Me han recordado que nos dio clases de historia del arte.
Luego, dimos clases en la misma cátedra durante diez años. Él tenía treinta y cinco años más que yo. Se jubiló hace veinticinco años.
Era afable; siempre sonreía, con los ojos achinados. Hablaba con voz fuerte, acentuando algunas palabras, casi como Dalí, pero con modestia, sin ostentación.
Le hice poco caso. Lo veía como un personaje de otra época, con la misma edad que tendré de aquí a menos de diez años. Hablaba con respeto de la vanguardia cuando la transvanguardia asolaba.
El resto de los profesores, más jóvenes que él, también lo trataban no sé si con indulgencia o con condescendencia.
Nunca se rebajó ni se vendió.
Pero le admirábamos porque Tàpies le ninguneaba: sin duda porque Tàpies sabía que sin él no habría sido nadie.
Hoy ha muerto. Ha dejado su colección de arte, su archivo y su biblioteca a la Escuela de Arquitectura de Barcelona -cuando nadie estaba interesado en ella.
Los años de las vanguardias de los años cincuenta y sesenta estaban en él; los vivió, y los fundó.
Hoy querría hablar con él.
Ha muerto.
Extraña suerte la de la juventud que desdeña lo que, cuando ya es demasiado tarde, querría conocer. Corremos sin darnos cuenta que lo que dejamos atrás hubiera tenido que ser nuestro punto de llegada.
Supo que era mejor dejar que Dios jugara a los dados de siete caras.
A Arnau Puig (1926-2020), maestro
(Agradecimientos a Félix Solaguren)
In memoriam...
martes, 31 de marzo de 2020
Mirando atrás
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D.E.P., mi admirado profesor de Historia del Arte.
ResponderEliminarFrancesc Cornadó
¿Fue profesor suyo?
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