras, pero posibles, caracterizadas por rascacielos y calles atestadas de medios de transporte terrestres y aéreos, en las que los edificios y las vías de comunicación se entrecruzan, como si constituyeran los ejes verticales y horizontales que ordenan el espacio y ubican a todos los ciudadanos, así como por robots antropomorfos (femeninos), que sustituyen a la mano de obra y quizá incluso a los ciudadanos.
Sin embargo, la visión de la película, por el contrario, revela que ésta, trata del pasado, o de cómo el presente y el futuro se modela sobre el pasado, y lo revive.

Babilonia es una referencia obvia, sabida, de la metrópolis; la torre de Babel inspira los rascacielos que atestan la ciudad.
Pero la Babilonia que subyace a la ciudad que describe Metrópolis no es la Babilonia real, que los arqueólogos alemanes habían estudiado y escavado a principios del siglo XX, y los restos -ladrillos vitrificados, en azul u ocre, algunos con relieves de animales, símbolos de dioses protectores-, de cuya muralla y de una de sus puertas de acceso, la llamada Puerta de Ishtar, que yacían desperdigados, habían sido trasladados y remontados, de manera más o menos aproximada, en el Museo de Berlin, donde se hallan aún hoy.
La Babilonia a la que remite la película de Fritz Lang es la que Juan describe en el Apocalipsis -y que entronca con toda una tradición apocalíptica que se remonta a los profetas del Antiguo Testamento. Así, el robot, no es una figura venida del futuro, sino del pasado, y refleja la distorsionada imagen que, en Occidente, se tenía del Oriente antiguo: el robot es un doble de la Gran Prostituta de Babilonía -que gobierna sobre los trabajadores esclavizados, una referencia al pueblo elegido esclavizado en las canteras egipcias del faraón, antes del Éxodo-, tal como la presenta Juan: una personificación de Babilonia, como una ciudad peligrosamente seductora que lleva a la perdición a quienes quedan fascinados por ella.
La película refleja la visión tan negativa de la ciudad que transmite el Antiguo Testamento, en el que hasta la propia Jerusalén es condenada. Y no digamos Babilonia, Nimrud o Nínive: ciudades, que remiten a la ciudad antediluviana de Babel, cuna de todos los males, condenadas, malditas por Yahvé, sobre cuya caída y destrucción advierten los profetas. 
Sorprendentemente, quizá sea una mirada hacia el pasado y no hacia el futuro, el que hace que la película sea aún fascinante, y aparezca como una advertencia.

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