sábado, 19 de noviembre de 2022

El primer arquitecto fue una mujer ( Enheduanna)












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Fotos: Tocho, noviembre de 2022. Obras en la exposición citada

* Retratos reales o probables de Enheduanna 


El título de esta entrada ni siquiera es provocativo sino tan solo vulgar. No así la historia que cuenta.

El dios sumerio Enki fue el inventor de las artes, entre las que destacaban las artes edilicias. Enki construyó su morada en las profundidades de las aguas primigenias, las aguas matriciales de la diosa Nammu que moraba en el Abzu, las aguas marismeñas de los orígenes, donde el mundo se generó, y de las que nació incluso An, el dios de los cielos. Construyó también su santuario sobre dichas aguas, en la ciudad lacustre de Eridu, la ciudad sagrada de los sumerios, allí donde todos los reyes acudían para legitimar su ascenso al poder.. Enki era el gran arquitecto del mundo. Pero se guardaba sus conocimientos artísticos y técnicos para si.

Fue la diosa Inanna, diosa de la creación y la destrucción, de la fertilidad y de la guerra, quien, un día, robó las técnicas al dios  Enki, y las entregó a los moradores de la ciudad de Uruk para que pudieran habilitar el mundo, construir ese un mundo  y dotarse de leyes que permitieran legislar la ciudad. 

Los inicios de las artes y de la arquitectura debían mucho al gesto de Inanna. Los fundamentos de las técnicas le debían su transmisión del mundo de los dioses al de los hombres. A Inanna se la simbolizaba con un mástil o un pilar, el sostén de un edificio. Aquél se construía mediante un hatillo de cañas, el único material flexible y resistente capaz de sostener una cubierta en un mundo carente de árboles y de piedras.

Las primeras construcciones no se llevaron a cabo con sillares ni con ladrillos de adobe, sino con elementos vegetales: pilares y vigas hechas de cañas atadas entre sí, que evocaban o invocaban la presencia de Inanna y ponían la obra bajo la advocación de la diosa, y de paramentos tejidos con hojas de cañas ( particularmente aptos para la ventilación de espacios cerrados en un clima tan cálido como el desierto iraquí). Este tipo de técnica aún se utiliza en el delta del Tigris y el Éufrates, en el sur de Iraq.

Los grandes paramentos que se colgaban de la estructura de cañas, que conformaban los muros exteriores de un edificio, estaban tejidos.

Los pequeños relieves que los sellos cilindro, como unos sellos o tamponen, imprimían  en superficies de adobe, aún hoy bien lo muestran. Quienes tejían los muros de las viviendas eran mujeres.

La primera arquitectura, bajo el patrocinio de la diosa Inanna, fue obra de mujeres ocupadas en labores textiles. Cuando  la arquitectura de adobe se impuso, una arquitectura que aún necesitaba de telas trenzaban que se insertaban en los muros para absorber las tensiones causadas por el peso del propio adobe, la figura de Inanna no decayó. Ella fue quien aleccionó a las mujeres en la práctica de las artes y en la transmisión de los conocimientos necesarios. Uno de los objetivos, seguramente el principal, fue el arte del trenzado, del tejer, es decir el arte del constructor, tejiendo hogares, tronzando relaciones de parentesco. La técnica originaria fue el tejido, practicado exclusivamente por mujeres.

Tal es una de las historias que narra la extraordinaria exposición dedicada a la primera poetisa de la historia, la sacerdotisa Enheduanna, hija del emperador acadio Sargon I, en la segunda mitad del tercer milenio -una poetisa que firmó, por vez primera en la historia, sus creaciones y de la que se conservan incluso retratos-, organizada por la biblioteca Pier Morgan de Nueva York.

https://www.themorgan.org/exhibitions/she-who-wrote


3 comentarios:

  1. Gracias! Un texto precioso.Por una serie de circunstancias ,estoy aprendiendo a tejer .De momento con ganchillo y es todo un mundo el del tejido,las redes ,los nudos ,las cestas,las cabanhas etc Con muchas derivadas hacia la construccion como usted indica y tambien
    hacia la magia
    Un saludo cordial

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    1. ¡Muchas gracias! Yo había tejido hace muchos años y recuerdo la práctica como un ejercicio para olvidarse del tiempo y abstraerse llevando a cabo unos gestos repetitivos pero no mecánicos que obligaban a estar siempre alerta -un fallo siempre era posible, y el hilo a veces requería especiales cuidados-, pero dejándose llevar por el ritmo del trabajo.

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