La revisión actual de la historia del arte (moderno, occidental) que practican los museos permite descubrir a artistas hasta entonces poco expuestos o menos citados.
Tal es el caso de la escultora norteamericana Beverly Buchanan, una de cuyas obras preside hoy la exposición permanente de arte contemporáneo del Museo Metropolitano de Arte de Nueva York.
Un hogar, para Buchanan, era el lugar en el que uno se encuentra. Un hogar móvil y deseado. No tiene porqué ser una construcción sino un espacio en el que el habitante se encuentra bien, un espacio escogido, un destino no forzado, quizá casual, en el que se descubre la acogida que brinda el espacio.
Buchanan fotografió extensamente modestas construcciones de madera, levantadas con desechos (restos de planchas de madera, placas metálicas) hallados en el lugar, en el sureste de los Estados Unidos (Georgia, sobre todo), pequeñas chozas o cabañas, alzadas a toda prisa y sin embargo con cuidado, engarzando materiales y piezas poco preparadas para ser conjuntadas, con empeño, atencion a los elementos e imaginación.
Es a partir de esta documentación que Buchanan fue construyendo maquetas de chozas, frágiles construcciones de madera, coloreadas a veces, que rehuyen del miserabilismo para poner el acento en el trabajo de engarce, la modestia y el cariño vertidos en estas obras. En tanto que mujer negra, de Georgia, que conoció el “apartheid”, sabía de estas construcciones y su importancia para los ususrios. A menudo, son construcciones casi en ruinas, pero que denotan la capacidad de resistencia del habitante que manifiesta su lugar en el mundo con esas inciertas y sin embargo, coloreadas creaciones, unos signos que denotan que el habitante no se ha abandonado.
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